¿Hasta qué punto es inminente el colapso de la civilización actual? – 10: ¿Lograremos evitarlo?

Posted on 2018/12/22

0



¿Hasta qué punto es inminente el colapso de la civilización actual? – 10: ¿Lograremos evitarlo?

But man is a part of nature, and his war against nature is inevitably a war against himself.”[1] – Rachel Carson

Juan Rosell, presidente de la CEOE

Juan Rosell, presidente de la CEOE

Índice de la serie y enlaces

No crea que LLDC fue un librito técnico que circuló solo por círculos restringidos más o menos ilustrados. Favorecido por un lenguaje asequible a muchos públicos, el informe fue traducido a 40 idiomas y vendió, como hemos dicho, alrededor de 12 millones de copias en todo el mundo (464). Luego está presente en muchas bibliotecas, de donde vale la pena rescatarlo para comprobar la moderación de sus afirmaciones y verificar la magnitud de las barbaridades que se han dicho sobre él.

La patronal española y el petróleo

En este punto es interesante examinar con algún detenimiento el contenido del libro ¿Y después del petróleo qué?, de Juan Rosell Lastortras, actual presidente de la CEOE[2], la patronal española. Lo publicó siendo ya presidente de Foment del Treball, la patronal catalana. De modo que puede decirse que los empresarios españoles eligieron esas opiniones cuando le eligieron presidente, siquiera en parte.

El libro está orientado a defender la energía nuclear a la vista de un peak oil que consideraba, en 2007, todavía lejano y posible alrededor de 2030 – ‘según los cálculos de los más optimistas’ – con un consumo de 120 mbd, lo que pronosticaba por aquél entonces la Agencia Internacional de la Energía. Yo creo que lo hace honestamente, incluso a pesar de que manifiesta conocer los trabajos de Colin Campbell (562) y los datos de ASPO Internacional[3], como queda claro cuando afirma con rotundidad que ‘estamos llegando al tope de producción posible’ y que ya se ha puesto en marcha ‘la bomba de relojería contra nuestra actual sociedad devoradora de energía’ (563). En cambio, hemos visto cómo no se ha leído LLDC y habla por boca de terceros al asumir el famoso Club de Rome was Wrong.

Algo hace que Rosell otorgue más credibilidad a datos de empresas y think tanks[4] claramente partidistas que a datos independientes. Pero Rosell, que es ingeniero industrial y como tal tiende al tecnooptimismo – hasta el punto de afirmar, sin demostración posible, que están mejor fundamentados los argumentos que creen en las tecnologías inexistentes del futuro que los que cuentan con lo que hay (y con las leyes de la termodinámica, añado) (564) – debería haber tenido en cuenta más variables de las que maneja, pues queda claro que las conoce. Rosell en ningún momento menciona la TRE, aunque ocasionalmente se refiere a rendimientos decrecientes implícitos cuando habla de costes crecientes de extracción. Claro que así, con toda la energía que quiera y a bajo precio, todas las tecnologías son magníficas: la ingeniería se convierte en un precioso juego de adultos jugando a dioses y el futuro presenta pocos retos insolubles, como señalaba Meadows respecto a la función de producción que emplean los economistas. Pero esto resulta ser cierto sólo sobre el papel: una abstracción excesiva en la que muchos hemos caído.

Otra cosa que parece haber olvidado Rosell es la segunda ley de la termodinámica, a pesar de que se la enseñaron en tercero de carrera. Vean si no:

“El crecimiento mundial se ha multiplicado por catorce desde 1970, mientras que el consumo petrolífero o energético en el mismo número de años sólo se ha multiplicado por algo menos de dos.” (565)

Esto sólo se puede decir desde la ignorancia, la trampa o, como mínimo, la falta de cuidado. Esto es una imposibilidad termodinámica, que sólo me explico por el hecho de que no haya querido descontar la inflación, entre otras simplificaciones[5]. Cuando alguien como Rosell escribe esto, y después se lee a sí mismo antes de mandar el fichero al editor, ya tendría que haberse dado cuenta de que hay algo que no cuadra, y haberlo corregido. Otro sin límites, o con demasiadas prisas, o con razonamiento inverso.

Pero cuando Rosell afirma que el ‘Club de Roma’ había predicho el agotamiento del petróleo en 1992, y es manifiestamente falso que LLDC predijera eso, uno comienza a sospechar si un libro que se supone bien documentado y que aparenta una preocupación sincera sobre el futuro energético tiene la solidez necesaria. Resulta además que, sin negar el cambio climático, y tras referirse a los ecologistas en el párrafo anterior, redacta lo siguiente:

“En el debate energético, el cambio climático es un tema tan trascendente para la Tierra y sus habitantes que, si alguien pretende politizarlo, ensuciarlo o manejarlo hacia sus intereses partidistas o electorales, es obligación de la sociedad sacar a la luz pública datos, números e información, así como poner sin miramientos en el banquillo de los acusados a quienes sólo aportan malestar, gritos, bronca y provocaciones de todo tipo. Es el momento de las soluciones y no de las buenas intenciones … El enigma – problema o situación – del cambio climático es un tema para tomarse muy en serio en clave de presente y todavía más de futuro.” (566)

Con o sin agencia de comunicación detrás, esta ambigüedad calculada, que no se sabe a quién se dirige, puede sorprender. Pero más adelante parece definirse:

“Quizá debamos hablar de impuestos ecológicos que sustituyan buena parte de los impuestos sobre las ventas, las personas o las sociedades.” (566)

La pulsión liberal antitax de Rosell se manifiesta aquí, pero no queda claro quién demonios debería pagar estos impuestos si no son ni las personas ni las sociedades. ¿La naturaleza solamente?

Para concluir, Rosell pone como solución intermedia la que califica de más racional: asegurar el riesgo (567). No dice con qué compañía porque, para que eso fuera viable, debería estar fuera de la economía mundial. Tal vez en el hiperespacio sideral, donde el economista J. Peter Vajk decía que se expandiría la humanidad, dando por supuesto que tendría toda la energía necesaria para ello (568) y que sólo falta que se nos ocurra cómo hacerlo.

Cristine Lagarde, presidente del FMI

Cristine Lagarde, presidente del FMI

Lo saben, lo saben

Luego por favor no lo dude. Ellos, ahora más que nunca, lo saben bien. El FMI no empleará (probablemente) la dinámica de sistemas, como parece razonable suponer dado su historial de predicciones fallidas. Pero el problema energético parece conocerlo en toda su magnitud. Cristine Lagarde, su presidenta, advirtió, en el marco de la cumbre empresarial de Davos de 2013, que:

“La creciente vulnerabilidad frente a la escasez de recursos y el cambio climático tiene el potencial de causar una disrupción social y económica mayor.” (569). [énfasis añadido]

Ya en 2011 el famoso Foro Económico Mundial de Davos, el de la montaña mágica, advertía en su informe Global Risks que:

“El mundo no está en condiciones de afrontar nuevos impactos mayores… Sin embargo, como demuestra este informe, nos enfrentamos a riesgos globales cada vez más grandes, a la perspectiva de un contagio rápido a través de sistemas cada vez más conectados y la amenaza de impactos desastrosos.” (570) [énfasis añadido]

Y el reciente World Energy Outlook de noviembre de 2014, que elabora la Agencia Internacional de la Energía, nos advierte de que:

“El sistema energético mundial corre el peligro de no colmar las esperanzas y expectativas puestas en él.” (541)

Hasta el editor de Financial Times tiene claro que, más que una revolución industrial, hemos tenido una revolución energética que cumple el mismo papel que los esclavos de la (no tan lejana) antigüedad (742). Martin Wolf, desde esas alturas financieras, se muestra también perfectamente consciente de la existencia de límites energéticos próximos (743).

Con más o menos eufemismos ellos, el poder real, demuestran saber lo que está ocurriendo, lo que va a ocurrir.

¿Podría no ser tan grave?

Querido lector, no cuente con que el colapso no se va a producir: su llegada es inexorable, es una certeza matemática, y solo tenemos a disposición, como mucho, la posibilidad incierta de gestionar el declive. Pero a nivel de detalle, si bien todos los parámetros econométricos parecen hasta ahora validar las curvas de World3 en su fase de crecimiento, siempre podemos tener la esperanza de que sigan creciendo hasta algo más adelante, o mucho más adelante, o de que la caída no sea tan brusca como se prevé. Pero cuidado que, como sabemos, ciertos intentos por retrasar lo inevitable  pueden dejar un panorama residual mucho peor todavía.

Pero siempre hay quienes no lo ven tan negro.

Uno de los autores de LLDC en 1972 y sus sucesivas revisiones, el noruego Jørgen Randers, presidente que lo fue de la Escuela de Administración de Empresas de Noruega, publicó en 2012 una actualización bajo el título 2052: A Global Forecast for the Next Forty Years[6]. Nos advierte en la introducción de que más que resultados de un modelo, lo que pronostica es una educated guess, o sea, algo así como un juicio experto o una adivinanza ilustrada.

Jorgen Randers

Jorgen Randers

Para Randers el declive ya se ha iniciado, estamos ya en la pendiente de descenso, y vamos gestionándolo sin ser demasiado conscientes de ello. Randers huye de la visión de colapso apocalíptico cercano y global y pronostica un descenso continuo en la primera mitad de siglo, con conflictos crecientes en distintas partes del mundo, colapsos parciales, recomposiciones y vueltas a caer mientras la miseria se va generalizando pero las élites siguen enriqueciéndose (212). Ha incluido, ahora explícitamente, la TRE en World3 y suavizado algunas hipótesis, con el resultado de que el colapso fatal se sitúa alrededor de 2050. Con todo, para Randers, a diferencia del World3 original, hasta ese momento:

“Es el mundo actual globalizado en dinero y comercio es más probable que el declive tome la forma de una reducción de la capacidad de compra, no de una mortalidad aumentada… lo que se extralimita y colapsa es el bienestar, no la población o el PIB.” (571)

Es lo que él denomina ‘overshoot and decline’ por contraposición al ‘overshoot and collapse’, un proceso de carencia creciente de la humanidad tras un período de relativa ‘gloria’ – según su expresión – comenzando, eso sí, por los países más ricos.

Porque para Randers el colapso auténtico, el definitivo, es climático, y se produce en la segunda mitad del siglo XXI de forma autorreforzada (572, 573). Es el cambio climático desbocado (runaway). Se refiere, entiendo, al momento en que la propia Tierra se convierte en emisora neta de CO2 y metano. Si el colapso, ni climático ni de mortandad masiva, no llega antes, es porque considera que el efecto de fertilización del CO2 añadido permitirá una producción agrícola elevada a corto plazo. Pero esta suposición no está en línea con la perspectiva de los biólogos, para quienes se requieren muchas más condiciones que sólo más CO2 para que la fertilización atmosférica de las plantas se lleve a cabo adecuadamente (574) – aunque, según parece por los últimos estudios, la absorción de CO2 por parte de la biosfera resulta ser algo mayor que lo estimado hasta ahora (575). De confirmarse sería de las pocas veces que el avance de la investigación en las ciencias del clima nos da ‘buenas’ noticias, pero todavía son indiciarias y requieren asentamiento.

Por su parte Dolores García, una investigadora independiente de origen español que vive en Gran Bretaña, empleó en 2009 un modelo con algunas de las ecuaciones de World3, nuevos lazos de realimentación, el conocimiento climático hasta el momento y el cénit del petróleo. Su modelo, al que denomina New World Model presenta, bajo el actual escenario business as usual, el mismo colapso que World3, pero algo más gradual y empezando algo más tarde, alrededor de 2030. Para ella, el empleo creciente de carbón y combustibles no convencionales, cuyas emisiones de CO2 son mucho mayores que las del gas o el petróleo, compensa las ahorradas por la menor disponibilidad de petróleo. La concentración atmosférica debida a las emisiones antrópicas alcanzaría las 510 ppmv[7] (576), desde luego suficiente para activar los peores escenarios.

Tiene guasa que estos panoramas sean los optimistas. Pero querido lector, no le voy a engañar: esto es lo que hay, o por lo menos lo que yo veo. Siempre existe la posibilidad de estar todos equivocados; esperemos que así sea.

Pero yo de usted no contaría demasiado con ello. Estas versiones light también tienen sus detractores (577). Tenga en cuenta que todo lo que usted lea u oiga acerca de soluciones milagrosas, nuevos mares de petróleo súbitamente accesibles, empuje a las energías renovables, nuevas minas de tierras raras, proyecciones hasta 2100 de no-sé-qué, etc., o no tienen en cuenta la TRE, o no tienen en cuenta el cénit del petróleo, o no tienen en cuenta la realimentación entre energía y economía o alguna condición de contorno favorable ha sido dada por supuesta sin demostración de forma consciente, o no. O todo a la vez. No cambiará nada de lo fundamental, entre otras cosas porque la curva de Hubbert incluye a los descubrimientos todavía no hallados, que son muy pocos ya.

Extracción previa

Entretanto podría estar cumpliéndose la dinámica que encontró Peter Turchin en las sociedades del pasado: las fases finales de derrumbe se caracterizan por una sobreproducción por parte de las élites, que prosperan durante cierto tiempo mientras extraen impuestos del pueblo llano (578, y también 540). Ya Zigmunt Bauman nos recordaba que los mercados prosperan mejor cuando se dan condiciones de inseguridad (579). Por su parte las clases medias arguyen ahora que cargarse las exclases medias es un error, pero no se quisieron acordar de las clases más bajas cuando estaban en medio.

El flujo de extracción sería hoy en día el siguiente. Las empresas energéticas requieren recursos crecientes para compensar la disminución de la TRE, recursos que obtienen del sistema financiero. Éste, herido por la actividad económica decreciente resultado a su vez de la menor disponibilidad de energía neta, necesita ser rescatado. ¿Con qué se rescata a los bancos en quiebra? Tasando a los ciudadanos y reduciendo los servicios del estado. ¿Le suena? El dinero de los ciudadanos commoner se estaría dedicando – vía sistema financiero – cada vez más a la extracción de energía, con el fin de que las empresas energéticas (y otras) puedan seguir operando. O sea repartiendo beneficio. Todo ello suponiendo que, o además de que, las empresas energéticas no vayan a tener la necesidad de ser rescatadas directamente con fondos públicos. Si esto ocurriera constituiría una potente señal de lo que realmente está ocurriendo, y sería mucho más difícil de ocultar al público como hasta ahora.

¿Podría ser peor?

horrorSí. Las cosas pueden ser incluso peores que lo anunciado por LLDC. Todos estos modelos han considerado una evolución de la disponibilidad de recursos minerales en función del tiempo basada en las ecuaciones del modelo de agotamiento geológico que Marion King Hubbert estableció en 1956, en forma de campana bien simétrica (580). Dicho modelo ha sido recientemente validado en distintas situaciones concretas, incluyendo el aceite de ballena en el siglo XIX (581) y la sobrepesca en el XXI (582).

Pero atención. Esto es una idealización, que sabemos que se cumple en la zona izquierda de la curva agregada de todos los yacimientos, pues coincide a nivel global con la realidad observada. Pero el modelo no contempla que, una vez alcanzado el cénit, se haga lo posible por mantener ese nivel a base de intervenciones económicas y tecnológicas cada vez más imponentes, que es donde estamos ahora.

Lo cierto es que, como todo tiene su límite, se haga lo que se haga llega un momento, al parecer próximo, en que estas intervenciones resultan insuficientes para mantener el flujo de energía deseado. A partir de ese punto, el descenso sería entonces drástico (583, 584), ahora si catastrófico sin paliativos. A esta situación Ugo Bardi la ha bautizado como “efecto Séneca” (573) en recuerdo de quien, en una de sus Cartas a Lucilio, titulaba “Hay que someterse a la ley del mundo”, y escribía:

“Supondría cierto consuelo para nuestra debilidad, y la de nuestros trabajos, si todas las cosas perecieran tan lentamente como se crean. Pero ocurre que los aumentos se producen de forma indolente, mientras el camino a la ruina es veloz.” (585)

Si, debido a este efecto, en un momento dado la energía disponible para el funcionamiento del sistema socioeconómico descendiera de forma brusca, es razonable esperar que desciendan también velozmente las variables de estado del sistema: contaminación, emisiones, pero también producción industrial, población…

El colapso podría ser, o llegar a ser, catabólico. El analista John Michael Greer ha elaborado un modelo que examina el colapso de las civilizaciones colocando una lupa sobre ese proceso concreto. Según Greer el principio del fin definitivo llega en el momento en que deja de haber capital para compensar la amortización del capital. En otras palabras, no cuando no se puede producir más, sino cuando ya no es posible siquiera mantener las máquinas, los artefactos, la infraestructura (586). No queda muy lejos de lo anunciado por LLDC en 2004:

“Finalmente, alrededor de 2020, la inversión en capital industrial ya no contrarresta la amortización [física].” (511)

La economía es una red (Imagen: Gail Tverberg)

La economía es una red (Imagen: Gail Tverberg)

Gail Tverberg es una economista actuarial, ex-editora del blog The Oil Drum[8] y que cuenta ahora con su propio blog Our Finite Planet. Tuve ocasión de conocerla y entrevistarla; lo publiqué aquí hace ya un tiempo. Persona muy respetada en estos ambientes, nos ha recordado la ley del mínimo de Liebig (587). Justus Liebig era un ingeniero agrónomo del siglo XIX que señaló la obviedad de que el crecimiento no es controlado por el monto total de recursos disponibles, sino por la disponibilidad del recurso sistémico más escaso. En nuestro caso es el petróleo (566). La sustitutabilidad, tan cara a la economía neoclásica, siquiera parcial, es un espejismo por lo menos en el terreno energético. La economía es un sistema en forma de red, y estos sistemas fallan cuando cede el eslabón principal, el energético, generando así un fallo en cascada que se propaga rápidamente a través del sistema (588,589). Ilustra esta fragilidad con la imagen adjunta, que tomo de su blog.

Estimación de la evolución de la producción energética según Gail Tverberg (108)

Estimación de la evolución de la producción energética según Gail Tverberg (590)

Gail Tverberg, junto a Carlos de Castro, líder del grupo de dinámica de sistemas de la Universidad de Valladolid, son los estudiosos de estos fenómenos más catastrofistas en su expresión pública, pero siempre con fundamento. En absoluto son unos charlatanes. Sus consideraciones, más pesimistas todavía que los de los pikoleros[9] estándar se basan, en el caso de Tverberg, en que estos modelos no tienen en cuenta la deuda, que es lo que al cabo provocará una reducción brusca de la disponibilidad de energía. Para ella el concepto clave es affordability, o asequibilidad del combustible. Sostiene que el límite primero es el financiero (590), y que éste es tan inminente como para llevar a la evolución del consumo de energía a la evolución que se muestra en la más terrible gráfica – de su cosecha – que yo nunca haya visto o publicado[10].

¿Lograremos evitarlo?

No, pero algo habrá que hacer. Uno de los autores originales de LLDC, Jørgen Randers, sugiere dedicarse a evitar la insostenibilidad a nivel local, identificando y eliminando sus causas una a una (591). Otro, Dennis Meadows, en una conferencia impartida hace poco en Rumanía que puede ver aquí, lo tiene más claro. En los años 70 alcanzar la sostenibilidad (entonces le llamaban equilibrio) era posible si se actuaba con prontitud. Ya no. A pesar de todas las advertencias nos hemos extralimitado, y mucho: con lo cual el colapso, y rápido, es inevitable. El desarrollo sostenible es ya una imposibilidad física, matemática. Todo lo que recomienda Meadows es centrarse ahora en el survival development [11] (462). Recientemente se mostró más fatalista todavía: ‘No hay nada que podamos hacer’ (592).

Por su parte Carlos de Castro, doctor en ciencias físicas y líder del Grupo de Energía y Dinámica de Sistemas de la Universidad de Valladolid, teórico además de los límites de la energía renovable, también lo tiene claro:

“¿Lograremos evitar el colapso ecológico-social? La respuesta simple y directa a la pregunta es No.” (593)

Esta fue, efectivamente, la conclusión inescapable a la que llegaron los atónitos asistentes al congreso de Barbastro del pasado mes de octubre, entre los que yo me encontraba.

A pesar de todo, en lo que sigue intentaremos desbrozar algunos caminos.

Examinar referencias

Índice de la serie y enlaces

Notas al pie

[1] Pero el hombre es parte de la naturaleza, y su guerra contra la naturaleza es inevitablemente una guerra contra sí mismo
[2] Confederación Española de Organizaciones Empresariales
[3] Association of Peak Oil
[4] Institutos de creación de opinión
[5] Un día de estos buscaré los datos por mi mismo
[6] 2052: un pronóstico para los próximos 40 años
[7] Partes por millón, en volumen
[8] Fue en este portal donde se comenzó a hablar de todas estas cosas antes de que fueran trasladándose a la literatura académica
[9] Término que parece imponerse para designar a las personas conocedoras del fenómeno del cénit de los combustibles fósiles y de sus consecuencias
[10] Hasta ahora lo más espeluznante que había visto es esta imagen de un mundo 4 ºC más caliente.
[11] Desarrollo de la supervivencia

Posted in: Novedades