Cuando se pierde el hilo rojo de la memoria y no se guarda o adquiere conocimiento sobre quienes somos y de donde venimos estaremos a las puertas de ser dominados y avasallados. ¿Porqué el himno de Riego canta a los Hijos del Cid?
Dice:
¡De nuestros acentos
el orbe se admire
y en nosotros mire
los hijos del Cid!
Es sencillo. Hasta entrado el siglo XIX y ya casi en el XX, lo del Cid no era un icono de la reacción. Todo lo contrario. El Cid fue alguien que representaba en la mitología nacional al hombre sencillo que hace valer la ley y el honor sobre la figura del Rey. El Rey estaba limitado por la ley y el honor, no por encima de ello. Y Don Rodrigo Díaz –verdad o no el juramento de Santa Gadea-. era alguien salido del común que obligaba al rey a someterse a la ley. Para el absolutismo del Antiguo Régimen y el muy despreciable Fernando VII, mentar al Cid era insoportable. Era un eco de un tiempo pasado en el que la monarquía era menos poderosa y precisaba de equilibrios, lo que se rompió tras las guerras civiles del siglo XV y luego con la entrada borgoñona y austriaca. Era aquel «Uno a uno tanto como vos, y todos juntos más que vos», del juramento del rey Don Pedro en el Monasterio de Santo Domingo en las Cortes de Castilla.
(sobre esta versión del juramento ha de recordarse la de los reyes aragoneses, la misma básicamente: “Nos, que somos y valemos tanto como vos, pero juntos más que vos, os hacemos Principal, Rey y Señor entre los iguales, con tal que guardéis nuestros fueros y libertades; y si no, no”.
Hoy hay un parking en ese Santo Domingo. Y nada recuerda lo que allí se dijo.
Cuando escuchéis la canción o leáis la letra, recordad que es una canción de marcha entonada para darse ánimos y marcar el paso por una fuerza escasa de soldados que defienden la Nación y la libertad acosados sin tregua por el ejército realista.
Serenos y alegres,
valientes y osados
¡Cantemos, soldados,
el himno a la lid!
¡De nuestros acentos
el orbe se admire
y en nosotros mire
los hijos del Cid!
Soldados, la patria
nos llama a la lid,
¡Juremos por ella
vencer, vencer o morir!
¡Blandamos el hierro
que el tímido esclavo
del libre, del bravo,
la faz no osa ver!
Sus huestes cual humo
veréis disipadas,
y a nuestras espadas
fugaces correr.
Soldados, la patria
nos llama a la lid,
¡Juremos por ella
vencer, vencer o morir!
¿El mundo vio nunca
más libre osadía?
¿Lució nunca un día
más grande el valor,
que aquel que, inflamados,
nos vimos del fuego
que excitara a Riego
de Patria el amor?
Soldados, la patria
nos llama a la lid,
¡Juremos por ella
vencer, vencer o morir!
Honor al caudillo,
honor al primero
que el cívico acero
osó fulminar.
La patria afligida
oyó sus acentos
y vio sus tormentos
en gozo tornar.
Soldados, la patria
nos llama a la lid,
¡Juremos por ella
vencer, vencer o morir!
Su voz fue seguida,
su voz fue escuchada,
tuvimos en nada
soldados morir.
Y osados quisimos
romper la cadena
que de afrenta llena
del bravo el vivir.
Soldados, la patria
nos llama a la lid,
¡Juremos por ella
vencer, vencer o morir!
Ya la alarma tocan;
las armas tan sólo
el crimen, el dolo,
podrán abatir.
¡Que tiemblen, que tiemblen,
que tiemble el malvado,
al ver al soldado
la lanza esgrimir!
Soldados, la patria
nos llama a la lid,
¡Juremos por ella
vencer, vencer o morir!
La trompa guerrera
sus ecos da al viento,
de horrores sediento;
ya ruge el cañón.
Ya Marte, sañudo,
la andana provoca
y el genio se invoca
de nuestra nación.
Soldados, la patria
nos llama a la lid,
¡Juremos por ella
vencer, vencer o morir!
Se muestran: ¡volemos,
volemos, soldados!
¿Los veis aterrados
la frente bajar?
¡Volemos, que el libre
por siempre ha sabido
al siervo rendido
la frente humillar.
Soldados, la patria
nos llama a la lid,
¡Juremos por ella
vencer, vencer o morir!
Divagaciones en el Cinosargo
2020/02/22
El franquismo remodeló por el terror esta sociedad y lo hizo de foma plena y a conciencia. Entre otras cosas, estableciendo muchas cesuras, cortando hilos y borrando muchas cosas de la existencia material y mental. Una de esas cosas fue el siglo XIX, que quedó reducido a Agustina de Aragón y la batalla de Bailén, asi com ose borró de la memoria el proceso y la lucha por construir una sociedad moderna, construir la nación, contra las fuerzas de la reacción.
Por la izquierda se contribuyó a esto con una visión estrecha y unilateral, muy poco dialéctica al no contemplar las realidades como procesos y resultado de todas sus determinaciones (y no meramente de lo más principal, y no atribuyendo un justo peso a lo que desde otras perspectivas se llama contingencia histórica) y, por eso mismo, muy poco materialista sino reduciéndolo todo a como la manifestación de un principio general.
Pero el siglo XIX es clave, es la clave, para entender la España de hoy, sus fracasos son nuestros problemas de hoy, y el modo de parchearlosbrutalmente por la oligarquía frente a la solución que ya pasaba por las clases populares es lo que, en el fondo, dio origen al franquismo como respuesta de esa oligarquía que había frustrado el desarrollo liberal por conservar el privilegio, una oligarquía brutal dispuesta a todo, de mentaalidad criminal, sin principios y sin conciencia nacional que siempre ha despreciado e incluso odiado al pueblo -pese a sus pretensiones ultranacionalistas- cuando la construcción de la nación implicaba su incorporación como fundamento a la forja de la sociedad: se requería la democracia, en esos términos políticos y no meramente formales (que ni eso, pues forma y materia no son cosas separadas) y ellos lo que necesitaban, patra conservar el privilegio, era impedirla.
Se corta así no solo la comprensión de la España, y digo España no como ideal eterno propio del chovinismo, sino como esta sociedad concreta, la nuestra. Sino que tambiñen se corta la posibilidad de que el propio pueblo, las clases populares, se reconozca a sí mismo, sepa lo que es, de dónde viene y que es lo que hace en el mundo aparte de meramente pasar el tiempo que le ha tocado vivir lo mismo que un árbol o una ameba, impidiéndole reconocerse como heredero y continuador de los liberales del XIX (y de todo el hilo del que aquello forma parte y que fue continuado por el mov. obrero), porque es el puebo, las clases trabajadoras las que son sus herederas y no esa reacción, esos defensores del régimen y del franquismo, que son los liberales de hoy en día y que no dudan en alinearse con el fascismo, que solo de boquilla -algunos- critican al franquismo pero luego lo defienden y defienden su obra y sus resultados. (Y no olvidemos que a la pequeña burguesía liberal y radical democática, también la extermminó Franco, que no solo exterminó a, digamos, los portadores de la conciencia de la clase obrera; exterminar, a lo nazi, no commo metáfora, que lomismo hay hoy quien no se ha enterado de quello, dada la política de olvido en que se fundamenta la monarquía actual, culmen de la obra franquista).
Es por eso la falta de patriotismo -comparando con los países de nuestro entorno- en España, y que lo que se manifiesta como tal es algo chusco y que crea aversión, propio de los fans de los campos de fútbol y de los Santiagos Abascales, sin sustancia patrótica pues no puede tenerla, porque esa sustancia es contra lo que ellos se alzan y establecieron el franuismo y la actual monarquía.
Es por eso también por lo que la rojigualda -hoy, tras todo lo que ha pasado, tras todo el siglo XIX y el franquismo- jamás podrá ser la enseña nacional, porque representa la España como fracaso y que se mantiene a hostias como sustrato material del privilegio de la oligarquía, y aparece incluso como obstáculo frente a las clases populares y no meramente como comunidad. Y no como verdadera comunidad en la que todos participamos, sino que esa participación aparece como gracia otorgada al modo feudal por la oligarquía, que le dice al pueblo: «participa, pero ojo, esta es mi finca, así que participa cómo y para lo que a mí me interese, no para forjar lo que es de todos». En el fondo, eso es esta monarquía, mientras que el franquismo fue su preparación por el exterminio de los que no querían ser sumisos y reclamaban España como comunidad, y no commo redil. (¿Pero cómo puede decir nadie que el franquismo no fue un genocidio?).
Esto no va a ninguna parte. Pero para entenderlo hay que conocer el sigo XIX. Y por eso el franquismo lo hizo olvidar. Y por eso los mitos nacionales no descansan en las batallas del siglo XIX y los hérones nacionales quedan reducidos al olvido cosa solo de eruditos, sino que descansa en historietas medievales remodeladas por el nacional-catolicismo y vaciadas de su contenido mítico tradicional. Estos «patriotas» de la rojigualda, no se dan cuenta de que su patriotismo significa borrarnos y vaciarnos como pueblo, que su obra es anti-nacional por mucho ruido que hacen con «‘¡España, España!».
Historietas medievales que todos los pueblos tienen, pero es que aquí solo queda eso, y vaciado y deformado. La construcción de los mitos nacionales implicaba exaltar todo aquello que querían borrar. Y por eso se borró toda aquella ideologia que colocaba a personajes como el Cid en los antecedentes de la tradición liberal y lo redujeron a cosa de Reconquistas.
Esto prueba una vez más que la rojigualda (como enseña) y la monarquía son radicallmente antiprogresistas, esencialmente antipopulares y ojo: inevitblemente antinacionales, como lo fue el franquismo, pese a su estruendoso y ridículo a la par que siniestro ultranacionalismo (aunque el «pese» no está bien dicho: en realidad es lógico).
Del mismo modo se olvidaron otros mitos nacionales por el estilo como el del Rey don Pedro I el Justiciero, e incluso en gran medida el mito de los Comuneros, esa aunque fracasada gran revolución social, primer atisbo del liberalismo y la revolución burguesa en el mundo.
Incluso los franquistas (hoy autodenominados constitucionalistas, que ya es tenerlos cuadrados pero que manifiesta muy bien lo que está pasando y la farsa y contradicción que es el presente rñegimen) trató en el 200 aniversario de absorver, muy ridículamente, la Constitución de 1812 para sí, Pero no lo ha logrado, obviamente, hoy en la calle la gente sabe de esa constitución y de los que luego lucharon por ella, como Riego, tan poco como ayer.
Y con todo esto no estoy defendiendo el liberalismo (de hoy) pero sí el del siglo XIX (el liberalismo más bien que los propios liberales, que a menudo no estuvieron a la altura de la tarea), y el que están en la línea y en la tradición de la lucha de los pueblos de España, en el mismo hilo del progreso, y que el franquismo ha cortado esa memoria (impidiendo con ello el el crear una verdadera identidad nacional, que es que no puede, no puede… los ultrachovinistas estos de la rojigualda es que no pueden porque sería ir contra ellos, porque sería tomar conciencia de las causas y procesos históricos que dieron lugar a los atolladeros en que estamos hoy).
Los equívocos y el asombro entre el pueblo y los miitantes de izquiera que pueda causar la referencia al Cid en el himno de Riego son, me parece claro, otra rueba más de esto que digo, de esta cesura que por medio de la brutalidad y el genocidio produjo el fanquismo, y a la que por su esquematismo y, digamos, «falta de marxismo» (poque, claro, es que el marxismo son cuatro slóganes y no un método), contribuye mayoritariamente la izquierda desde la Transición.
Esto es tan solo como veo las cosas. Por eso este hecho, que aparentemente es tan pequeñito, me parece sin embargo que va a la raíz de muchas cosas.