Reseña del libro «Das Ende der Welt, wie wir sie kannten. Klima, Zukunft und die Chancen der Demokratie», de Harald Welzer y Claus Leggewie [«El fin del mundo tal como lo conocimos. «El clima, el futuro y las oportunidades de la democracia»]

Posted on 2012/02/06

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El fin del mundo tal como lo conocimos. El clima, el futuro y las oportunidades de la democracia.

Edición alemana.(no existe traducción al castellano que sepamos)

S. Fischer Verlag , Fráncfort del Meno 2009. ISBN 978-3-10-043311-4, 278 páginas

El título proviene de la cultura popular: It’s the end of the world as we know it es un tema del grupo R.E.M., que es citado por el psicólogo social Harald Welzer y el politólogo Claus Leggewie, los autores de este libro. Pero a diferencia de lo que uno podría imaginarse, en este libro de no ficción no se traza un escenario apocalíptico, al contrario: se exponen diversas alternativas de acción que pueden señalar un camino para salir de la crisis actual.

Ante las crisis climática y financiera y los problemas ambientales, los autores analizan los motivos del fracaso de las estrategias tradicionales de la gestión de riesgos y dejan en claro por qué es indispensable que la salida de la crisis pase por la repolitización de la sociedad civil. A veinte años del derrumbe de la última gran ideología –el comunismo– los ciudadanos tienen que involucrarse activamente en pos de la sociedad en la que desean vivir. El fin del mundo tal como lo conocimos
La crisis con la que Welzer y Leggewie ven enfrentada a la humanidad en todo el planeta está constituida por una serie de componentes que pueden ser subsumidos bajo el concepto clave de finitud de los recursos naturales. El cambio climático y la catástrofe social que este desató amenazan la supervivencia de pueblos enteros. La demanda energética en constante aumento tiene como contraparte la escasez de materias primas: los reservorios de petróleo se agotan; escasez de agua y el desafío irresuelto de tener que alimentar una población mundial en continuo crecimiento son parte de los problemas que en los próximos años se presentarán cada vez con mayor agudeza.

De cara a estos diversos desafíos, los autores del libro constatan una «metacrisis que cuestiona las condiciones de supervivencia del sistema terráqueo». E incluyen también la crisis financiera que, al desestabilizar el sistema financiero global, amenaza asimismo el mundo de la vida de los seres humanos. De la misma manera que sucede con los daños climáticos y ambientales, también esta es generada por la lógica de un sistema capitalista que apuesta incondicionalmente al crecimiento lineal. Es por eso que ya no alcanza una mera corrección del rumbo para detener la catástrofe, porque –tal la argumentación de Welzer y Leggewie– un sistema que se llevó a sí mismo hasta el borde del derrumbe no puede desarrollar por cuenta propia estrategias de solución. De modo que es hora de un cambio de perspectiva y de dirección.

¿Por qué la política no responde con hechos concretos ante el conocimiento científico indiscutido de que es indispensable reducir a nivel mundial las emisiones de CO2? Las reacciones en la cumbre climática del 2009 en Copenhague, que en términos generales se ha considerado un fracaso, dejan en evidencia el desconcierto general de la opinión pública ante una política incapaz de actuar. Los autores exponen de manera convincente que los hombres dejan que su accionar sea determinado por racionalidades particulares y actúan así frecuentemente contra su mejor saber y entender. Un ejemplo ilustrativo son las subvenciones multimillonarias a la industria automotriz alemana, que está cada vez más amenazada.

Aunque el automóvil como medio de transporte es uno de los mayores generadores de emisiones de CO2, las presiones concretas de la economía nacional hacen que la racionalidad universal, es decir: la necesidad acuciante de evitar la dañina emisión de CO2, se pierda de vista. Un mecanismo similar se pone en marcha cuando el ciudadano con conciencia ecológica que renuncia por principio a utilizar el automóvil, en una situación de urgencia no duda en tomar un taxi. Estos ejemplos de la vida cotidiana utilizados para ilustrar fenómenos abstractos hacen que se vuelvan tangibles los mecanismos sociales en los que descansa el sistema criticado por Welzer y Leggewie.

Las estrategias para superar la crisis que hoy ya existen son sometidas a una crítica diferenciada por parte de los autores. Con la esperanza de que el comercio con los derechos de emisión –cuyo concepto e impacto Welzer y Leggewie explican con claridad– surta el efecto deseado, la política apuesta a los mecanismos de mercado para manejar el problema de las emisiones de CO2; pero sin contar con logros relevantes. Entre las estrategias de solución tecnológicas vale la pena mencionar en particular la estrategia de carbon capture and storage, la captura y el almacenamiento de CO2. La finalidad es captar el dióxido de carbono antes de que llegue a la atmósfera y almacenarlo en depósitos subterráneos. Quienes apoyan esta tecnología, sin embargo, suelen omitir que trae aparejada una serie de riesgos considerables.

Pero Welzer y Leggewie consideran que sólo una vez que la política climática se libere de su dependencia de las economías industriales podrá surgir un «mercado verde» que incluya en sus cuentas factores como sustentabilidad y protección ambiental. Para que esto suceda consideran necesario tomar distancia de la incuestionada ideología del crecimiento, a la que atestan un «carácter mágico y pararreligioso».

Welzer y Leggewie dudan de que la democracia pueda dar el paso necesario para lograr un cambio de magnitud si conserva la forma actual. En su relación con el exterior, los sistemas democráticos son objeto de presión de formas de gobierno autocráticas en las que medidas que se consideran «impopulares» se pueden implementar rápidamente. Hacia su interior se desvanece la confianza de los ciudadanos en la capacidad de los políticos de solucionar los problemas que se plantean. En particular en las democracias parlamentarias de la Unión Europea, los autores detectan la marcada formación de una elite que genera una separación en un espacio político de los políticos profesionales y uno «prepolítico» de los ciudadanos.

Aunque un gran número de habitantes de la Unión Europea reconoce la urgencia de intervenir activamente en la mitigación del cambio climático, la conducción política no toma medidas, o sólo medidas muy tibias. La presión de tener que alcanzar el éxito a corto plazo en las elecciones siguientes hace que los partidos principalmente lleven a cabo acciones dirigidas al presente. Por ese motivo los autores abogan por una politización del «espacio prepolítico»: es el compromiso político y la participación activa de los ciudadanos los que crean el fundamento de una «revolución cultural», tal como la reclaman Welzer y Leggewie. De esta manera, el compromiso ciudadano puede reaccionar con celeridad a los cambios en «comunidades de resiliencia», fusiones ciudadanas de envergadura mediana sobre la base de la ayuda mutua.

Los autores lo ven ejemplificado en numerosas iniciativas de base y organizaciones no gubernamentales que trabajan exitosamente en modelos alternativos –la provisión energética ecológica, por ejemplo– o que ejercen presión sobre la política. De esta manera contradicen la opinión difundida de que el individuo no puede lograr nada con su acción particular. En tanto conciba lo privado como político, el ciudadano puede aportar lo suyo con tan sólo su comportamiento de consumo y sus hábitos alimenticios. Una vez que se convierte en moda, un consumo estratégico tal ejerce un efecto simbólico y cumple una función ejemplar para otros actores. Los autores llaman «APO 2.0″[ Las siglas las toman de expresión alemana «Außerparlamentarische Opposition», oposición extraparlamentaria (N. de T.).] a las corrientes de esta índole, haciendo referencia así a las posibilidades de puesta en red global que ofrece internet a estos movimientos.

Harald Welzer y Claus Leggewie citan a Joseph Beuys cuando declaran «La revolución somos nosotros», en referencia también a sí mismos. En su libro relatan una historia de cómo se puede configurar el mundo dejando de lado los patrones de pensamiento tradicionales, sin ocultar que ellos mismos se conciben como parte de este movimiento, desafiando asimismo a sus lectores a actuar.

Pese a las posibles dudas que pueda generar la factibilidad o efectividad de esta nueva oposición extraparlamentaria, el libro no desacierta en lo que a su carácter apelativo se refiere, al cual contribuye su acercamiento al lector con una estructura clara, muchos ejemplos cotidianos y un estilo fluido. Y que sin embargo no renuncie a la indicación de fuentes y referencias bibliográficas, propias de los textos académicos hace a su particular calidad.

Lo que sorprende en El fin del mundo tal como lo conocimos no es– al igual que en Guerras climáticas (Klimakriege), el libro anterior de Harald Welzer– la novedad de los datos puntuales sino la imagen general consistente que surge del modo original en que están entrelazados. De esta manera, los autores crean una perspectiva nueva, que incita al individuo a aportar lo suyo para cambiar la sociedad. Y así, el libro concluye de manera consecuente con el título completo del tema de R.E.M.: It’s the end of the world (and I feel fine).

Eva Kaufmann
Julio de 2010
[Traducción de Martina Fernandez-Polcuch]