César Chávez en el despacho oval / Pedro A. García Bilbao

Posted on 2021/06/03

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Busto de César Chávez en el salón oval.

Un detalle importante. César Chávez figura hoy en la historia oficial como activista de los derechos sociales. Esta es la losa de mármol con la que se oculta que fue un jornalero y sindicalista forjado en los tajos de los campos del suroeste de los Estados Unidos, bajo un sol de fuego y una patronal insaciable.

Supe de Chávez siendo estudiante, en el 85. Mi profesor de Cambio Social había estudiado en la State University of San Francisco, en California en los 60 y había vivido intensamente la época y nos habló en detalle de muchas cosas. Fue la época en la que el campo en California y otros estados vivieron una enorme lucha social. Los propietarios de tierras usaban a los jornaleros inmigrantes y favorecían el trafico ilegal de personas en las fronteras. Organizar un sindicato de trabajadores del campo era una tarea muy difícil. Los jornaleros norteamericanos y los que eran extranjeros sin papeles estaban enfrentados, la organización de sindicatos era boicoteada por la patronal, ser del sindicato era despido seguro, hambre y persecución.

César Chávez era de Arizona, norteamericano, nacido en 1927 en Yuma, su familia fue arrojada de su tierra cuando la Gran Depresión y tuvieron que marchar a California, como en Las uvas de la Ira. Fueron jornaleros en condiciones terribles. César se formó en los tajos y en las plazas donde los capataces imponían su dictado miserable. César luchó y luchó, aprendió de los que habían luchado antes y de los que lo hacían a su lado. No montó una ONG para aliviar nada y no arreglar la causa de la explotación. Montó un sindicato. Esa lucha no era solamente suya, ni la emprendió en solitario, desde el inicio aprendió del ejemplo de los que estaban a su lado y de los que habían empezado la lucha en el pasado. Dolores Huerta era otra obrera agrícola que había se había unido a la lucha sindical y se sumó con su gente a la unión.

Un viejo sindicalista de la generación de preguerra, Fred Ross, de los que lucharon en la Gran Depresión y en los años de Roosevelt se había educado en la idea de que la lucha de los trabajadores no entendía de diferencias raciales sino de unidad y conciencia de clase. Ross puso su experiencia y su empeño en ayudar a la formación de un sindicato campesino y apoyó de todo corazón a Chávez y Huerta con los que compartió su experiencia y la de quienes les habían precedido.

Entre 1955 y 1970 la Unión de Trabajadores del Campo se extendió, se unieron otros sindicatos y se amplió el frente. Lucharon contra la inmigración ilegal, contra las redes ilegales y contra la patronal del campo, fueren terratenientes o empresas, la idea no era distinguir y discriminar a legales de ilegales, sino que todo trabajo, todo contrato, todo trabajo agrícola debía ser legal, pagar salarios justos y tener cobertura con independencia de la situación legal del trabajador, lo que no dejo de provocar conflictos entre trabajadores ilegales y los que no. Fue una dura lucha. Unió en las filas del sindicato a norteamericanos y no norteamericanos, convencidos de que la unidad a lograr era la de los trabajadores. Hubo de todo, huelgas, violencia, enfrentamientos, ataques racistas, explotación, pero también resistencia, dignidad, orgullo de los que trabajaban juntos y sufrían juntos.

Cháves defendió siempre que la principal arma de un obrero en una huelga era su voluntad de resistencia a toda costa, resistir, no dejarse caer, no aceptar la derrota, aguantar como fuese, esa voluntad de vencer de mantenerse era algo arrollador.Chávez propugnaba resistencia sin violencia, su objetivo era la fuerza por la organización, el número y el ejemplo, pero sobre todo logró que quedase claro que la patronal y los terratenientes se beneficiaban de la inmigración ilegal y que el trabajo y los trabajadores han de ser en condiciones dignas parar quienes trabajan.

César tuvo éxito y acabó por ser respetado en toda Norteamérica, y los demócratas le convirtieron en un icono falseando un poco su legado: no era un «lider latino de los derechos sociales», un «activista latino de los derechos civiles», fue un sindicalista de a pie, un luchador salido de los tajos y los campos, un obrero consciente de su clase y su mensaje no paraba en fronteras de raza o etnia.

El campo cambió en los 80 y 90 y la inmigración ilegal aumentó. Reagan hizo todo lo posible por destruir los sindicatos. El legado de Chávez se perdió en las zonas de trabajo pero su ejemplo se mantuvo más allá. Falleció en 1993 cuando estaba empezando una campaña contra los pesticidas usados por la agroindustria que dominaba hacía años el campo norteamericano. Su nombre no se ha perdido, y tal vez hoy haya muchos Chávez en los campos agrícolas de Estados Unidos de cuya existencia no sepamos pues si sigue habiendo explotación y racismo, también hay resistencia y dignidad obrera aunque no salga en la prensa o en las películas.

Le agradeceré siempre a mi viejo profesor que nos hablará de aquella California de huelgas de vendimiadores en el valle de Napa, de los jornaleros haciendo una olla al fuego bajo las estrellas, de la dura lucha que ha de mantenerse para poder vivir y trabajar con un poco de dignidad. No todo era glamour, Hollywood y hippies en la california de los sesenta. Mi respetado profesor volvió de San Francisco con un importante bagaje académico y vital a esta España nuestra que tenía sus propios problemas y sus alumnos tuvimos la suerte de tenerle como maestro.

Me ha alegrado mucho ver una imagen de César Chávez en el despacho oval. Soy consciente de que quieren manipular tanto su imagen como mi corazón, pero es tarea mía no dejarme y ayudar a que no lo hagan a nadie, para ello nada mejor que el conocimiento y la memoria histórica. Y miren, debo decir no son iguales los que le hubieran dejado en una cuneta sin nombre, que los que ponen un busto de bronce suyo en el despacho junto a las fotos de sus hijos. No es lo mismo.