¿Hasta qué punto es inminente el colapso de la civilización actual? – 13: ¿Qué podemos hacer? 13:1 Pensamiento sistémico crítico

Posted on 2018/12/22

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¿Hasta qué punto es inminente el colapso de la civilización actual? – 13: ¿Qué podemos hacer? 13:1 Pensamiento sistémico crítico

 “If forms of denial structure the interpretation of a problem, they will also frame thinking about the solution to it[1].” – Clive Hamilton

Jurgen Habermas

Jurgen Habermas

Índice de la serie y enlaces

La Ciencia y sus hermanos pequeños, los modelos no permiten sólo describir el mundo, sino también examinar las posibilidades de intervenir en él. Según el filósofo alemán Jürgen Habermas se trata de descubrir (en el sentido de levantar la cubierta o el velo) las condiciones estructurales que enmarcan las acciones de los individuos, y ayudarles a trascenderlas (654). He insistido hasta aquí en que sólo es posible darse cuenta de estas estructuras condicionantes examinando el sistema desde afuera, cosa bastante heroica pero que la metodología de sistemas favorece en gran medida. Con todo, los doctores en biología Humberto Maturana y Francisco Valera ya teorizaron en 1980 que la cognición es un sistema organizativamente cerrado, con lo que la objetividad resulta necesariamente constreñida (655). En estas circunstancias es pues preciso prestar atención al sistema de observación (656).

Pensamiento sistémico al rescate

Un aspecto muy interesante a este respecto es el critical systems thinking (CST), o pensamiento sistémico crítico. No sé de nadie que lo haya establecido como mecanismo de mejora y de avance intelectual de manera solvente[2] y me haya convencido demasiado, salvo el trabajo incipiente del suizo Werner Ulrich, que comenzó en 1998 con su obra ‘Systems Thinking as if People Mattered’ (657) – parafraseando el mismo título ‘Economics as if People Mattered’, de E. F. Schumacher (351) en 1973. También son destacables las aportaciones de R.L. Flood y más recientemente las de Mike C. Jackson, ambos de la Universidad de Hull. Flood es el teórico de la Liberating Systems Theory: Toward critical systems theory[3] (290), y ya se puede usted imaginar que titular un paper con este atrevimiento no debió de salirle gratis. Tampoco a nosotros, porque no he visto o no he sabido encontrar en primera instancia continuación suficientemente densa de esa línea de trabajo en la literatura académica (658). Profundizaré en ello en lo sucesivo para ver hasta qué punto se le ha permitido evolucionar más allá de estos intentos, y en qué punto se encontraría ahora la teoría CST a disposición.

Básicamente, esto del critical systems thinking tiene que ver con dos cuestiones. Una son los conflictos de poder. Se trata de emplear la teoría general de sistemas para ayudar a la parte débil (por ejemplo) en aquellas situaciones en las que los participantes en un conflicto pueden ser vistos como ejerciendo coacción uno sobre otro, motivo por el cual se le denomina pensamiento sistémico emancipatorio (659), cosa que es posible conseguir mediante procesos participativos. Digo la débil, pues es la parte que estoy seguro que no la emplea.

El segundo aspecto del CST tiene que ver con la elección del contorno, que sabemos crítico para un análisis correcto de los problemas. Ulrich lo ha bautizado como critical employment of boundary judgments, o más abreviadamente crítica metódica del contorno (660). Para él esa debería ser una competencia necesaria para definir la profesionalidad de cualquier persona, que debería acreditar antes de ocupar, por ejemplo, cualquier cargo público (661). Pero además sostiene que esta metodología, si fuera recordada frecuentemente al conjunto de la población, tiene el potencial de generar una mejor ciudadanía democrática y un mejor profesionalismo privado (662).

Y es que el cuestionamiento permanente del contorno a considerar en la reflexión sobre un problema es una herramienta verdaderamente potente. Obliga a una mirada genérica, y cada vez más genérica, y a cuestionarse en todo momento si estamos percibiendo toda la amplitud del fenómeno de interés. Entre otras virtudes permite no quedarse sólo con el mensaje sino examinar quién lo emite, por qué lo emite y por qué en este momento, qué condicionamientos tiene el emisor… sí, sí. Para muchos, eso sería ver demasiado.

Alexander László integró en 1998 el trabajo de Ulrich, Flood y Jackson con la filosofía de Habermas y de Michel Foucault, dando lugar a una interesante metametodología denominada Total Systems Intervention que aplica distintas perspectivas sistémicas a la resolución de problemas (290). Para ello el pensamiento sistémico crítico perseguiría cinco áreas de compromiso, a saber: 1) Conciencia crítica; 2) Conciencia social; 3) Complementariedad a nivel metodológico; 4) Complementariedad a nivel teórico; y 5) Emancipación humana (663).

Decíamos que es importante saber analizar dónde es mejor colocar los controladores, pero la cuestión de si deseamos intervenir en términos de controlar un sistema existente para, por ejemplo, alterar su propósito, deberemos basarlo en alguno de los puntos de apalancamiento (leverage points) de Meadows que hemos visto más arriba. A este respecto he encontrado algo que me resulta especialmente sugerente, y que le describo a continuación. De paso veremos otra forma crítica, algo subversiva, de examinar las cosas. Será cuando muestre qué cosa son las causas (sólo) aparentes.

Dinámicas contramovilizadoras

Vamos a suponer, ni que sea como ejercicio mental, que estamos a tiempo de algo. Esto me permite mostrarle el trabajo de Jack Harich, un maverik estadounidense que ha empleado modelos de dinámica de sistemas para ir al núcleo de la cuestión. Bueno, al núcleo de la cuestión social (él la llama ‘the crux’) porque el asunto energético – aunque no el climático – está ausente de sus reflexiones. Por lo menos de forma explícita, aun cuando se refiere al ‘fracaso’ de LLDC en su pretensión de activar la movilización social o gubernamental. De ahí la suposición de partida que le pido.

Harich sostiene, y demuestra en un paper de 37 páginas en un número de la System Dynamics Review de 2010, que las fuerzas del cambio social estimado necesario no han prevalecido por distintas razones. Siendo la más importante, con mucho, la presencia del negacionismo en particular y del engaño en general. Lo justifica mediante la dinámica de sistemas y además sugiere una forma para cambiar este estado de cosas, de la que podríamos aprender. A mí me ha parecido extraordinario, ya se puede usted, si es lector asiduo, imaginar por qué. Dato: Harich no es un académico, aunque lo parece y mucho. Es un ingeniero de sistemas que va por libre, y probablemente sea ésta la causa de que haya realizado tan ímprobo trabajo y reflexión: dudo mucho que ninguna línea de investigación oficial hubiera financiado tal cosa, con los resultados que veremos.

Ya estaba usted advertido de que acabaríamos en terreno subversivo.

La pretensión de Harich, a la vista del panorama, es alterar el status quo. A muchos de mis lectores les atraerá esta idea, y más después de conocer los argumentos hasta aquí expuestos, pues hemos aprendido que el status quo es una realidad insostenible incluso a plazo inmediato o corto. Establezcamos pues esto como objetivo primero y ya veremos cómo podemos ir avanzando. Para realizar el análisis y examinar qué posibilidades hay de alterarlo, Harich define en primer lugar el modelo simplificado de la figura, y otro renovado que veremos después.

Crux2Lo primero que hace Harich es preguntarse por qué, tras tantas décadas de información sobre los problemas que nos aquejan, por ejemplo los de sostenibilidad, de campañas y de luchas a veces heroicas – nuestro intento de acoplar controladores, en suma – no se ha movido nada o prácticamente nada, o nada fundamental, y estamos como sabemos que estamos. Reconoce que la población si sabe qué comportamientos contribuyen a la insostenibilidad, y que mucha gente hace el intento o el esfuerzo de evitarlos. Pero, tras tanto tiempo, son muy pocos y no marcan diferencia alguna. Harich sostiene que el motivo se encuentra en el hecho de que se pone el foco en los comportamientos individuales, mientras que el problema es, en realidad, sistémico. Harich irá al núcleo, crux de la cuestión le llama, pero pasará antes por las causas intermedias. Los síntomas empezaron con la revolución industrial, cuyo inicio sitúa 200 años atrás.

Vamos relacionando conceptos. Recordemos la importancia del contorno. Ahora nos encontraremos con la importancia de la ‘abstracción perdida’, que es lo que hay que averiguar cuando un problema de dinámica de sistemas se nos resiste.

El status quo no es otra cosa que la resultante de un equilibrio[4] entre las fuerzas que promueven el cambio y las fuerzas que se resisten a él. En términos de dinámica de sistemas, si están en equilibrio será porque el sistema tiene un lazo que se activa en sentido contrario como respuesta a otro lazo activador. Harich se apoya en algunos de los expertos que ya conocemos, como Peter Senge y John Sterman del MIT, y señala a Lewin y otros, quienes han señalado repetidamente que esta abstracción perdida, no considerada, es la resistencia al cambio.

Igual no hacía falta ir tan lejos para acabar concluyendo esto, pero tiene sentido en el marco del análisis sistémico que le estoy describiendo.

Para Harich la insistencia, tanto de los movimientos sociales como de la comunidad científica, por aumentar la intensidad del lazo activador, ha ofuscado la presencia de un lazo reactivo, el de la resistencia al cambio, que parece surgir de ninguna parte, pero que impide avanzar. De hecho es un proceso sistémico adaptativo. En efecto, este concepto está ausente de World3 (era casi desconocido en la época). ¡Pero debe ser muy potente como para ejercer efecto tan acusado! De modo que habrá que incluirlo en el modelo.

Peter Senge muestra el carácter estructural del asunto y señala una nueva dificultad de percepción:

“En general, los lazos de compensación [los de realimentación negativa] son más difíciles de percibir que los lazos de autorrefuerzo [los de realimentación positiva], porque parece que no ocurra nada… [la resistencia al cambio] es una respuesta del sistema, que intenta mantener un objetivo sistémico implícito. Hasta que este objetivo no sea reconocido, los esfuerzos de cambio están condenados al fracaso.” [énfasis en el original, corchetes añadidos] (664)

Esto de los objetivos implícitos también lo menciona LLDC, versión 2004:

“Si los objetivos implícitos de una sociedad consisten en explotar la naturaleza, enriquecer a las élites y hacer caso omiso de las perspectivas a largo plazo, entonces esa sociedad desarrollará tecnologías y mercados que destruyen el medio ambiente, ensanchan la distancia entre pobres y ricos y optimizan las ganancias a corto plazo. En pocas palabras, esa sociedad desarrollará tecnologías y mercados que aceleran el colapso en lugar de prevenirlo.” (665)

Es lo que antes he descrito en ocasión de los modelos económicos ortodoxos, que provocan que el sistema funcione generando una presión cultural hacia el antropocentrismo radical, el individualismo metodológico, la competencia exacerbada y la cooperación reducida. Facilitando así este objetivo implícito, descrito de una forma desnuda por Donella Meadows.

En relación al objetivo implícito, Harich señala que:

“Esto aplica al problema de la sostenibilidad. Hasta que se encuentre y resuelva el ‘objetivo sistémico implícito’ que provoca la resistencia al cambio, cualquier esfuerzo orientado únicamente a resolver la parte del problema relacionada con el ‘acoplamiento adecuado’ está ‘condenado al fracaso’, como sostiene Senge… Sistémico significa [aquí] originado en el sistema, de tal manera que afecta a la mayor parte o a todos los agentes sociales de determinado tipo, por contraposición a los originados en los agentes individuales.” (666)

Como si fuera una propiedad emergente. Esto quiere decir que hay que hacer dos cosas: 1) separar el lazo de realimentación ‘acoplamiento adecuado’ del lazo ‘resistencia al cambio’, y analizarlos e intentar controlarlos por separado; y 2) identificar cuál es el ‘objetivo implícito’ del sistema bajo análisis. Y a una obviedad de partida, que justifica: en un problema de bienes comunales, los activistas altruistas se sitúan en la zona de la verdad respecto a lo que va a beneficiar al bien común, mientras que los intereses especiales, necesariamente, no van a hacerlo (porque resultarían perjudicados, contra la hipótesis). Por tanto, los intereses especiales dependen del engaño para conseguir sus fines (667,668). [Es curioso tener que leer esta (nueva) obviedad en una revista académica de alto nivel a estas alturas, aunque se justifica por lo novedoso del marco de análisis]. Harich emplea en su modelo cualitativo distintos parámetros – que considera optimistas a favor del bien común – para concluir estimando que los activistas altruistas pierden por un mínimo de 1,7 a 1. El mecanismo concreto que conduce a la victoria de los resistentes al cambio consiste en agotar los menores, y menguantes, recursos de los altruistas, por ser éstos los primeros perjudicados.

Ocurre que, a medida que aparecen los síntomas, las fuerzas disponibles para la solución resultan erosionadas más deprisa que las que se resisten a ella. Esta es la dinámica del modelo resultante (coincidente con Peter Turchin), salvo en el caso de que la eficacia de la desinformación (deception) sea inferior al 3%. Y está claro que siempre habrá como mínimo un 3% de personas dispuestas a creer lo que les conviene en función de su propia cosmovisión.

Redefinir el activismo, y la política

El activismo clásico, el ecologismo por ejemplo, se ha estrellado repetidamente contra este muro. Y la razón no es otra que haberse orientado al individualismo, a promover comportamientos responsables de orden personal individual, sin atender debidamente a la importancia colectiva de las fuerzas reactivas. Se ha creído que la resistencia se encontraba a nivel individual, y no se ha tomado en consideración su componente sistémico. De ahí la cita que encabeza esta entrada: ninguno estamos del todo libres, desde la perspectiva sistémica, de la orientación individualista que promueven los modelos económicos, desbocada en las últimas décadas de neoliberalismo y que hemos examinado aquí. Tampoco los activistas del bien común.

Sigamos con la crux. Estos activistas deben abandonar, según Harich, esta tarea de Sísifo consistente en fortalecer los dos lazos inferiores de la figura, que no consiguen otra cosa que reforzar el lazo superior. ¿Qué hacer entonces? Hay que centrar la estrategia en debilitar el lazo superior. Mejor todavía si fuera posible orientarlo a nuestro favor.

¿Cuál es el instrumento de la reacción? El engaño, el negacionismo, junto al poder amplificador que otorga el control que ejerce sobre los canales de transmisión. Ya he descrito cómo es posible perturbar el flujo correcto de información sin que se note (demasiado) interviniendo en el lazo de realimentación. Él lo expresa así:

“El modelo muestra de qué forma quienes promueven sus objetivos mediante el engaño, el fraude y la falacia han encontrado una manera de hacer retroceder la historia. Han encontrado la forma de tomar el pelo a la mayoría de la gente (fool most people), condicionándola a actuar en favor de sus intereses, creando una especie de Edad de la Sinrazón cuyo final se está convirtiendo en un ecocidio masivo.” (669)

Pero no todo parece perdido. Jugando con su modelo encuentra una ventana de oportunidad en el caso de que se produzca un llamamiento mundial a la movilización. ¡Albricias! Pero cuidado, que la ventana está situada entre el año 70 y el 95 desde el inicio del proceso. Según esta aproximación, ya hemos llegado tarde.

Harich analiza las soluciones que se suelen plantear para abordar estas cuestiones, alguna de ellas presente en mesas de negociación de la política internacional. Refiere las ‘cinco transiciones’ de James G. Speth, que fue director del Consejo para la Calidad Ambiental de los Estados Unidos en tiempos del presidente Carter (años 80), y se encuentra ahora en el World Resources Institute. Speth las propuso en un celebrado paper publicado en la académica Proceedings of the National Academy of Sciences de 1992. Están basadas en las variables P: Población; A: PIB/habitante (affluence); T: Tecnología, correspondientes a la fórmula de impacto físico de la actividad humana I=PAT (670). Complementa estas variables con una necesaria reducción de la desigualdad y también con un cambio institucional profundo (671).

Pero todo ello no acaba de convencer a Harich. Abordar el problema atacando estas causas parece lo correcto, aunque muy difícil. Si fuera cierto que hay una causa común, una causa raíz, en realidad se estarían tratando únicamente los síntomas, sin resolver el problema de fondo. Harich plantea que todas estas manifestaciones no son más que causas aparentes de algún problema previo, causa primigenia.

Él busca pues la raíz del problema, la crux, con el fin de poderlo modelar adecuadamente y ver si estos procesos son realmente intermedios y pueden ser abordados de una sola tacada. Hay técnicas para ello[5], y las emplea. Sigue razonando así:

“El objetivo de toda empresa es maximizar el valor actual de su beneficio, mientras que el del Homo Sapiens es optimizar la calidad de vida para los habitantes y sus descendientes, cosa que incluye la protección del entorno del que dependemos para la vida. Estos objetivos son mutuamente excluyentes, lo que provoca a las grandes corporaciones una pérdida neta anticipada por cada práctica que tanga al segundo objetivo como fin. Hemos encontrado pues una posible causa raíz, una tan ubicua que provoca un goteo continuo que erosiona los esfuerzos mejor intencionados para resolver los problemas comunes, tales como la sostenibilidad.” (672)

La solución que propone Harich es la siguiente. Se trata de modificar las relaciones de dependencia cambiándole el signo al lazo de la resistencia al cambio, y convertirlo a nuestro favor. Harich nos recuerda que la intención original de la empresa era precisamente servir al bien común pero que, mientras que esta idea sigue presente en la mente social, en realidad esto es ahora sólo una verdad a medias (a medias, dice). Lo mismo aplica al crecimiento económico[6], que es tomado por bueno en cualquier circunstancia. De modo que habría que cambiar el objetivo real de las corporaciones de manera que la fuerza de la resistencia al cambio fuera convertida en una fuerza favorable a la sostenibilidad. Esta es la conclusión que se obtiene del modelo, del que ya lleva realizadas 6 simulaciones sin que ninguna de ellas permita resolver nada sensible.

Pero a la séptima va la vencida.

Resultados de la simulación que consigue el éxito deseado (XX)

Resultados de la simulación que consigue el éxito deseado (XX)

En esta séptima simulación Harich ha ideado un índice de sostenibilidad, en porcentaje, que atribuir a cada empresa a fin de año, que será aplicado al beneficio. Si es del 100%, los accionistas tendrán a su disposición todo el beneficio generado. Si es del 0%, nada. La parte no disponible del beneficio sería destinada por la comunidad a compensar las deficiencias de sostenibilidad[7]. Con sólo este cambio, Harich convierte un círculo vicioso en un círculo virtuoso, basado en lo que denomina Corporation 2.0. El modelo presenta el resultado de la figura.

Cadena de apalancamiento una vez dividido el sistema en dos subsistemas

Cadena de apalancamiento una vez dividido el sistema en dos subsistemas

Está claro que la definición de este índice, y su medición, resultarían controvertidos. Pero cosas más difíciles se han hecho, y ésta tiene la ventaja de que activa el efecto palanca que amplifica, realimentación positiva mediante, cualquier pequeña fuerza proactiva de los activistas del interés público. Ello ocurre en la medida de que el resultado de mejorar el problema del ‘acoplamiento adecuado’ del controlador, ya en marcha pero infructuoso por sí mismo, es decir, la salida de ese primer subsistema, se convierta en la entrada del segundo subsistema, que es el que promueve la solución al problema de la resistencia al cambio. Pero este último alterado en sus interdependencias (reglas), con la introducción de esa condición para determinar el porcentaje de beneficio a disponer. De esta forma Harich demuestra que su modelo de dinámica de sistemas se autoorganiza en la dirección correcta.

Sostiene que hacer esto es posible en la realidad ‘if we can overhaul the design of the modern corporation’[8]. No oculta que este intento será contestado a su vez con un lazo de compensación también muy fuerte, pero que ahora sí vale la pena el esfuerzo, pues:

“La historia podría avanzar de nuevo si pudiéramos intervenir en el punto de apalancamiento que promueva en el público la habilidad de detectar el engaño manipulativo.” (669)

Y señala un antecedente: el lazo de realimentación del voto. Era contrario a dictadores, señores de la guerra y déspotas varios, pero ha alcanzado un éxito histórico considerable, que parece seguir propagándose. Aunque algunos hayan aprendido también a forzarlo a su favor.

De esta forma las corporaciones pasarían de difundir o financiar información falsa y tendenciosa, incluida la publicidad, a promover información sobre sostenibilidad (o a callarse). Por ejemplo, mostrarían la necesidad de transitar desde el crecimiento y la eficiencia hacia la suficiencia (673,674). Desde luego esto recuerda a la economía del bien común, del alemán Christian Felber, un reciente intento bienintencionado de superar la dicotomía entre capitalismo y comunismo que fue publicado poco después (675).

Harich observa que esto constituye un punto de apalancamiento (leverage point) al estilo de los descritos por Donella Meadows y que hemos visto más arriba. Denomina a la incorporación del voto la ‘ruler benevolence feedback loop’[9]. Y se pregunta:

“¿Habrá perdido el sistema el lazo de realimentación ‘empresa benevolente’?” (674)

Querido lector, adivino su respuesta

La importancia de la verdad

En definitiva, lo que este trabajo muestra es una nueva obviedad: la mentira hace mucho daño. Pero por la vía del análisis sistémico nos damos cuenta de hasta qué punto el retardo cognitivo que promueve resulta fatal para todos.

Harich pasa entonces a recordarnos la constante falsedad de las afirmaciones públicas, que él estima subjetivamente en un 90% en base al siguiente razonamiento:

“Piense usted en alguna decisión política importante, sea ésta a quién elegir, qué posición apoyar, a qué partido, o incluso acerca de qué valores a largo plazo deben adoptar las personas. De entre los argumentos presentados por quienes intentan influir en estas decisiones ¿cuántos de ellos eran neutrales y factuales, y cuántos eran sesgados y empleaban racionalizaciones, falacias, o eran directamente falsos? … La mayoría de los partidos en la contienda política son accionados por la necesidad competitiva de conformar los hechos y los razonamientos de forma que promuevan sus intereses.” (676)

Y es que, en las democracias modernas, la mayor parte de la influencia sobre las decisiones políticas se vehicula a través del discurso. Mucho más todavía que mediante los chantajes, los sobres, las puertas giratorias o la fuerza. Harich sostiene, y yo le apoyo porque he estudiado estas cosas con detenimiento, que esta falsedad de fondo tiene su origen planificado en las grandes corporaciones y fortunas. Ésas que, como Warren Buffet, creen que la lucha de clases desde luego que existe, y proclama que ellos la van ganando por goleada (677). Pero no hay que ir demasiado lejos: la contrarrevolución conservadora estadounidense ha alcanzado ya, en la hasta ahora resistente Europa, sus últimos objetivos culturales.

Examinar referencias

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Notas al pie

[1] Si ciertas formas de negacionismo estructuran la interpretación de un problema, también condicionarán el pensamiento acerca de la solución – Earthmasters (678)
[2] Puedo estar equivocado porque no he profundizado mucho en este aspecto concreto y he puesto las referencias sólo para quien quiera iniciarse en el tema
[3] Teoría de sistemas liberadora: hacia una teoría crítica del sistemas
[4] Homeostático, dice Harich, en su símil biológico
[5] Root Cause Analysis (679)
[6] El propio inventor del PIB, Simon Kuznets, destacó ya en 1935 que “El bienestar de una nación difícilmente puede ser inferido a partir de una medida del ingreso nacional.” (680)
[7] Esto no es posible hacerlo nunca al 100%, pero insisto que todo esto vale como ejercicio interesante de aplicación
[8] Si podemos revisar el diseño de la empresa moderna
[9] Lazo de realimentación del gobernante benevolente

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