[El economista 22/04/2010] A corto plazo, Goldman Sachs tiene poco que temer. Tiene las espaldas cubiertas y rebatirá las alegaciones sobre Fab con uñas y dientes. Resolver el caso, a través de todas las fases de apelaciones, llevará muchos años.
El anuncio del viernes afectó muy negativamente a la percepción del mercado del valor de franquicia de Goldman, en parte porque lo que se le acusa de hacer a clientes confiados es tan desagradable. Sin embargo, como un analista de Bank of America ha recalcado, el importe en dólares de esta alegación en concreto es pequeño comparado con el negocio global de Goldman y, francamente, su posición de mercado es tan fuerte que la mayoría de los clientes echa en falta alternativas plausibles.
La acción principal, como es obvio, es el posible ensanchamiento de la investigación. Es probable que incluya a más operaciones de Goldman y de otros grandes bancos. Se presume que la mayoría ha participado en actividades al menos vagamente paralelas, aunque el grado exacto de la ocultación de datos materiales adversos se supone haber variado.
Dos congresistas ya han establecido conexiones, con toda la razón, con el rescate de AIG (¿cuánto fue necesario por operaciones fundamentalmente fraudulentas?), Gordon Brown echa más leña (una oveja legisladora tratando de enfundarse el traje de lobo para las elecciones del 6 de mayo) y el Gobierno alemán estaría encantado de culpar a otros de los problemas de gobernancia de sus propios bancos (como IKB).
Bancos demasiado grandes
Sin embargo, mientras la Casa Blanca inspecciona el campo de batalla y considera la opción más ventajosa, un factor impera. Cualquier persecución de Goldman y otros a través de nuestro sistema jurídico aumenta la incertidumbre y podría incluso provocar una campaña política en el banco.
Y, como sin duda Jamie Dimon (el elocuente y muy bien conectado jefe de JP Morgan) habrá explicado al secretario del Tesoro, Tim Geithner, este fin de semana, demonizar a nuestros grandes bancos de esa manera minará la recuperación económica y podría debilitar la estabilidad financiera en todo el mundo.
Los argumentos de Dimon son válidos, dada nuestra estructura financiera y eso es, precisamente, lo que le hace tan peligroso. Nuestros principales bancos, en efecto, han crecido demasiado como para tener que rendir cuentas ante la ley.
En un tono más positivo, el Gobierno sigue despertándose de su profundo sopor en cuestiones bancarias, al menos a cierto nivel. Como Michael Barr contó recientemente, «la intensidad, ferocidad y repugnancia de los grupos de presión en el sector financiero ha empeorado. Es más intensa».
Hay preocupación por la toma de Wall Street. No obstante, en la cima misma de la Casa Blanca sigue existiendo la ilusión, o al menos existía a mediados de la semana pasada, de que los grandes bancos no son demasiado poderosos políticamente. Empresarios inteligentes ha sido la última frase poco afortunada de Obama (se refería a Dimon y Lloyd Blankfein, director de Goldman ). Al fin y al cabo, dicen algunos, los concesionarios de coches son tan poderosos por lo menos como los fabricantes, por lo que si desguazamos los grandes bancos, el lobby financiero resultante podría ser aún más fuerte.
Pero eso erra en el punto principal, con el que el senador Kaufman nos machacará sin duda esta semana: hay fraude en el corazón de Wall Street. Y sólo podemos pedir cuentas a las empresas, tanto en términos políticos como jurídicos, si no son demasiado grandes.
Los bancos ante la justicia
Es mucho más difícil demandar a un gran banco y ganar (pregunte a su abogado favorito). Los grandes bancos pueden aferrarse a sus clientes con más facilidad pese a tratarles obviamente como carne de cañón (júntese con la gente que gestiona su pensión). Los grandes bancos gastan cantidades disparatadas en hacer presión política, incluso después de haber sido salvados por el Gobierno.
Cuando queremos de verdad llevar a los mega-bancos a los tribunales, y hemos encontrado la teoría legal correcta y unas líneas de investigación convincentes, ellos amenazarán con hundirse o, simplemente, contraer el crédito.
Ningún concesionario de automóviles tiene ese poder. Ninguna asociación de ahorro y crédito aguantaría en último término contra la fuerza de la ley -casi 2.000 quebraron y unas 1.000 personas acabaron en la cárcel tras el fraude financiero galopante de los 80-. No conviene exagerar de hasta qué punto disponemos de igualdad ante la ley en Estados Unidos porque el comportamiento y la inmunidad de facto de los grandes bancos siguen fuera de control.
Los grandes bancos se comportarían mejor sólo cuando y si sus directivos se enfrentaran a sentencias penales creíbles, y eso no ocurrirá mientras que los bancos mantengan su tamaño actual.
Por fortuna, no hay ninguna evidencia de la necesidad de que los bancos mantengan su tamaño actual. Desguacemos los grandes bancos antes de que hagan más daño.
Simon Johnson, profesor del Instituto Peterson y de la Escuela de Administración Sloan del MIT, ex director del dpto. de Estudios del FMI.
Posted on 2010/06/08
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