
Portada de Combat del 7 de septiembre de 1944 con el editorial Nos frères d’Espagne
Nuestros hermanos de España / Albert Camus. Editorial de Combat (1944)
Esta guerra europea que comenzó en España, hace ocho años, no podrá terminarse sin España. La Península ya se está moviendo. Se anuncia una remodelación ministerial en Lisboa. Y, de nuevo, se hace oír en las ondas la voz de los republicanos españoles. Quizá sea el momento de volvernos hacia ese pueblo sin igual, tan grande de corazón como de orgullo, que nunca ha desmerecido a los ojos del mundo desde la hora desesperada de su derrota.
Porque es el pueblo español el que fue elegido al inicio de esta guerra para dar a Europa el ejemplo de las virtudes que debían haberla salvado. Pero, a decir verdad, somos nosotros y nuestros aliados los que lo habíamos elegido para ello.
Por eso, muchos de nosotros, desde 1938, siempre hemos pensado en ese fraternal país con una secreta vergüenza. Y sentíamos vergüenza dos veces. Primero, porque lo dejamos morir solo. Y luego, cuando nuestros hermanos, vencidos por las mismas armas que habían de aplastarnos, vinieron hacia nosotros, les pusimos gendarmes para mantenerlos a distancia. Aquellos que llamábamos entonces nuestros gobernantes inventaron nombres para ese abandono. Lo llamaron, según el día, no intervención o realismo político. ¿Qué importancia podía tener, ante términos tan imperiosos, el pobre concepto de honor?
Pero ese pueblo, que halla de forma tan natural el lenguaje de la grandeza, recién despertado de seis años de silencio, en la miseria y en la opresión, se dirige a nosotros para liberarnos de nuestra vergüenza. Como si hubiera entendido que a partir de ahora es él quien debe tendernos la mano, se nos presenta entero en su generosidad, sin pena alguna de hallar lo que ha de decirse.
Ayer, en la radio de Londres, sus representantes dijeron que el pueblo francés y el pueblo español tenían en común los mismos sufrimientos, que los republicanos franceses habían sido golpeados por los falangistas españoles, como lo habían sido los republicanos españoles por los fascistas franceses, y que, unidos en el mismo dolor, los dos países debían estar juntos mañana en la alegría de la libertad.
¿Quién de entre nosotros puede permanecer impasible? ¿Y cómo no decir aquí, tan alto como sea posible, que no debemos repetir los mismos errores y que tenemos que reconocer a nuestros hermanos y liberarlos también a ellos? España ya ha pagado el precio de la libertad. Nadie puede dudar de que ese pueblo feroz está dispuesto a comenzar de nuevo. Pero son los aliados quienes deben ahorrarle esa sangre de la que es tan pródigo y de la que Europa debería mostrarse tan avara, dándole a nuestros camaradas españoles la República por la que tanto pelearon.
Ese pueblo tiene derecho a la palabra. Basta con que se la demos un minuto para que, con una sola voz, grite su desprecio al régimen franquista y su pasión por la libertad. Si el honor, la fidelidad, si la desgracia y la nobleza de un gran pueblo son las razones de nuestra lucha, reconozcamos que esa lucha supera nuestras fronteras y que nunca saldrá victoriosa en nuestra tierra mientras se vea aplastada en la dolorosa España.
Posted on 2021/01/23
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