
Al final, siempre explota [1]. Pero ¿qué sueño ha sido postergado, cómo y por quién? ¿Quiénes son los alborotadores, qué los motiva – y eso importa? ¿Hubo algún núcleo radical en los disturbios que pudiese hablar con nosotros, si sólo escuchásemos o eran el mudo reflejo de una sub-generación nihilista y egoísta de saqueadores-consumidores lamentable e incomprensible y nada más?
La primera idea coincide con la versión romántica de la figura del alborotador como la nueva vanguardia-sujeto en la lucha de clases, imperfecta, pero comunista en su esencia. La última idea coincide con el punto de vista que afirma que los alborotadores necesitan ser rescatados por un programa o una organización política de algún otro segmento de la clase trabajadora: el principal significado de sus disturbios es una reprimenda moral al movimiento que se ha olvidado de ellos. Ambas son intentos de constreñir una realidad compleja bajo análisis demasiado-fáciles.
No hay “esencia” alguna en los disturbios; más allá de la expresión de una fase particular en la recomposición de las relaciones de clase en los barrios marginales de las ciudades británicas. Como pudimos ver, los disturbios son parcialmente producto de una deliberada conciencia de clase real, positiva e internacional, si bien es cierto que la consciencia de una muy particular sub-sección de la clase. También hubo elementos en ellos que no solo fueron nihilistas y egoístas, sino también despiadados y crueles.
Estas tendencias no se expresan en distintos grupos de participantes: unos alborotadores “correctos” y unos cuantos matones. Probablemente habría algunos alborotadores con una clara ética de clase, como también habría algunos que viesen en los disturbios principalmente una tapadera para atracar y quemar el coche de su vecino. Pero lo que es más probable es que esas agendas estuviesen interpoladas en toda la multitud, presente a diferentes grados en diferentes individualidades, y de forma diferente en cualquiera de las individualidades a distintas horas de la noche.
La idea romántica es la más fácil de desechar. David Harvey [2], escribiendo para The Commune, propone “lealtad” al fenómeno de los disturbios. “Tenemos que apoyar el estallido de los sin voz en nuestra obscena sociedad”. Por lo tanto, “el problema no es el exceso de tal o cual acción, es simplemente que los alborotadores no son lo bastante radicales”. Por supuesto, no existe un problema que sea “el problema”. Pero desde luego, que 100 familias [3] hayan sido desahuciadas, y aterrorizadas [4] en el proceso, es un problema. Es comprensible que un amplio artículo de opinión se centre en estos sucesos, como también en la destrucción de pequeñas tiendas familiares. Cinco personas han sido asesinadas en los disturbios desde el domingo, ninguna a manos de la policía.
Muchas de las diferencias con los disturbios urbanos de 1980 han sido exageradas (por ejemplo, los incendios y saqueos también fueron comunes entonces, y la raza no fue el factor más importante de todos, aunque sí lo fue en determinadas zonas). De cualquier manera, parece que se ha producido una escalada en el uso de la violencia imprudente. Contrastad el incendio de locales familiares con la siguiente opinión expresada en Liverpool en 1981 [5]. “No atacamos ningún local familiar” “y qué hay del garaje de la esquina, la gente trabaja ahí” – “Sí, pero el local no les pertenece, el dueño es Shell”. Por supuesto, el contexto general de conciencia de clase ha amainado, desde luego, 30 años de neoliberalismo han producido un entorno material tan destructivo para las mentes de los jóvenes que simplemente les da igual.
(La otra gran diferencia, desde mi punto de vista, es que ha habido muchos menos policías heridos y muchos más arrestos. Tras cuatro días de disturbios en Londres 111 agentes de policía [6] resultaron heridos y se llevaron a cabo más de 1000 detenciones. En comparación con los disturbios de Brixton [7] de 1981, donde 229 agentes acabaron heridos y se produjeron 82 detenciones en aquel momento – aunque al menos 280 [8] fueron arrestados después. Esto refleja en parte la superioridad del equipamiento y entrenamiento de la policía, pero también puede reflejar una pauperización organizativa y una menor agresividad de los alborotadores – o quizás una mayor preocupación por saquear que por enfrentarse a la policía. Chris Harman indica que el análisis [9] de las cifras de diferentes zonas en 1981 muestra que “cuanto mayor es el número de policías heridos, menor es el número de arrestos”.)
La mayoría de los saqueos parecen– a partir de relatos anecdóticos – más o menos un mercado negro capitalista. “Los líderes de las pandillas retrocedían mientras los más jóvenes corrían hacía las tiendas”, informa Jonathan Tomlinson [10]. Vi en Hackney lo mismo que algunos amigos contaban en el Sur de Londres: hombres adultos dirigiendo grupos de chavales en bicicletas. Un amigo describía el saqueo de un centro comercial de Burberry: coches con ventanas oscuras subidas, y hombres cargando bienes al maletero. Vimos atracos oportunistas en Hackney, y un suceso particularmente repugnante [11] de este tipo fue grabado en video. En este contexto, es imposible eludir la crítica de “tal o cual” acción, no porque sea impopular no hacerlo, sino porque es imposible elegir cuidadosamente el contenido de clase valido de los disturbios sin ser capaz de distinguir, políticamente, el incendio de un coche de policía o el de una casa.
Clase, hedonismo y desesperación
Will Davies [12] ha escrito uno de los análisis más interesantes sobre la semana de disturbios, pero en su elaboración promueve la idea del alborotador como consumidor apolítico.
En sí mismos, estos disturbios pueden tratar sobre la desigualdad: la concentración de riqueza y poder puede que simplemente se hayan convertido en algo demasiado difícil de manejar. Pero por sí mismos, tratan sobre el poder, el hedonismo, el consumo y la soberanía del ego. Cualquiera que esté en desacuerdo con esto simplemente está negándose a reconocer que los participantes sean capaces de dar sentido a lo que están haciendo.
Al contrario de lo que dice Will Davies, si reconocemos que los participantes son capaces de dar sentido a lo que están haciendo, la política de clase estaría perfectamente clara.
Un hombre en Tottenham [13], el sábado por la noche, le contó a un reportero que lo veía como una “batalla” contra “la clase dominante”. En otro lugar, un alborotador le contó a Sky News que “no hay futuro para los jóvenes, esto es como yo lo veo ya que el gobierno solo ayuda a los ricos. No se preocupa por nosotros”. Uno de sus amigos exigía la restauración de la EMA (Education Maintenance Allowance), más ayuda para las madres solteras, y el fin de la subida del precio de las matrículas. Dos chicas de Croydon [14], bebiendo un rosé robado a las 9:30 de la mañana del martes decían: “es culpa del gobierno…esto va de enseñar a la policía que podemos hacer lo que queramos…todo esto ha sucedido por culpa de los ricos, así que estamos aquí para mostrarles que podemos hacer lo que queramos”.
En un momento de calma durante los disturbios del lunes en Mare St, una mujer de 21 años que ha vivido en Hackney toda su vida me dio su propia interpretación.
Es la revuelta de los chavales contra las cadenas capitalistas que los atan, tiendas como Game o JD donde los medios les dicen que tienen que comprar…la mitad de la gente de aquí no es política, eso no significa que no haya política en ellos…han atacado a Ladbrokes, es algo que me alegró bastante…viviendo en una zona como esta, tu ya me entiendes.
El acoso policial es otro de los temas más comunes. Para una parte importante de la población negra, ese acoso es interpretado, probablemente en parte de forma correcta, a través del prisma de la raza y del racismo. “Mi hijo tiene 12 años”, dice Michelle de Hackney [15], “y ya sabe que la policía no trabaja para la gente negra”. Un hombre que se hace llamar L coincide. “Esta supuesta ley y orden es un fraude. Me pararon y me cachearon. A ti no te pasaría”, le dijo al reportero. “Podrían haber dicho ‘te paramos por ser negro’.” Las cifras muestran que es 26 veces más probable [16] que se pare a gente negra que a gente blanca. (Es 5 veces menos probable, de promedio [17], ser condenado por delitos relacionados). Sin embargo, el acoso policial ha sido también identificado por parte de alborotadores blancos de zonas como Enfield o Manchester como uno de los principales factores motivacionales. La naturaleza del cacheo es que funciona sobre los fundamentos de la identificación de personas basándose en su procedencia, lo cual indica porque aquellas personas que son puestas bajo sospecha se corresponden con probabilidad a personas de raza negra. En consecuencia, la mayoría de gente que paran reiteradamente –a menudo de manera extremadamente irrespetuosa – es inocente. La proporción de cacheos que conducen a un arresto es baja: la mayoría, por tanto, de las personas paradas se sienten acosadas.
El martes, en una reunión a puerta cerrada de asistentes sociales en Hackney, un grupo de jóvenes habló sobre las motivaciones de los disturbios, tal y como ellos los veían. Enumeraron a) la falta de empleos, y particularmente un resentimiento por la falta de empleos en las Olimpiadas b) los maltratos de la policía durante los frecuentes cacheos, y c) rencor contra los “recién llegados” o “yuppies”, a quien creen que complacen los intensos cacheos, y a los que acusan de reservar las instalaciones deportivas, haciéndolas inaccesibles para los vecinos. Esa mañana, en Clarence Road, un hombre de ascendencia caribeña me dijo que el número de niños sin padres ocupados era parcial debido a que a menudo esos padres eran deportados.
Algunos lectores puede que piensen que estas citas han sido laboriosamente seleccionadas para permitirme construir una imagen que case con mis prejuicios ideológicos. De hecho, lo contrario es cierto. Virtualmente cada declaración en la prensa sobre los alborotadores cuenta la misma historia: los ricos lo tienen todo, no tenemos futuro, queremos que la policía deje de acosarnos, y, ahora mismo, haremos todo lo que necesitemos para conseguirlo. Existen unas pocas excepciones, incluidos algunos comentarios racistas –“los polacos nos quitan el trabajo, así que tenemos que hacer algo”, dijo un hombre de Manchester en Radio 4 – pero los comentarios citados son abrumadoramente representativos de las opiniones que han aparecido en los medios, y de las que he escuchado en Hackney.
¿Qué elementos de conciencia podemos deducir de estos fragmentos?
Los alborotadores comprenden que vivimos en una sociedad de clases, divida entre los ricos (para quienes trabajan tanto el gobierno y la policía), y los cortes en prestaciones suponen un ataque a su clase, por parte de la dominante. Comprenden todo, desde el desempleo, pasando por el consumo y el juego, en términos de clase. En pocas palabras, los participantes en los disturbios comprenden todo lo que comprende un comentarista liberal [18], y más. Son tan revolucionarios como el resto de proletarios, pero aceptan que la acción directa ilegal es legítima y necesaria.
Esta explicación está, por necesidad, basada en aquellos que son capaces de expresarse por sí mismos, y eligen hacerlo. Sin duda, las mismas condiciones donde la clase de pobreza comúnmente produce inexpresión, y una carencia de confianza en la expresión personal. Además, la forma que han tomado los disturbios no permite que surja un líder visible, al menos a corto plazo. Pero el caso es que, si una política ha sido expresada, esa ha sido la de clase.
La idea de Will Davies es que aunque los disturbios han sido causados objetivamente por una relativa privación y el acoso policial, subjetivamente no tratan sobre estas cuestiones, sino sobre el consumo y el poder. Supuestamente esto es a lo que se refiere David Broder cuando dice “a diferencia de los disturbios de Brixton o Toxteth de hace treinta años, no hay lucha ni enemigo, simplemente una reacción explosiva debido a la furia, a estar harto y oprimido.” Pero estas ideas no hacen frente incluso al menor intento casual de escuchar a las personas implicadas. Nadie simplemente “reacciona”, todo el mundo comprende lo que hace a través de algún marco, más o menos sofisticado o preciso.
Esto no significa que no exista ninguna evidencia de “poder, hedonismo, consumo y soberanía del ego” – y, quizás podamos añadir, la emoción de la muchedumbre. De cualquier manera, esas motivaciones están lejos de ser necesariamente apolíticas. Si uno protesta contra una dinámica de clase que le proporciona pérdida de poder, privación material, aburrimiento y una disminución del ego, es completamente razonable esperar una respuesta que implique una negación de esos elementos. Además, cuando releemos esa lista, no podemos llegar a ver que quizás describa el modus operandi de un gran burgués. Tal figura repetidas veces ha aceptado, sin controversias y en público, que está de acuerdo con los recortes y anima la política parlamentaria. Sus escándalos traicionan su amor por un ego domesticado, un modo de vida basado en el despilfarro que hace que los excesos de los alborotadores parezcan ridículos. Esto no va sobre el ya manido caso de la hipocresía de la clase dominante – el pirómano de Clegg [19] o el vándalo de Cameron [20]. Va sobre decir que lo que se ha visto como excepcional en los disturbios es menos de lo que nos sugiere una primera impresión, realmente no existe un reino de principios puros para la acción política. Un vecino de Hackney llamado Ariom describe el sentido de solidaridad y comunidad que sintió durante los disturbios en términos similares a los que usan los trabajadores al hablar sobre sus experiencias durante una huelga prolongada.
Es como en los viejos tiempos. Es traer de vuelta el espíritu de la comunidad. Incluso aunque sea una manera triste de hacerlo, es volver a reunir a la comunidad. Si los disturbios estallasen de nuevo, yo iría…Amé Hackney durante los disturbios. Amé cada minuto. Me alegró ver juntarse a la gente para mostrar a las autoridades que simplemente no pueden venir aquí a intimidarnos.
“Los disturbios son la política de la desesperación”, dice Owen Hatherley [21], como si fuese el producto de algún tipo de crisis existencial adolescente, en vez de una política que responde a la situación material de aquellos que participaron. Normalmente están desempleados, por tanto son incapaces de hacer una huelga y (por varias razones) incapaces de cambiar nada votando. Como escribieron Piven y Cloward, “Parte de los pobres están tan aislados de una participación institucional significante que la única “contribución” que pueden ofrecer es una quiesciencia de la vida civil: pueden causar disturbios”. [22]
En esta parte, he enfatizado lo positivo de los disturbios, y lo he hecho para sacar a relucir un elemento en el que, como ya he dicho, hay una profunda situación contradictoria. Me he detenido más en ello que en otros aspectos que he destacado – gamberrismo, criminalidad nihilista – no porque necesariamente crea que sea más importante, o frecuente, sino porque es más común negar su existencia. Además, no puedo afirmar que yo sea capaz de juzgarlos; o incluso decir que las líneas que se encuentran entre los distintos tipos de motivaciones son nítidas y están bien trazadas. Pero creo que he demostrado que las explicaciones que niegan que los alborotadores sean capaces de pensar políticamente o por sí mismos están basadas en el fracaso al adentrarse en lo que ellos mismos tienen que decir.
La respuesta de la izquierda
El Socialist Party (Partido Socialista) [23], que no es otra cosa más que predecible, dice que los disturbios exigen “una respuesta masiva liderada por los sindicatos”. La Alliance for Worker’s Liberty (Alianza por la Libertad de los Trabajadores) [24], tiene un punto de vista similar. Los disturbios “no pueden tener efectos positivos directos en las vidas de los alborotadores o en las de sus familias”, todo debe estar en manos del “movimiento obrero”, lo que significa en manos del Labour Party (Partido Laborista) y los sindicatos. “Un contexto clave de los disturbios es la decadencia organizativa del movimiento obrero”, según parece [25], a pesar del hecho de que los disturbios fueron mucho mayores en 1981 cuando los sindicatos estaban en sus máximos de afiliación. Esta es el ala relativamente institucionalizada del movimiento trotskista.
¿Qué hay de malo en ello? Para empezar, los sindicatos (¡por no hablar del Partido Laborista!), que actualmente son incapaces de organizar a sus propios miembros en la defensa incluso de sus intereses más inmediatos, no tienen la capacidad de suministrar una solución para la juventud de los barrios marginados. Históricamente, los desempleados y la juventud han probado que están más que capacitados para organizarse autónomamente, y no hay razón que demuestre que no lo puedan hacer de nuevo. El movimiento de trabajadores desempleados [26] de los EEUU y el Reino Unido durante 1930 utilizó frecuentemente y con efectividad tanto los saqueos como los disturbios, y estaban organizados directamente por los desempleados, no por los sindicatos. Lo mismo se puede decir de las organizaciones juveniles de minorías étnicas como los Black Panthers (Panteras Negras) o el Asian Youth Movement (Movimiento de la Juventud Asiática) [27]. Además, la perspectiva trotskista-institucional niega la eficacia potencial de los disturbios como arma de la clase trabajadora. Como las huelgas, los disturbios son con frecuencia un fracaso, pero sin embargo tienen más o menos un recorrido efectivo para ganar concesiones a la clase dominante. Por ejemplo, el final de la ley de sospechosos en 1980, o la inyección de dinero en los barrios pobres tras los disturbios de Brixton y el Informe Scarman. En otras palabras, se lograron dos de los objetivos inmediatos de los alborotadores.
Mientras tanto, un artículo en el Socialist Worker [28] intenta lavar la cara a los disturbios, haciéndolos mejores y menos complicados de lo que fueron.
Nadie salió para intentar matar o herir a aquellos que viven bajo esas premisas. Daban salida a su furia contra una sociedad desigual. Karl Marx estaba exactamente en lo cierto cuando hablaba de expropiar a los expropiadores, recuperando lo que antes nos habían quitado. Eso es lo que representan los saqueos de los más pobres de la clase trabajadora y en ese sentido es un profundo acto político. Y tan lejos como la violencia haya ido, esta apuntaba a la policía que lleva a cabo ataques violentos a diario contra las comunidades de clase obrera, especialmente contra los jóvenes negros.
Los incendiarios pueden que no tratasen específicamente de matar a nadie, sin embargo son culpables de quemar las casas de la gente, ya sea por intención u omisión. La violencia no solo apuntaba a la policía, cualquiera que estuviese presente durante los disturbios podría haberlo visto. Los saqueos a veces consistían en expropiar a los expropiadores, a veces en un capitalismo pandillero, y a veces en la mezquina destrucción de los sustentos de los pequeños propietarios. El SP y la AWL no parecen querer admitir que tuvieron algún tipo de carácter positivo – pero esto es un error. Saquear grandes cadenas, desde un punto de vista de clase, es fundamentalmente legítimo. No hacemos de la ley un fetiche: apoyamos las huelgas ilegales, el corte de carreteras, y así sucesivamente. Una manera de complementar los ingresos personales mientras se causa un daño económico a los capitalistas es hacer huelgas por mejores sueldos: otra manera es saquear. Por lo que no hay necesidad de condenar los saqueos en abstracto, al igual que romper ventanas o luchar contra la policía. [29] [30]
Conclusiones
Viví en Pembury Estate, el epicentro del disturbio más destructivo de Hackney, durante seis meses en 2009. En aquella época, al menos cinco personas fueron asesinadas violentamente a 200 metros de mi puerta, incluyendo a Michelle Pardo [31] y a Jamal Mason-Blair [32], de 17 años. Hackney en general, y Pembury en particular, están plagadas [33] de un alto desempleo, viviendas para pobres, un descenso de los ingresos y rencor contra la ostentosidad de la riqueza de los recién llegados [34] del municipio. Por cada vacante hay 24 solicitantes de empleo. El impacto total de los cambios propuestos en materia de gastos y beneficios sobre el 10% de los más pobres de la sociedad equivale al 38% de beneficios personales netos [35]. A nivel nacional, la mitad [36] de los jóvenes negros están desempleados, y la cifra probablemente sea mayor en Hackney donde el desempleo total ronda el 20%. El cierre de centros de juventud [37] en Haringey y Hackney hizo predecir a un joven trabajador que a finales de julio “habría revueltas”.
Un análisis actual [38] de aquellos que han sido llevados ante los tribunales por haber participado en los disturbios revela que el 73% eran menores de 25 años y sólo el 12% eran mujeres. Un reportaje sobre los casos del tribunal revela que los alborotadores solían estar en su mayoría desempleados, o trabajaban en empleos precarios [39]. Los observadores [40] están de acuerdo en que los disturbios había una mezcla de etnias, “jóvenes de zonas pobres”. En otras palabras, los alborotadores responden al perfil que esperábamos, sobre la base de las inquietudes y exigencias que recopilamos antes. Pero el mismo terreno social que genera ese resentimiento de clase también genera niveles de agresión, insensibilidad y bajas ambiciones políticas. Por todo el país, entre el sábado y el martes, ambas explotaron simultáneamente, en los mismos barrios, y a menudo en la misma persona.
El desarrollo de cualquier repuesta política útil llevará tiempo e investigación. Podemos examinar el potencial organizativo de los desempleados, entre la juventud, y contra los cacheos. Los revolucionarios están social y demográficamente aislados de los elementos de la clase trabajadora que producen estos disturbios, y hacer cualquier cosa para llenar ese vacío será de todo menos fácil. Necesitamos escuchar a los alborotadores, y a los miembros de la comunidad que eligieron no participar, muchos de los cuales lo hicieron por unas perfectas razones políticas [41] – y admitiendo que las manifestaciones y pancartas de la izquierda tradicional tienen muy poco que ofrecer, día tras día, a la mayoría de los barrios marginales. Necesitan una práctica política diferente. Y, por tanto, nosotros también.
Joe Thorne,
13 de agosto de 2011.
Traducido de: http://thecommune.co.uk/m
NOTAS:
[1] http://famouspoetsandpoems.com/poets/langston_hughes/poems/16947
[2]http://thecommune.co.uk/2011/08/09/don%E2%80%99t-moralise-don%E2%80%99t-…
[3] http://www.guardian.co.uk/uk/2011/aug/11/families-homeless-riots-compens…
[4] http://www.bbc.co.uk/news/uk-14498545
[5] http://libcom.org/library/summer-thousand-julys-other-seasons
[6]http://www.telegraph.co.uk/news/uknews/crime/8692178/London-riots-spread…
[7] http://www.met.police.uk/history/brixton_riots.htm
[8] http://www.workerspower.co.uk/2011/04/brixton-riots-1981/
[9] http://www.marxists.org/archive/harman/1981/xx/riots.html
[10]http://thecommune.co.uk/2011/08/12/monday-night-in-hackney/
[11] http://www.youtube.com/watch?v=DNh-fTv1Gm8
[12] http://potlatch.typepad.com/weblog/2011/08/london-riots-the-idiocy-of-le…
[13] http://www.nytimes.com/2011/08/08/world/europe/08britain.html?_r=3&;pagew…
[14] http://www.bbc.co.uk/news/uk-14458424
[15] http://www.reuters.com/article/2011/08/10/us-britain-riots-hackney-idUST…
[16]http://www.thisislondon.co.uk/standard/article-23891388-shocked-mp-quest…
[17]http://www.telegraph.co.uk/news/uknews/crime/7856787/Violent-inner-city-…
[18] http://www.guardian.co.uk/commentisfree/2011/aug/09/uk-riots-psychology-…
[19]http://www.dailymail.co.uk/home/moslive/article-1193693/Id-drunk-I-irres…
[20]http://www.telegraph.co.uk/news/uknews/1542634/Cameron-as-leader-of-the
[21]http://www.versobooks.com/blogs/660-something-has-snapped-and-it-has-bee…
[22] Poor People’s Movements (1977:25)
[23] http://www.socialistparty.org.uk/main/Home
[24] http://www.workersliberty.org/story/2011/08/09/blame-establishment-riots
[25] http://www.workersliberty.org/story/2011/08/11/model-motion-riots-and-wo…
[26]http://libcom.org/history/1930-1939-unemployed-workers-movement
[27] http://video.google.co.uk/videoplay?docid=1267501025633493514#
[28] http://www.socialistworker.co.uk/art.php?id=25692
[29] http://www.youtube.com/watch?v=Uep5t6-auYA&feature=youtu.be
[30] El hecho es que para mucha gente no probara que valió la pena. Irán a prisión. Pero criticar la táctica en el terreno es muy diferente que quejarse y desaprobar los saqueos en lo abstracto. Es también el caso de la destrucción de pequeñas tiendas en muchas zonas, hacerlo no es sólo atacar a personas que no están a una distancia lejana del proletariado, sino probablemente encender la llama de la tensión étnica.
[31] http://www.guardian.co.uk/commentisfree/2010/jan/07/mother-suicide-welfa…
[32] http://thecommune.co.uk/2009/05/27/a-death-in-the-community/
[33] http://hackneycitizen.co.uk/2011/08/12/hackney-riots-why-here-why-now/
[34] http://www.lrb.co.uk/blog/2011/08/09/james-meek/in-broadway-market/
[35] http://www.radstats.org.uk/no103/HortonReed103.pdf
[36] http://news.bbc.co.uk/2/hi/uk_news/8468308.stm
[37] http://www.guardian.co.uk/uk/2011/jul/29/young-people-gangs-youth-clubs-…
[38] http://www.guardian.co.uk/news/datablog/2011/aug/11/uk-riots-magistrates…
[39] http://www.guardian.co.uk/uk/2011/aug/10/england-riots-primary-croydon-b…
[40] http://www.guardian.co.uk/uk/2011/aug/09/london-riots-who-took-part
[41] http://www.youtube.com/watch?v=gpvtbRw0AOo
Posted on 2011/08/20
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