Un año después: «Donetsk, ciudad de contrastes» / Ibai Treviño

Fuente: Berria  // Publicado en slaviangrad.es  // Hace ahora un año que Donetsk comenzó su rebelión popular. Muchas cosas han cambiado desde entonces en la ciudad. Debido a la guerra, muchos han huido de Donetsk: algunos hacia Ucrania y otros, la mayoría, a la Federación Rusa. Del millón de habitantes que tenía la ciudad, la mitad ha huido. Las fábricas están paradas y la producción detenida y a falta de dinero, la población de Donetsk se pregunta cuándo acabará la guerra, con ganas de dar comienzo a una nueva vida.

La gente comienza su vida diaria de compras en el mercado de Donetsk. Es lunes y hay poca gente, como ya es habitual desde que comenzó la guerra, ya que se mueve menos gente por las calles de Donetsk. El mercado es el termómetro y espejo perfecto para ver la fotografía de la ciudad. Aparentemente, la gente está alegre y de buen humor. En la guerra no queda nada más: o reír o morir.

En cuanto a los productos que se venden hay pocas novedades: las tortas tan comunes en el este de Ucrania, ropa y otros productos típicos. Pero Donetsk ya no es Ucrania, o eso dicen los residentes del lugar. Por medio de un referéndum decidieron construir un país nuevo hace ahora un año: Novorrusia o la República Popular de Donetsk. En el mercado se venden también ropa y otros productos de la milicia, signo de que algo ha cambiado en este último año.

El mercado está situado en el centro de la ciudad de Donetsk, igual que el punto más famoso, la plaza de Lenin. En el centro de la ciudad no se observan grandes signos de la situación de guerra. Pocos edificios han resultado destruidos por la guerra civil. Ahí están el edificio del Gobierno, el Parlamento o los hoteles de lujo o negocios, que funcionan con total normalidad. Aunque algunas tiendas permanecen cerradas, muchas de ellas están abiertas. El McDonald’s es uno de esos negocios que ha cerrado sus puertas en la ciudad rebelde. También hay algunos bares al estilo de los pubs modernos de Europa occidental. Así viven los jóvenes de Donetsk, aunque muchos de ellos se hayan unidos a las milicias y hayan elegido luchar.

El día a día

Es el caso de los milicianos que se han reunidos en la avenida de Artyom. Por unas horas, han dejado de lado la guerra y fuman sisha árabe en un pub new age que trata de mezclar la cultura árabe y la occidental. Muchos otros han regresado a su ciudad natal con la intención de buscarse la vida. Es el caso de Evgeny, que había vivido en Valladolid desde pequeño. Ha regresado a Donetsk y ha puesto en marcha un negocio de alguna manera relacionado con la guerra, como traductor de ruso y español.

Si el ir y venir de la gente por la calle no fuera menor de lo normal, nadie diría que esta ciudad está en guerra. Pero en Donetsk solo se puede vivir de día; hay orden de regresar a casa a las diez de la noche y las bombas que caen en las afueras de la ciudad recuerdan que la guerra está ahí.

Al norte de la ciudad destacan los edificios de lujo, como por ejemplo el Donbass Arena, el campo de fútbol, construido para la Eurocopa de 2012: un estadio moderno de cinco estrellas. Un bombardeo dañó una pequeña parte y el Shakhtar, el equipo de los mineros de Donetsk, abandonó la ciudad y ahora juega en Kiev o en Lviv.

El dueño del Shakhtar es Rinat Akhmetov, el empresario más rico de Ucrania. Se llevó el equipo de la ciudad y se posicionó con los seguidores de Maidan. Pero aunque parezca paradójico, la sombra del oligarca no ha desaparecido de la ciudad. El Donbass Arena se ha convertido en un centro de reparto de ayuda humanitaria y la gente de Akhmetov reparte esa ayuda. A cambio de mantener sus empresas en marcha, Akhmetov aporta ayuda humanitaria. Esa generosidad viene de ahí, por supuesto, ya que las empresas de electricidad que el oligarca poseía en Crimea han sido nacionalizadas desde que la península optó por unirse a la Federación Rusa.

El paisaje toma un aire cada vez más apocalíptico cuanto más al norte. Así es el barrio de Kievsky. Las calles están desiertas y la vida social es escasa. La guerra ha hecho desaparecer la vida normal del barrio. Kievsky, Oktyabrsky o Petrovsky son los barrios oscuros situados junto al aeropuerto. La mayor parte de los residentes han huido, pero los hay que han regresado ya al barrio o los que no han querido abandonar sus puestos de trabajo en los hospitales o colegios bombardeados. Así lo cuenta una mujer del barrio de Oktyabrsky: “No nos vamos a ir de aquí, no nos asustan los fascistas de Kiev”.

La periferia, casi sin vida

La normalidad del centro de la ciudad contrasta con la situación que se vive en los barrios obreros de la periferia. Aquí hay escasa vida económica: gran parte de las tiendas están cerradas y la gente vende comida y tabaco en la calle. El transporte apenas funciona fuera de la ciudad y los que siguen funcionando lo siguen haciendo con miedo. Así nos lo cuenta el taxista que nos lleva al hospital de Oktyabrsky. Admite que tiene miedo y huye hacia el centro de la ciudad tan rápido como puede. Los barrios sufren día y noche los continuos bombardeos que provienen de la zona del aeropuerto. Pero aunque estalle un misil dos calles más allá, la población actúa de forma normal ante los ataques.

Muchas fábricas se han visto obligadas a detener la producción y se ha parado el corazón industrial y económico de Donbass. Donetsk es una ciudad de tradición obrera y minera y aunque las fábricas que siguen produciendo traten de hacerlo con normalidad, la guerra ha destruido completamente la zona industrial de las afueras de la ciudad. Reactivar la economía va a suponer un gran esfuerzo en el futuro.

La devaluación que está sufriendo la moneda ucraniana también se ha convertido en un problema grave. Los productos básicos se han encarecido fuertemente tanto en Donbass como en todas partes de Ucrania. Por eso, en Donbass se ha optado por utilizar el rublo, que está saliendo ahora de una profunda crisis. Y no es lo único que llega de Rusia, la ayuda humanitaria también es made in Russia.

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