HAY QUE SUPERAR LA DINÁMICA DE BLOQUES IDENTITARIOS PARA RECUPERAR LA UNIDAD POPULAR Y DE LA IZQUIERDA
En estos momentos de fuerte confusión y de tremenda dispersión de la clase trabajadora, solo una izquierda fuerte en lo político, lo ideológico y lo social puede ofrecer una alternativa.
Fuente: Mundo Obrero
Tras el anuncio de la sentencia de Tribunal Supremo por los hechos del 1 de octubre del 2017, se ha desatado una ola de indignación en amplios sectores sociales catalanes, expresada mayoritariamente en masivas movilizaciones, algunas acabando con fuertes disturbios, que está condicionado el debate político y la campaña electoral del 10N. ¿Quién está interesado rn avivar el conflicto político catalán para sacar rédito electoral, judicializando y alentando la radicalización y degeneración violenta de las protestas? ¿Quién busca una solución justa y quién imponer su venganza? ¿Alguien utiliza el conflicto catalán, con esta sentencia infame, para sentar un peligroso precedente por sedición de cara a futuras protestas sociales? ¿Es posible una solución al conflicto catalán?
Una sentencia injusta contra el derecho a manifestación y a la protesta
La sentencia es injusta e infame. El Tribunal Supremo admite que la Declaración Unilateral de Independencia no puso en peligro la integridad del Estado, puesto que fue simbólica e irrealizable. Aun así se ceba con los líderes independentistas presos al condenarlos a penas absolutamente desorbitadas, que van de 9 a 13 años de cárcel. Esta sentencia solo sirve para avivar dramáticamente la llama del conflicto, cosa que dificultará mucho una posible salida política. A la vez, sienta un peligroso precedente judicial contra el derecho a manifestación o la desobediencia pacífica. Con la actual definición, se podría procesar por sedición a la Plataforma de Afectados por la Hipoteca por parar un desahucio, a un piquete en una huelga general o a los mineros asturianos por cortar una carretera. ¿Este es el futuro de nuestras libertades? ¿Como nos defenderemos contra las leyes antisociales, la arrogancia patronal y de las elites económicas?
Es tan erróneo considerar al conjunto del independentismo como un enemigo, porque también hay sectores populares que lo sostienen y son aliados, como lo es equiparar todo lo español con el fascismo, puesto que eso empuja a los sectores obreros y populares a la derecha.
Aprovechando la sentencia y la crispación de estas semanas, los sectores más reaccionarios del régimen se han lanzado a una cruzada para recortar el derecho de manifestación, expresión o huelga. El líder del PP Pablo Casado demanda que se tipifique la «rebelión sin violencia» y el «cumplimiento íntegro de las penas para condenados por rebelión y sedición”, penado con hasta 30 años de cárcel. Tratan de imponer una versión autoritaria del Estado, ante los vientos de crisis económica que se avecinan, para apuntalar el régimen monárquico y bipartidista, con un recorte brutal de libertades que conviertan la protesta y la desobediencia pacífica en sedición, e incluso rebelión, como pasaba en la dictadura. De aquí al futuro, cortar carreteras o hacer manifestaciones masivas y pacificas, por ejemplo contra la monarquía, podría suponer 13 o más años de prisión.
Las grandes movilizaciones contra las condenas
El independentismo ha vuelto a resurgir contra la sentencia del Supremo. Antes de la condena se encontraba en crisis, debilitado y dividido, hundido en la frustración y con importantes contradicciones internas sobre el rumbo a seguir tras el fracaso de la independencia unilateral. Ahora las movilizaciones están volviendo a ser masivas. Desde el cerco al Aeropuerto del Prat hasta las impresionantes marchas por la libertad, han sido un éxito rotundo del movimiento independentista, tanto por la enorme participación social, como por paralizar las principales vías de comunicación y teniendo una gran visibilidad mediática e internacional. Todas estas movilizaciones no serían posibles sin el respaldo de las bases populares del independentismo, pero tampoco sin el apoyo de sectores que no son independentistas pero sí están indignados por la injusta sentencia.
Para buscar una solución política y democrática, hay que superar los bloques y la confrontación nacionalista. En primer lugar reforzando en las urnas el 10 de Noviembre a En Comú Podem.
Es de justicia decir que se ha exagerado el seguimiento de la «aturada de país» del 18 de octubre. Los propios datos de la Generalitat lo situaron por debajo del 50%. Esta fórmula es una mezcla de paro patronal y administrativo con algunos sectores minoritarios de trabajadores en huelga. Muchas empresas cerraron bien por apoyo, para evitar problemas o por desabastecimiento. Es importante que no desvirtúe el derecho de huelga al confundirla con lock out (cierre patronal). En estos tiempos de “movilización transversal”, es bueno recordarlo ante la confusión debida por la falta de conciencia de clase, o por la visión interesada que extienden determinados sectores del nacionalismo con las «aturadas de país».
En todas las protestas se ha dejado notar el apoyo de la Generalitat, los medios y muchos ayuntamientos catalanes. Retransmitiendo y convocando desde los media de la Generalitat y del Procés, permitiendo las marchas por autopistas durante días, en algunas empresas y la administración llamando a participar e incluso, pagando el salario, permitiendo que los estudiantes puedan hacer huelga sin presentarse en la Universidad, etc. Claro que hay un amplio sector del pueblo de Catalunya que respalda las protestas, pero la dirección política y la hegemonía de determinadas elites es evidente. ¿Esos mismos poderes políticos han tenido la misma tolerancia en caso de huelgas generales contra las reformas laborales o en defensa de derechos sociales?
Algaradas callejeras, agresiones fascistas y cargas policiales
En estos días, algunos sectores minoritarios del independentismo se han radicalizado en algaradas callejeras, hundidos entre los sentimientos de indignación por la infame sentencia y de frustración por la derrota política del procés y la DUI, tras años de movilizaciones y promesas truncadas. Es justo decir, que la gran mayoría de catalanes se movilizan de forma masiva y pacífica a pesar de las brutales cargas y despliegues policiales desproporcionados. Es sabido que en el independentismo hay sectores de exaltados, aunque también hay sospechas que apuntan a la acción de provocadores infiltrados. Es cada día más evidente que algunos sectores políticos y económicos, a los dos lados del Ebro, quieren que se imponga el odio y la violencia en las protestas, sobre todo hasta el 10 de noviembre.
¿Si no, por qué todas las cadenas de TV retransmitían en directo los disturbios de Barcelona? ¿Era por sensacionalismo y la audiencia o para utilizar las impactantes imágenes y excitar los ánimos, porque hay sectores interesados en que se desate la violencia en las calles y se agudice la situación en Catalunya, con fines electorales y políticos? ¿Cómo pudieron actuar bandas de nazis, con toda su parafernalia fascista, armados con bates de béisbol, cuchillos y palos a agredir a antifascistas, con el despliegue policial que hubo en Barcelona e incluso fueran saludados por agentes policiales?
Esta sentencia además de servir para avivar dramáticamente la llama del conflicto, cosa que dificultará mucho una posible salida política, sienta un peligroso precedente judicial contra el derecho a manifestación o la desobediencia pacífica.
Es cierto que los disturbios de Barcelona han sido de una intensidad inusitada, tanto en la contundencia como en su duración. Hay que situarlos en su justa medida huyendo de las exageraciones interesadas debido a las elecciones. Además, Barcelona tiene una larga tradición de insurrecciones y barricadas. En Francia llevan meses de disturbios mucho más contundentes por las protestas de los chalecos amarillos que no desatan tanta histeria mediática.
Una reflexión es pertinente en estos momentos en la izquierda y la juventud. No hay que idealizar los disturbios ni la violencia gratuita, o más bien, la imagen y la estética de las algaradas callejeras. Las acciones colectivas tienen que ser lo más amplias posibles y servir a unos objetivos políticos, no responder a acciones individuales y unilaterales, tanto por desahogos personales como al “postureo” en las redes sociales que llevan a la marginalidad y a la justificar la represión del Estado.
Hay que denunciar la contundencia de las cargas y los despliegues policiales desproporcionados y arbitrarios. Con detenciones a periodistas, golpes indiscriminados, la utilización masiva de las balas de foam y pelotas de goma (que han dejado sin un ojo a cuatro personas), etc. Una exhibición gratuita de violencia que tiene responsables políticos, tanto el Ministro del Interior Grande Marlaska como el Conseller d’Interior Miquel Buch.
Tampoco hay que pasar por alto la permisividad y comprensión hacia las algaradas y barricadas, que desde algunos dirigentes y sectores vinculados al President Torra y Puigdemont. Hay sectores del independentismo que se deslizan temerariamente hacia el extremismo, e incluso parece que desean que haya mártires con los que victimizarse para llamar la atención internacional.
Sentencia y elecciones, un cóctel explosivo
Que Pedro Sánchez no formara gobierno en julio y decidiera ir a elecciones en noviembre ha sido temerario e irresponsable. Se sabía que la sentencia del Procés llevaría a una escalada de la tensión y a una situación explosiva. Al juntarse la condena con las elecciones se ha dejado el terreno abonado a pirómanos e incendiarios, que pretenden pescar votos agitando el enfrentamiento y el odio nacionalista, en una dinámica endiablada que polariza a la sociedad por los extremos.
Con la actual definición, se podría procesar por sedición a la Plataforma de Afectados por la Hipoteca por parar un desahucio, a un piquete en una huelga general o a los mineros asturianos por cortar una carretera. ¿Este es el futuro de nuestras libertades? ¿Como nos defenderemos contra las leyes antisociales, la arrogancia patronal y de las elites económicas?
Hay quien quiere que todo degenere. Saben que la exaltación de los dos nacionalismos, españolista e independentista, da votos. La espiral de confrontación nacionalista retroalimenta a la derecha y a la extrema derecha, legitima una deriva reaccionaria del régimen, desvía la atención y esconde los problemas sociales, enfrentando a los pueblos y dividiendo a la clase obrera. En la clave del «cuanto peor, mejor», al final, pierde la mayoría trabajadora. ¿Esta estrategia entraba en los cálculos electorales del PSOE para justificar un giro a la derecha o está siendo desbordado por los acontecimientos?
El incendio catalán, la coartada para justificar la derechización del PSOE
Estaba claro que a Pedro Sanchez le incomodaba pactar por la izquierda con Unidas Podemos en julio. En ese momento Catalunya estaba en calma y predominaban las protestas populares, lideradas por los pensionistas, el movimiento feminista y las luchas obreras, que exigían mejoras sociales y políticas progresistas. Al fracasar todos los intentos de ser apoyado por Ciudadanos, el PSOE decidió llevarnos a unas nuevas elecciones, creyendo que podría culpar a UP del fracaso de la investidura para mantener un cierto perfil progresista, y crecer con parte del electorado abandonado por Rivera en su delirio reaccionario.
Aprovechando que el ruido del conflicto catalán tras la sentencia ha silenciado las luchas sociales, el PSOE ha realizado un sustancial giro a la derecha. En estos días, el Gobierno ha endurecido su discurso frente al independentismo catalán para competir con la derecha en ascenso, reduciéndolo a un problema de orden público, llegando hasta la delirante comparación con el conflicto vasco del Ministro del Interior Grande Marlaska. Hasta tal punto el PSOE ha virado a la derecha, que casi desaparecen del programa las referencias al federalismo y al Estado plurinacional, lo que ha sacado los colores hasta a sus socios catalanes del PSC. En lo económico y lo social también se ha notado el giro reaccionario. Anunciando algunas de sus reformas como la «mochila austriaca» (el despido libre y gratis para las empresas), la no subida del SMI a 1.000€ en 2020 o descartar la subida del IRPF a las rentas más altas.
Puesto que la campaña corría peligro de torcerse, un PSOE desbordado por los acontecimientos de Catalunya que creía poder controlar, trató de compensarlo instrumentalizando la exhumación del dictador del Valle de los Caídos, con el fin de mantener una cierta imagen de izquierdas, que acabó siendo un lamentable espectáculo de impunidad fascista. Ese el gran problema del PSOE, necesita dar una imagen progresista para atraer al electorado de izquierdas y, a la vez, contentar a los poderes financieros. Vienen tiempos de crisis económica, políticas y drásticos recortes antisociales impuestos por la UE, el FMI y el BM. El gran capital necesita gobiernos serviles y comprometidos con la agenda neoliberal y austericida. Y los hechos de Catalunya son toda una tentación para justificar la derechización de Pedro Sanchez.
La competición electoral de la derecha española: ¡Yo soy más español que tú!
Con este panorama, la derecha y la extrema derecha se frotan las manos. Saben que el enfrentamiento nacionalista es el terreno más propicio para su ascenso. La situación en Catalunya exalta los odios nacionales e históricos y la derecha los sabe explotar electoralmente. Durante muchas décadas el conflicto vasco les dio un alto rendimiento. Como ya no hay una ETA a la que culpar, su substituto es el independentismo catalán.
Persistirán en su estrategia de tensión nacionalista que tantos réditos les ha dado. Son conscientes de que agudizando el nacionalismo, se desatan los sentimientos más primarios de odio y resentimiento, llevando la crispación de la sociedad hasta el paroxismo más irracional. Saben que la independencia unilateral es una quimera fracasada y tratan de insertar en importantes sectores del pueblo español, el sentimiento de venganza de los vencedores y la humillación sobre los vencidos.
Este proceso de radicalización se exacerba al estar en pleno proceso electoral, donde la derecha salta desbocada en una competición sin fin para obtener el máximo de votos, a golpe de mostrar quien “la dice más gorda”, se muestra más españolista y quien lleva más lejos su anticatalanismo. Desde Abascal llamando al estado de excepción y la militarización de Catalunya, a Rivera prometiendo intervenir la Generalitat y encarcelar a los dirigentes independentistas o Pablo Casado exigiendo intervenir a los Mossos y la aplicación de la Ley de Seguridad Nacional.
El líder del PP Pablo Casado demanda que se tipifique la «rebelión sin violencia» y el «cumplimiento íntegro de las penas para condenados por rebelión y sedición”, penado con hasta 30 años de cárcel. Tratan de imponer una versión autoritaria del Estado, ante los vientos de crisis económica que se avecinan.
En esta partida, Ciudadanos tiene las de perder, Rivera pagará muy caro no haber cumplido con su papel de bisagra del bipartidismo invistiendo a Sánchez. Creyó que podía competir por liderar a la derecha españolista y acabará devorado por sus “socios”, sobre todo por el PP, pero también por VOX. No hay que subestimar los nefastos efectos del odio reaccionario en amplios sectores sociales en este contexto de exaltación nacionalista. No es descartable una victoria de las derechas. Ante el peligroso auge de una derecha y extrema derecha desatadas, es ineludible movilizar masivamente el voto de izquierdas para evitar que sumen, como ocurrió en Andalucía y Madrid.
Las contradicciones del independentismo: Jo sóc més independentista que tu!
Una de las claves más importantes para entender del procés, y que lo ha caracterizado desde sus inicios, ha sido la disputa entre los neoconvergentes de JxCat-PDCat con Esquerra Republicana de Catalunya y en menor medida con las CUP. En plenos momentos de explosión social y ante las elecciones, se agudizan todas las tensiones existentes entre las fuerzas independentistas. Por un lado, quieren mantener una aparente imagen de unidad, porque son rehenes de sus palabras y no pueden salirse del relato que han construido ante sus bases sociales en estos años de Procés, y por el otro, se miran de reojo por su rivalidad, con el objetivo puesto en poder conquistar o mantener la hegemonía del movimiento independentista, obtener su rédito electoral, gobernar los máximos ayuntamientos posibles y, sobre todo, controlar el poder de la Generalitat.
Tras los importantes resultados de ERC en las generales de abril, todo parecía apuntar a que, si se establecía un gobierno del PSOE apoyado por UP y ERC en julio, los Republicanos podrían hacer caer al Govern de Torra para ir a unas elecciones autonómicas en Catalunya. La investidura de Sánchez fracasó y se convocaron Elecciones Generales. ERC ahora es la fuerza mejor situada. La que busca de forma más decidida una salida política, alejada del fracasado unilateralismo. El problema es que, la encarnizada sentencia ha sido un duro golpe a los presos, especialmente para su líder Oriol Junqueras, condenado a la pena más alta con 13 años. Lo que está radicalizando la postura de su base social y dejando sin argumentos a los que intentan buscar una salida negociada con el Gobierno Central. Además, en medio del proceso electoral, ERC no se va a inmolar apareciendo como el partido que rompe la unidad de los independentistas, ya que eso supondría una importante pérdida de votos.
La derecha catalana de JxCat está instalada en el “cuanto peor, mejor” como reflejo de su debilidad. No olvidemos que votó en contra en la investidura de Sánchez, al lado de PP, C’s y VOX. Los neoconvergentes tratan de mantener el poder de la Generalitat, haciendo equilibrios para salir lo mejor posible el 10N y sin que sean intervenidos de alguna forma por Madrid. El Govern de Torra lanza soflamas incendiarias llamando a la movilización y luego las reprime duramente con los Mossos, poniendo a la ciudadanía en el disparadero. Quieren mantener el poder a toda costa y salvar los muebles utilizando las protestas electoralmente, mientras su rivalidad con ERC se agrava, la unidad del Govern se resquebraja y la CUP le disputa parte del espacio electoral. Su imposible propuesta de hacer una nueva consulta en esta legislatura o la declaración del Parlament sobre la autodeterminación es una fuga hacia delante electoralista. La derecha neoconvergente esta nerviosa. Quiere salir reforzada el 10N frente a ERC y la CUP como sea.
La presentación de la CUP para las Generales responde a su erosión y pérdida de protagonismo tras las elecciones Generales de abril donde estuvo al borde de la escisión entre sus dos almas (Poble Lliure y Endavant), especialmente por su retroceso en las municipales, azuzadas por la acción de algunos personajes mediáticos y tránsfugas, al servicio de ERC y JXCat. La movilización de los sectores más combativos del independentismo tras la sentencia parece haberle vuelto a dar alas. Veremos sus resultados y como se sitúan en el Parlamento español. Es de resaltar que una parte importante de sus bases tienen más simpatía hacia Puigdemont y Torra que con ERC. ¿Fue casual que expulsan con gritos de “butifler” a Gabriel Rufían de una manifestación independentista de los CDR (donde las CUP son más fuertes), o solo respondía a la frustración y la búsqueda de culpables por las derrota de la “revolució dels somriures”?
¿Es el independentismo un movimiento de “burgueses”?
Las pugnas políticas descritas anteriormente son importantes, pues ahí se dirime quién tiene la hegemonía y la dirección del movimiento, pero no son las únicas. Hay otras claves que condicionan el movimiento independentista catalán. Algunos sectores de la izquierda no independentista pretenden reducir el procés a un movimiento de “pijos” o burgueses y, a la vez, idealizan la “unidad” de España como expresión de la unidad de la clase obrera. Suelen “olvidar” que la oligarquía española promueve ese nacionalismo y es la que detenta el poder del Estado.
Es evidente que hay fracciones de la burguesía y que su peso político es incuestionable, pero también lo es que detrás hay una amplia base social-popular, asociativa y cultural. Es un error habitual de esa izquierda cegada por el identitarismo españolista, reducirlo todo a un problema de orden público o a luchas palaciegas entre burgueses. Existe un problema político de fondo que tiene raíces históricas, económicas, psicológicas, lingüísticas y culturales. El movimiento nacional catalán tiene más de un siglo de existencia y los sectores populares y de la cultura vinculados a él, han jugado un papel progresista en momentos clave de la lucha de clases en España.
En un texto de antes del referéndum del 1º de octubre del 2017 intenté definir la composición de la base social del independentismo catalán: “Es cierto que han contado con la infraestructura y los medias públicos de la Generalitat, así como de más de setecientos municipios organizados entorno al AMI, pero también lo ha sido, el papel sustancial del mundo de la cultura catalana encuadrada en torno a Ómnium Cultural, los sectores de la intelectualidad, la universidad y los estudiantes ligados al “procés”, del deporte e importantes clubs de futbol como el Barça, de algunos grandes empresarios, organizaciones patronales, cámaras de comercio y de la pequeña burguesía urbana, además del respaldo de asociaciones del mundo rural y campesino y algunas pequeñas organizaciones obreras y corrientes de diferente calado en las grandes centrales sindicales”. (1)
También es cierto que el procés ha logrado atraer a sectores que no eran independentistas, debido al descontento con la crisis, el anticatalanismo visceral instalado en la política española, las políticas reaccionarias y represivas que se han impuesto desde los diferentes Gobiernos Centrales y el acierto de presentar el independentismo con un barniz republicano, para acercar a jóvenes e izquierdistas de las zonas metropolitanas. Lo que sí es innegable, es que la dirección política y las corrientes ideológicas hegemónicas en el independentismo no cuestionan al capitalismo ni al imperialismo. Además, simpatizan abiertamente con el sionismo criminal de Israel. El mejor ejemplo fue la última concentración, apoyada en twitter por Puigdemont, del independentismo catalán en solidaridad con el movimiento neocolonial britanico y pro Trump en Hong Kong, mientras mantenían un absoluto silencio sobre las luchas populares en Ecuador o Chile, o las victorias en Venezuela, Bolivia, México, Argentina o Uruguay.
¿Ser español es sinónimo de fascista?
Los trabajadores que se sienten españoles por los vínculos con las zonas de origen de sus padres o abuelos, que vinieron de toda España a trabajar a Catalunya, no son en general de derechas ni fascistas. En las fábricas y los barrios obreros, la periferia llamada antiguamente el “cinturón rojo” de Barcelona, la inmensa mayoría votan por opciones que creen de izquierdas. De hecho, En Comú Podem llegó a ganar dos veces consecutivas unas elecciones generales en Catalunya y, ese mismo voto obrero y popular, ha hecho dos veces alcaldesa de Barcelona a Ada Colau. En las diferentes elecciones la derecha saca pobres resultados en las zonas metropolitanas, salvo en las últimas elecciones Catalanas donde ganó excepcionalmente Ciudadanos, porque el eje del debate político se situó en lo nacional y no en lo social.
Aprovechando que el ruido del conflicto catalán el PSOE ha realizado un sustancial giro a la derecha, tando en su discurso frente al independentismo catalán como en lo económico y lo social, anunciando algunas de sus reformas como la «mochila austriaca», la no subida del SMI a 1.000€ en 2020 o descartar la subida del IRPF a las rentas más altas
Lo cierto es que el independentismo pesa muy poco entre la clase obrera industrial, el proletariado urbano y los sectores sociales más humildes. No es casual que sea el castellano el idioma dominante en los barrios obreros, porque es donde predomina la inmigración del resto de España en los 60 y los 70, así como entre sus hijos y nietos (los llamados “charnegos” de forma despectiva y ahora “ñordos”, de forma ofensiva y degradante, por los sectores más xenófobos y fanatizados del procés).
Tampoco es casual que haya recelos al sentirse discriminados o maltratados por la derecha y otros sectores del nacionalismo catalán. Solo hay que comparar las penosas condiciones de vida de los barrios obreros y zonas periféricas de las grandes urbes catalanas, donde viven hacinados, con otras zonas más exclusivas donde es más fuerte el independentismo. Hay que ver cómo, quién y dónde ha sido golpeado más duramente por la falta de inversión pública, servicios sociales y por los brutales recortes impuestos por los distintos gobiernos Convergentes. En las circunstancias de exacerbación del conflicto en clave nacionalista, el terreno está abonado para empujar a muchos de estos sectores a abrazar su identidad española y virar a la derecha, cuando son sectores tradicionalmente de izquierdas.
Este es el riesgo más importante de este conflicto: el divorcio entre la clase obrera que se siente española y muchos sectores populares ligados hoy al independentismo. La destrucción de esa alianza obrera y popular, que es el resultado del compromiso de la clase obrera con la cuestión nacional, es centenaria y producto de una larga tradición mestiza del movimiento obrero de Barcelona (primero por la acción del movimiento libertario y la CNT y luego por los comunistas del PSUC), sería un golpe terrible para la izquierda en general. Es lo que verdaderamente está en juego y lo que, tanto las fuerzas del régimen como las reaccionarias del procés, quieren destruir a toda costa para evitar que Catalunya vuelva a ser durante mucho tiempo un motor de cambio de España.
Romper la identificación de independencia con república y monarquía con España
En el terreno de la confrontación nacionalista pierde la izquierda y los trabajadores. Mientras más identificación haya con lo nacional (España y Catalunya), más se separan los trabajadores y se destruye la conciencia y la solidaridad de clase. La izquierda debe superar los falsos dilemas e ilusiones. Si se sigue identificando independencia con república y España con monarquía, seguiremos perdidos en la división que nos imponen la oligarquía y las distintas fracciones burguesas.
El procés ha tenido el acierto de vincular su proyecto independentista con la construcción de una república que, aunque sea ficticia, ha calado en el imaginario colectivo de amplios sectores del pueblo catalán, lo que ha creado algunas simpatías, e incluso idealizaciones, en algunos sectores de la izquierda española. El régimen conoce las potencialidades y los sentimientos que moviliza el nacionalismo español. Igual que el independentismo ha situado la “república catalana” como su proyecto político, el régimen está agitando el nacionalismo español reaccionario y monárquico, como el elemento garante de la unidad de España, para ganarse la adhesión de amplios sectores populares.
Ya veremos si tras el 10N suman las derechas o si gana un PSOE escorado a la derecha. En todo caso, el bipartidismo va a recuperarse electoralmente y buscará acuerdos de gobernabilidad en el futuro. La monarquía quiere recobrar la legitimidad perdida en la crisis tras los numerosos escándalos y las corrupciones de la Casa Real. El régimen ha visto en el independentismo catalán el mejor enemigo a batir para unificar, entorno al nacionalismo español más reaccionario, a importantes sectores populares. Es preciso parar la recomposición del régimen en una versión más autoritaria y opresiva contra los pueblos y los trabajadores.
Esta situación también es consecuencia de la debilidad de la izquierda, al no haber sido capaz de articular una alternativa republicana con amplia base obrera y popular en toda España. Para cambiar el actual escenario, hay que acabar con la confrontación territorial que refuerza la deriva reaccionaria del régimen y debilita cualquier salida progresista, popular y democrática, tanto para Catalunya como para el resto de España. Hay que superar la dinámica de bloques identitarios para recuperar la unidad popular y de la izquierda. Es tan erróneo considerar al conjunto del independentismo como un enemigo, porque también hay sectores populares que lo sostienen y son aliados, como lo es equiparar todo lo español con el fascismo, puesto que eso empuja a los sectores obreros y populares a la derecha. La verdadera solución democrática en Catalunya dependerá de que haya una ruptura democrática en España. Y eso solo será posible, mediante la constitución de una República Federal.
Cuando Karl Marx resurja en las fábricas, los barrios y las escuelas…
No hay que dejarse deslumbrar por las impresionantes manifestaciones independentistas, como hace cierta izquierda, sobre todo desde la debilidad y hasta con cierta envidia. Hasta que no seamos capaces de tener organizado nuestro propio entorno social y cultural de masas, organizada a la clase obrera y a los pueblos para cambiar la dinámica política, debatiremos y nos confrontaremos en los que nos impongan los demás. Menos complejos e idealizaciones y más organización en los centros de trabajo y estudio, en los barrios obreros, el mundo de la cultura y los sectores democráticos del Estado.
El deber de la militancia comunista y de izquierdas en esta etapa pasa por buscar una salida justa y democrática. En este camino, algunos independentistas nos critican y llaman españolistas cuando denunciamos a la Generalitat o al Procés, al igual que lo hacen los españolistas, llamándonos independentistas, cuando denunciamos la represión y la deriva reaccionaria del Estado. Siempre será difícil ser comunista o de izquierdas, y más en los tiempos de agitación patriotera. Son momentos de templanza, de no caer en provocaciones y de tener la cabeza fría, para no dar alas a una peligrosa escalada represiva.
La cuestión no es tanto cómo ganar el debate sobre la cuestión nacional, sino de cómo somos capaces de organizar y movilizar, con nuestras propias fuerzas, a los sectores obreros y populares para imponer el debate social sobre el nacional. Esos sectores sociales que no se sienten representados por ninguno de los bloques ni extremos, que son y serán el cemento que pueda soldar las cicatrices resultantes del enfrentamiento nacionalista. Es hora de poner en el centro del debate político los problemas sociales que afectan al pueblo trabajador. La movilización obrera y popular debe impulsar y definir a la verdadera izquierda. Los pensionistas, las feministas o las luchas obreras y sindicales nos marcan el camino a seguir.
Es crucial centrar el debate político en la problemática social. Hay que denunciar la verdadera realidad catalana llena de desigualdad, precariedad o desahucios. Un 20% de catalanes están en la pobreza. Los ERE’s y los cierres de empresas se extienden, la dependiente industria catalana y el empleo empiezan a estar seriamente amenazados por la crisis capitalista, los cambios tecnológicos y geopolíticos. La precaria situación de la sanidad pública, donde las listas de espera se disparan y la falta de medios ponen en peligro la vida de las personas. Las matriculas universitarias son las más altas de España. El acceso a la vivienda y al alquiler social son una quimera, etc. Estos son los problemas de fondo en Catalunya y también en España, tan «olvidados» en estos días de excitación patriotera en la campaña electoral.
La movilización popular sitúa los problemas reales y deja al descubierto a quién y qué intereses de clase defienden los diferentes gobiernos y fuerzas políticas. Unas semanas antes de la sentencia, la Generalitat mandaba a los Mossos a desalojar a porrazos a activistas antidesahucios y familias de sus casas en Barcelona para favorecer a los «fondos buitre». Hace solo unos días era detenido el activista de la PAH de Santa Coloma Juan Pastor, además de identificar e incriminar a otros, entre ellos militantes del PSUC viu, todo por defender a una familia que iba a ser desahuciada, ¿Esta es la forma como el Govern de la Generalitat y las fuerzas que lo sostienen van a “construir” la “república”?
Unas semanas antes de la sentencia, la Generalitat mandaba a los Mossos a desalojar a porrazos a activistas antidesahucios y familias de sus casas en Barcelona para favorecer a los «fondos buitre».
En estos momentos de fuerte confusión y de tremenda dispersión de la clase trabajadora, solo una izquierda fuerte en lo político, lo ideológico y lo social puede ofrecer una alternativa. Aprender de la obra de nuestros maestros nos puede dar las claves necesarias para el futuro. Al igual que vive el fascismo de nuevo, para combatirlo será necesario que resurja el socialismo de Karl Marx y vuelva ser la inspiración de las luchas sociales y políticas en los barrios humildes, los centros de trabajo y de estudio, que el movimiento obrero vuelva a ser la principal fuerza de cambio social y el centro de la historia, la economía, la cultura, la política y la ideología.
El PSUC es la respuesta al futuro de Catalunya
La inmensa obra y experiencia del PSUC nos debe servir para construir una alternativa que supere el actual enfrentamiento nacionalista. Volviendo a unir en “un sol poble” por la vía del “catalanisme popular”. A fusionar la fuerza de la clase obrera, con la defensa de la lengua y la cultura catalanas, desde su perspectiva integradora y mestiza bajo la consigna “es català qui viu y treballa a Catalunya”. Fue el PSUC el que organizó a la clase obrera en los centros de trabajo en base a sus reivindicaciones en momentos extremadamente difíciles, bajo la feroz dictadura franquista. Organizando la lucha y la vida en los barrios obreros, a través de las Asociaciones de Vecinos, por los servicios e instalaciones sociales (escuelas, centros de asistencia primaria, etc).
El Partido que supo comprender la cuestión nacional, defendiendo, como nadie, la cultura y la lengua catalana que vivieron un nuevo esplendor en plena lucha contra el franquismo. La intelectualidad y el estudiantado se acercaron a las ideas revolucionarias a través del PSUC. Así fue reconocido como Él Partido por toda la clase obrera y el pueblo de Catalunya. Consiguiendo que un 11 septiembre de 1977, centenares de miles de andaluces, extremeños, aragoneses, etc., defendieran como propios los derechos nacionales de Catalunya, la tierra que los había acogido, sin tener que romper con sus orígenes en España.
Para buscar una solución política y democrática, hay que superar los bloques y la confrontación nacionalista. En primer lugar reforzando en las urnas el 10 de Noviembre a En Comú Podem, la izquierda que puede dar continuidad al espacio histórico y político heredero de la tradición del PSUC. La única fuerza política que, por sus vínculos con Unidas Podemos, Izquierda Unida, el PCE y su firme defensa de la España plurinacional y democrática, puede tender puentes para plantear una salida política que supere la dinámica de enfrentamiento y frene la peligrosa deriva autoritaria. Será primordial que no se fortalezcan las fuerzas de la derecha y la extrema derecha que representan el odio, la humillación y la venganza. Tras las elecciones habrá que ver cómo queda la correlación de fuerzas, para plantearse movilizaciones sociales lo más amplias y democráticas posibles, donde la izquierda, el mundo de la cultura, el asociacionismo y las organizaciones sindicales deben jugar un papel fundamental.
Habrá que buscar una salida, para que empiecen a cicatrizar las heridas y vuelva a soldarse de nuevo la sociedad catalana. Para ello será necesario que las fuerzas de izquierdas y populares del independentismo sean valientes, den un paso al frente y rectifiquen, abandonando definitivamente toda vía unilateral y asumiendo que existe otra Catalunya popular que no es independentista y que también aspira a más democracia, libertad, trabajo y una vida digna. A la vez, habrá que exigir la libertad de los presos, como reivindicación justa y necesaria para destensar la sociedad catalana, e iniciar la normalización del diálogo entre la Generalitat y el Gobierno Central, como pasos previos para establecer una negociación política que trate de encontrar una solución justa y democrática, por la convivencia, poniendo por delante y dando soluciones a los graves problemas sociales, y más acuciantes, que sufre la sociedad catalana.
Posted on 2019/11/10
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