
La República que queremos. Carta abierta de ALTER a los republicanos y republicanas de izquierdas en España.
Ramiro Gil Morel (Alternativa Republicana)
Es evidente que la fuga de Juan Carlos de Borbón ha abierto un debate que permanecía sepultado sobre el modelo de estado en España. El momento es de extrema debilidad para la monarquía, las encuestas dan porcentajes muy altos de partidarios de la República y, sin embargo, no parece que vaya a abrirse paso una República, al menos una República con contenido, en un futuro próximo. Los que la desearíamos vemos cómo no existe una alternativa política republicana articulada y organizada a nivel estatal. Mientras, estamos viviendo con hartazgo, indignados y desesperados con las informaciones que aparecen a diario confirmando como campa impunemente la corrupción y la podredumbre en nuestro sistema político, representado en su cúspide por la monarquía borbónica. La misma que, bajo la bota de la dictadura y los militares más reaccionarios, se nos impuso al pueblo español hace ya más de 40 años, durante un régimen franquista sobre el que no se ha hecho justicia ni condenado oficialmente. ¿Cómo es posible que no haya alternativa a esto? Recurrir a la historia y a la hemeroteca se hace imprescindible para comprender desde una perspectiva crítica, el momento actual, así como las posiciones de los distintos actores sobre el tablero político.
Más allá de explicaciones y posicionamientos, no se trata en esta carta de repetir los múltiples y variados motivos que nos reafirman en nuestros principios republicanos, de sobra conocidos por quien se considere un verdadero republicano. Se trata de reflexionar sobre la naturaleza del Régimen del 78, sobre cuál ha sido el papel de la izquierda en el momento político actual, y fundamentalmente sobre nuestra responsabilidad como ciudadanía en crear las herramientas necesarias para hacer que la República que anhelamos sea una realidad.
El origen de la monarquía actual, no debemos olvidarlo en todo este debate, fue la ley de sucesión aprobada con el referéndum franquista de 1947, y la posterior elección de Juan Carlos I directamente por el dictador como su sucesor. Su inclusión dentro del proyecto de constitución de 1978 sin que hubiera siquiera derecho a discutir la forma del Estado (no se permitió votar monarquía o república, sino que la constitución vino ya elaborada) fue un elemento más del plan diseñado por los dirigentes de la transición para coartar que los españoles pudieran decidir realmente su futuro político. La votación constitucional fue un puro trámite con el que se tragó con la esperanza de salir de una vez de los tiempos oscuros de la dictadura.
La monarquía, lejos de ser un factor de estabilidad institucional, tal y como presumen algunos, ha abierto hoy una crisis política de enorme calado en nuestro país, tras descubrirse que Juan Carlos de Borbón no ha resultado ser el rey ejemplar que nos ha contado la propaganda, sino que ha estado usando su cargo para beneficiarse personalmente durante años como un corrupto más de los que han operado bajo su reinado. Era algo durante largo tiempo sospechado, aunque todavía no probado. Este escándalo se está tratando de tapar lavando la imagen de la monarquía, con constantes especiales, apariciones y panegíricos en los medios, pero se agrava aún más por la responsabilidad del gobierno en pleno en la planificación de la huida del rey (emérito, que sigue conservando el título), ante las posibles consecuencias judiciales que puedan tener las investigaciones que penden en el extranjero sobre él, ya que se barajan países de destino que no tienen tratado de extradición con Suiza, único país cuya justicia está investigando con seriedad al ex-rey.
El visto bueno del gobierno a esta operación es un hecho muy grave que muy pocos se atreven a señalar, y que, de ser cierto que una parte del gobierno no sabía nada, cabría esperar una ruptura inminente de dicho gobierno por parte de uno de sus socios. El papel de UP en todo esto se ha limitado a unas tímidas declaraciones, pidiendo que se nos abra la posibilidad de elegir al jefe del Estado, mediante referéndum y posterior reforma constitucional, lo cual abriría paso a una República “Bicolor” en la que no cambiaría ni la bandera (Pablo Iglesias ya se ha manifestado contrario a la bandera tricolor), ni la estructura legal del régimen, ni su legitimidad posfranquista.
Este hecho nos alarma muchísimo a los que jamás hemos reconocido la legitimidad de este régimen, la posibilidad de una república heredera del Régimen del 78 es nefasta y no es la República en manos de la ciudadanía a la que aspiramos. Porque no se trata tan sólo de cambiar un rey por un presidente electo. Eso sería un recurso lampedusiano con las reformas justas para que en el fondo nada importante cambiase en España. En ALTER hemos defendido siempre que la República debe venir de la mano de una ruptura, y no de una continuidad con el régimen. De la misma manera que hemos defendido y defendemos la tricolor como única bandera nacional republicana, que representa las aspiraciones del pueblo a su emancipación, y que por herencia histórica y por coherencia ideológica, es irrenunciable. Los símbolos son muy relevantes, y usar la misma bandera que enarbola la extrema derecha y la monarquía sería un fracaso y una claudicación del republicanismo.
Para entender y comprender mejor que los republicanos no nos conformamos con simples cambios cosméticos, se hace necesario aclarar por qué es necesaria la ruptura con el régimen actual, el sistema político que podríamos denominar como Régimen del 78, al que consideramos como la continuidad de los valores fundamentales del Régimen del 39 bajo formas aparentemente democráticas. El régimen que bajo la impunidad, la corrupción judicial y la connivencia de los medios de comunicación, ha permitido que determinadas élites políticas y económicas esquilmen el país y sus arcas a placer, que un sistema judicial clientelar con doble vara de medir actúa más como represor al disidente que como verdadera justicia independiente y equilibradora del poder; o que se nos obligue a tragar con el cuento de que este es un país con una democracia ejemplar, gracias a la inestimable labor de los periodistas y tertulianos a sueldo de los medios de comunicación del régimen.
Los republicanos tenemos claro que el régimen, como heredero de los vicios del anterior, es el causante de los principales problemas que vive hoy España: la corrupción institucional endémica, la perpetuación de un sistema económico dependiente del turismo y la construcción, beneficioso sólo para unos pocos, con un mercado laboral precario y un problema de paro estructural, la falta de un modelo territorial coherente con la realidad diversa en naciones y sensibilidades de España pero que a la vez pueda ser un elemento cohesionador y de fraternidad, lejos de centralismos y nacionalismos excluyentes. La raíz del problema es que durante la transición no se produjo una verdadera ruptura y permanecieron elementos de las viejas élites que impedían que se estableciese una democracia limpia y plena: Permisividad con la corrupción, clientelismo, impunidad de la monarquía, ley electoral conservadora, sistema judicial controlado por el poder, ejército corrupto y fascistizado… etc. A esto es a lo que se refería Franco cuando afirmó que estaba todo “atado y bien atado”. Es, en esencia, un régimen al servicio de los poderosos de este país: “la casta” como alguien dijo una vez acertadamente y luego olvidó.
En medio de todo este panorama, hemos constatado que, desde la izquierda, no se ha aprovechado en 40 años para construir una alternativa opositora al régimen de ámbito estatal, con un proyecto colectivo para España, que conteste este discurso oficial del pensamiento único. Muchos vivimos con una sensación de desesperación y orfandad que no haya partidos en el parlamento, salvo la izquierda vasca o los independentistas catalanes, aunque sea por otros motivos, que cuestionen la naturaleza del régimen.
Algo ocurre con una izquierda española acomplejada y servil que, desde que Carrillo aceptó la monarquía y la bandera a cambio de ser legalizado, ha claudicado totalmente con la cuestión republicana, que no ha ido mas allá de la petición ocasional de la celebración de un referéndum. Los representantes políticos de la izquierda en los que alguna vez hemos confiado, han traicionado nuestras esperanzas una y otra vez y se nos revelan como simples oportunistas en busca de nuevos sillones, que modulan su lenguaje, que rebajan y venden sus ideales y su programa, una vez alcanzan nuestros votos y ciertas cotas de poder. Es cierto que existen honrosas excepciones, pero a nivel general ha sido así, para desgracia de sus votantes.
Pero la pregunta central permanece: ¿Cómo es posible que no exista un partido republicano de oposición en España? ¿Quién es, quién representa hoy en España la voz de los republicanos de izquierdas? ¿Dónde están?
Dejemos a un lado del debate a la derecha española, que por mucho que haya corrupción, se identifica con la monarquía no por convicción legitimista mayoritariamente, sino porque ésta representa la permanencia de los valores franquistas e intereses tradicionales de las clases dominantes patrias. Es eso lo que está en juego, por ello no conceden importancia a las corruptelas borbónicas y dan su apoyo sin fisuras al rey.
Es tradicionalmente en la izquierda donde ha residido la fuerza principal del republicanismo en España. Entre las fuerzas en teoría de izquierdas de nuestro país, vemos día tras día a un PSOE que cierra filas con la monarquía y ejerce de pilar básico del sistema bipartidista del régimen, que impide que se investigue la corrupción en la Familia Real, y permitiendo su impunidad sin sonrojarse. Los socialistas son, en teoría, un partido republicano según sus estatutos, y muchos de ellos se declaran republicanos pero monárquicos a la vez, lo que se vino a denominar durante un tiempo juancarlismo y que hoy ya es pura tomadura de pelo en una pirueta terminológica indefendible ya ante un público informado.
El oxímoron se repite, sin embargo, cuando vemos los constantes panegíricos a la monarquía en todos los medios de comunicación y el blindaje que se le ha otorgado a la monarquía, con la clara colaboración socialista. Es evidente que el PSOE, salvo quizá tímidamente sus bases juveniles o algunas personalidades que guardan silencio, no puede considerarse un partido republicano. De hecho, muchos pensamos que en la práctica, ha sido el principal partido monárquico del país.
Por otro lado, la izquierda institucional representada primero por el PCE, luego IU y posteriormente Podemos y Unidos Podemos, jamás se han declarado como opositores al Régimen del 78. Lejos de ello, sus representantes se han reunido sin trabas con el rey, en ocasiones le han aplaudido y han jurado ser leales al mismo; han defendido las bondades de la constitución y la bandera monárquica; y, si bien han tenido un programa más o menos de izquierdas, siempre han apostado por una política posibilista y reformista, creyendo ingenuamente que la reforma es posible sin tocar la estructura dentro del marco constitucional vigente, dándole de esta forma validez y legitimidad; manteniendo mientras el discurso de que la República “no toca” en estos momentos (nunca toca), utilizando el elemento republicano como “atrezzo”, como elemento folclórico o decorativo en manifestaciones o como simplemente un elemento de la memoria histórica republicana, pero nunca han planteado una estrategia real y abierta para derribar el Régimen del 78 en el presente y el futuro inmediato, junto a la necesidad de la República como una ruptura.
Fundamentalmente, esta actitud de las cúpulas de los partidos de la izquierda mayoritaria es lo que ha supuesto un freno al surgimiento de un partido de izquierdas opositor al régimen. Esto no es un ataque gratuito a estas formaciones, es una crítica que pretende ser constructiva, y existen argumentos sobrados para demostrar esta tesis. Los muchos que aún creen que esto no es cierto, sólo tienen que abrir la hemeroteca y consultar el desprecio constante a los símbolos como la tricolor, al referente histórico de la II República, o las loas a tal o cual discurso del rey o a su personalidad, por parte de algunos líderes recientes de estos partidos. Entender esto es fundamental para comprender que no vamos a tener una República de la mano de esta izquierda acomplejada, que sólo aspira a ser una muleta del PSOE dentro de la monarquía. Ellos son una fuerza del sistema y del Régimen del 78 y no una fuerza opositora al mismo. Defienden un supuesto cambio pero en la realidad suponen un freno al mismo, aunque muchos de sus miembros y votantes estén repletos de buenas intenciones.
Como no parece que la actitud de la izquierda existente en el parlamento vaya a cambiar, ni que esperar sentados y de brazos cruzados a que, escándalo tras escándalo, la monarquía se derrumbe, sirva para algo positivo ¿Dónde queda entonces el espacio para un republicanismo español de oposición al régimen monárquico? Desde el inicio de la construcción del régimen, los partidos republicanos, que no aceptaron ni la monarquía ni sus símbolos (sobre todo la bandera) fueron prohibidos y no pudieron participar en las primeras elecciones “democráticas” de 1977, y desde entonces, por la inercia de un sistema electoral que favorece a los que ya están dentro, han sido condenados al ostracismo extraparlamentario, siendo privados también del acceso a los medios de comunicación. Hablamos de partidos como ARDE, Izquierda Republicana, el PCE (m-l), o más recientemente, Alternativa Republicana, entre otros.
Este republicanismo ignorado y menospreciado, sistemáticamente tachado de nostálgico, apartado de la opinión pública, tiene hoy elementos para aportar a nuestra vida política como alternativa al régimen. No se trata de vender humo ni prometer nuevas o viejas políticas, ni de alejarse de los conceptos de izquierda o derecha, o de diluirse en la posmodernidad líquida.
En estos tiempos de zozobra, es necesario que se construya desde la ciudadanía activa, un referente político coherente, con un impulso y posicionamiento claro y con un proyecto político colectivo para todos: La III República, que debe surgir como una ruptura democrática y pacífica con el actual régimen y que debe dar mucha más voz a la ciudadanía para defender los intereses colectivos, que por fuerza son los de las clases subalternas. Defender la República es defender que la ciudadanía vuelva a ser dueña de sus destinos.
Esa es la tarea que los republicanos y republicanas que formamos ALTER hemos intentado llevar a cabo desde la fundación del partido. No somos famosos ni tenemos líderes mediáticos ni mesiánicos, no tenemos suficientes medios económicos para lanzar grandes campañas, ni nuestro discurso es fácil de aceptar por las personas bienpensantes que han creído a ciegas las mentiras y mitos que el régimen ha repetido hasta la saciedad durante más de 40 años. Pero ello no nos ha apartado ni por un momento del proyecto que hoy toca más que nunca y sigue siendo imprescindible. Somos un puñado de mujeres y hombres que mantenemos vivos los ideales republicanos, el legado de Manuel Azaña, de Marcelino Domingo, de los que no se rindieron ni en la guerra ni en el exilio, de los que nunca claudicaron con la monarquía; con la esperanza de recuperar algún día la dignidad democrática que nuestro país merece. Y eso nos convierte en un partido que es oposición al régimen, que pretende derrocarlo pacíficamente y mediante la fuerza de los votos.
La República que queremos no va a llegar sola, mientras esperamos cruzados de brazos. Tampoco vendrá de la mano de un referéndum o de una reforma de la constitución actual para que todo siga igual. Vendrá de la mano de aquellos partidos que sean valientes y no colaboren con el régimen y que defiendan abiertamente y sin fisuras la República. Será una victoria electoral de los republicanos, igual que un 14 de abril de 1931, la que puede traernos la República y abrir el proceso democrático de elaboración de una nueva Constitución. Aunque esto parezca lejano y aunque sean malos tiempos para la militancia, ese día puede estar más cerca de lo que imaginamos si sabemos trabajar activamente para ello, generosamente, con compromiso y disciplina. No se trata sólo de manifestaciones o caceroladas, hay que implicarse y organizarse políticamente.
Es por ello, que tras la crisis política abierta, con la perspectiva de otra crisis económica gravísima e inminente a la vuelta de la esquina, ALTER lanza un llamamiento a la unidad y a la organización de todos aquellos que se consideren republicanos y de izquierdas. Si no queremos ser una vez más simples espectadores ante las decisiones que se acaban tomando en los despachos de los poderosos, es el momento de dar el paso y fortalecernos para construir la República que queremos.
Ramiro Gil Morel
Alternativa Republicana
Divagaciones en el Cinosargo
2020/08/15
Desde luego la ideología, como decía Marx, pinta el mundo al revés. Por eso funciona muchas veces el darle la vuelta a las cosas (a lo que se cree comunmente, a lo que parecen las cosas) para ver cuál es la realidad. Así, es muy gracioso ver cómo los de Podemos, el partido del «sí se puede», la versión en España de la campaña del Partido Demócrata USA y sus agencias del lema obámico del «sí se puede», lo que en realidad venden es que no se puede y que no hay más remedio que tragar, que el creer que se puede no es realista y que hay que amoldarse. Así, decía Pablo Iglesias Turrrión desde antes de tener diputados que eso de salir la OTAN, que ya le gustaría, pero es que no se puede. Del mismo modo, cuando llegó la abdicaci´n y la maniobra Rubalcaba, estos boicotearon las movilizaciónes populares usando la sucia táctica de no posicionarse abiertamente en contra, lo que les hubiera desenmascarado por completo de la noche a la mañana, pero decir que ellos no iban a estar, que quien fuera era a título individual. Esto, como Anguita, por cierto, quien se mofaba de las movilizaciones diciendo algo así como «qué se creen esos ingenuos, que haciendo cuatro manifestaciones va a acabarse conn la monarquía»: Esa es la clave: en el momento crítico, en el momento decisivo, cerrar filas en torno al régimen, y cerrar l a vía a la salida popular. Porque fente a toda coyuntura histórica en una sociedad cuya dinñamica está regida por la lucha de clases, siempre hay dos opciones, y cualquier otra se acopla para acabar siendo nada más ue instrumento suyo a una de estas dos: o la salida de la oligarquía o la salida del pueblo. Y, como Carrllo en la Transición, estos no es simplemente que se acojan a la salida de la oligarquía y abandonen la del pueblo, es que son la piedra de clave que sostiene todo el peso del arco del asunto, pues cierran la salida popular y conducen al pueblo hacia la salida oligárquica, que es como decir al suicido. NO es que se sumen al otro campo en liza, es que son el factor decisivo que desarma el campo popular. El posiblidismo, lo inmediato superficial contra lo real, la negación del carácter dialéctco e integral de la realidad y su sustitución por solo lo superficial, la miopía política, y en definitiva plegarse a la corriente dominante. Por eso son la clave, por eso son los principales responsables y los principales culpables. Porque no vamos a dar por bueno que, en la lucha de clases, el que una clase, digamos las aque se agrupàn en torno al poder oligárquico, defienda sus intereses frente a las otras, es algo culpable y no lo natural, como en las infantiloides películas de guerra yanquis, en que cuando el enemigo mata en combate al compañero soldado del héroe, ese hecho convierte a dicho enemigo en un ser abominable inmerecedor de todo respeto humano, y no hay que mirar el propio campo, si, tal y como hace el enemigo, se ciñe a los intereses objeivos legítimos en vez de plegarse al enemigo, si tiene una estrategia y una doctrina vencedora o en vez de eso entreguista y derrotista.
Me parece un error buscar que esta gente cambie de opinión y dejen de ser un apoyo del régimen para volverse republicanos sinceros (y no como hasta ahora, que solo les ha preocupado la República para tener símbolos y significantes vacíos propagandísticos para que cada cual pueda creer que se le dice lo que quiere oír y les apoye, a la vez que desarticulando cualquier alternativa a su tinglado y pretando con ello un inmenso servicio al régimen)..A la hora de valorar el cómo surgieron y la natraleza de estos, hay que distinguir entre la forma concreta en que ocurrieron las cosas, y lo que ocurrió en sí. La forma concreta fue una confluencia de intereses entre el capital queu necesitaba cerrar unna brecha de legitimidad en su aparato pseudodemocrático de captación de apoyo popular para el régimen (el llamado sistema de partidos o partitocracia) en medio de una crisis política -que aunque no sea lo más profundo si es lo más clave- social y económica y asegurar el flanco izquierdo del régimen, impidiendo que pudiera naceer una alternativa popular arruinando con ello la obra franquista de décadas, esencia del actual régimen o de la actual forma no dictatorial del régien, junto con un nido de ultraoiportunistas que vieron la brecha o más bien su dimensión o faceta electoral y con ello la oportunidad, u oportunidad, pues esta gente venía de IU, estaban ahí desesperados por trepar, y entre la «vieja casta» que reinaba desde la transición (y por eso hablaban y ya no hablan de casta) y no les dejaba ascender y la incapacidad de IU para irrumpir por la brecha… EL papel decisivo lo jugó un puñado de grandes capitalistas, en particular del capital mediático, con la ultraderechista familia Lara y su (al menos por entonces) vasallo Roures. Pero eso es el proceso concreto en que ocurrieron las cosas. Podrían haber ocurrido de mil maneras diferentes, pero en el fondo haber ocurrido lo mismo. Y ese «lo mismo» es ese: que surgieron como instrumento del régimen para, primero, cerrar su flanco izquierdo y, segundo, cerrar cualquier posibilidad de que renazca una alternativa popular (que fue para lo mmismo que para lo que surgió el 15M, digan lo que digan, y ese fue su nefasto papel justo en el momento, en el instante preciso en que todo odía haber cambiado de rumbo, y por eso por mucho que se empeñen sí hay una continuidad 5M-Podemos y, digamos, una «legitimidad» de Podemos en el 15M, por mucho que las fantsías y deseos de algunos les lleven a pensar que no, porque les hubiera gustado que el 15M hubiera sido algo distinto a lo que en os hechos fue y que hubiera conducido a algo diferente a lo que en el mundo real ha conducido, sustituyendo muy al modo hippie, la realidad por los deseos, las consecuencias por las intenciones, la razón por el sentmiento… herencia aún domiante aunque tambaleándose de esa ideologia introducida con los cambios sociales del Occidente en los años 60-70). Son una escrecencia, no diremos directamente del régimen, sno d elos grupos de poder de losq ue el régimen es instrumento de dominación: de la oligarquía. Son su instrumento, Si eso, no hubieran existido, hubiéramos tenido un grupito más de la izquierda grupuscular. Y los golpes del cayado para conducirlos, como cuando perdonaron a Monedero los turbios asuntos con que se financió inicialmente el tinglado como medio de asegurarse de tenerles cogidos por los c*j*n*s, o como hoy les montan nuevas campañas desde la caverna para asegurar que no haya veleidades hacia el pueblo… pues son eso.
Lo importante de todo esto es que se cmprenda que esto, con lo que tiene que ver, es con la lucha de intereses objetivos entre la oligarquia y las clases populares, cómo esto lleva a diferentes proyectos de país, de sociedad, a que hay que afrontar los gravísimos problemas que tenemos en frente (que nuestro país se está yendo al carajo, cada vez más aceleradamente, y todo el mundo tan pancho) de maneras radicalmente diferentes, que la oligarquía solo mira por sus propios intereses y al modo psicopático concive la sociedad, el país, la nación, como instrumento a su servicio al que se puede sacrificar y nos conduce al abismo, y solo la salida popular puede salar al país. Que lo sproblemas inmediatos no se van a arreglar mientras no se enderece el rumbo, que puedes hacer uelguitas y campañistas y hasta salirte con la tuya, pero eso no va a ca,biaar nada, las cosas van a ir a peor y te vas a despeñar igual, que las luchas inmediatas solo tienen sentido si se integran en un proyecfo global de cambio (y que históricamente es así cómo las luchas obreras dieron resultados, porque directa o indirectamente e incluso aunque solo fuera potecialmente, se enmarcaban en el cuerp global de la lucha por una transformación social, conviertiéndose así en verdadera lucha de clases y no en mero roce por la que las distints piezas del sistema se acomodan de la forma más suave posible; fue el no ver ese cafrácter íntegro de la lucha y el confundirse con que fue la lucha por las reformas lo que lo habia logrado por sí solo, lo que metió a la clase obrera occidental en el atolladero llegado el Estado del Bienestar y dando paso a la hegemonía del reformismo, desarmándose y dejándonos desnudos y sin fuerzas llegada la «etapa liberal»). Entre los diferentes niveles de la realidad, el económico-material, el social, el polítco, el ideológico, el de lo inmediato-superficial… que se articulan en parete como en capas de cebolla (y en parte de formas más comlejs con muchas interacciones, hay que darse cuenta que el nivel crítico, el centralizador, el articulador de todo es el nivel político (al menos en nuestra sociedad, o en la sociedad buirguesa en general), y así la lucha de clases no es verdadera lucha de clases hasta que no se plantea en ese nivel. Si objetivamente el conflicto de intereses es claro, subjetivamente no lo está del lado popular, precisamente por la prédia d ela miopía politica, de esos que dicen que solo importa lo inmediato, que hay que renunciar a la lucha y ocuparse solo del roce. En ese conflicto entre intereses objetivos entre la oligarquía y el pueblo (por resumir los dos campos de agrupaciones de clases) que definía al principio del párrafo, se trata por tanto d ela lucha por el poder político entre los dos, de cuçal tiene más poder o menos y llegado el caso incluso puede llegar a plantearse la lucha total de que uno de los campos vaya a por todo el poder, pero no es la actual coyntura. Y por eso la cuestión del régimen lo crucial, y ese es el sentido de la República en España, l oque se explica además, por las razones y el desarrollo histórico que el régimen actual tenga la forma que tiene, la monarquía, etc., el que haya necesitado siempre la negación de la República como aspecto vital (sinque desde luego sea algo esencial planteado en el plano más abstracto, atemporal y ahistorico de simples formas de poder de clase;ni tampoco pensando que siempre va a ser así y que la oligarquía no podrá adaptarse a una forma de poder «republciana»). Por todo esto digo que la cuestión de la República (de la República republicana, del republicanismo, no de una posible maniobra bicolor) es la clave de la lucha de clases en España. Por eso todo el reformismo, todos esos que renunciaban a la lucha de clases para centrarse en solo lo inmediato (y camufñandolo de hacer lo contrario con la fraseología propioa del marxismo pese a que Marx y Lenin decían lo contario que ellos; y los llamados anarquistas han defendido siempre lo mismo, que en esto no son diferentes) ha negado siempre la Repúbiica, en los momentos decisivos siempre la han echado a un lado, la han tratado de reducir a rollo nostñálgico y de simbolitos electorales (bueno eso ahora, que hasta no hace mucho hasta eso perseguían, que p.e. más de uno hemos acabado a hostias con el servicio del orden del PCE por defender la tricolor en las manifestaciones durante la TRansición)
Tampoco me gusta el panteamiento de la cuestión nacional. No se rata simplemente de que el federalismo es necesrio porque a lo bruto como hizo el franquismo y como en el fondo hace el actual régimen (que simplemente llegó aacuerdos de reparto chanchullero con las burguesías locales, continuando aunque de forma suavizada con el impulso asimilador y aniquilador de pueblos)… a lo bruto decía se refuerza el independentismo. Es que eso es ua cuesti´n deerivada de la cuestión de fondo. A lo ue hay que ir es a solucionar de una vez el prolema nacional en España, y dar así un salto hacia arriba en el desarrollo social, dejar superado este problema que arrastramos ya desde hace dos o tres siglos por incapacidad de nuestra burguesía, y ahcerlo sobre la bse de la democracia, de que el pueblo forja la sociedad con su labor y su protagonismo, d ela libertad, la igualdad y la fraternidad, y dejándose de chanchulleos para contentar a unos a cambio de que traguen con el sometimiento de su proio pueblo. Hay que ir al fondo. Y ver la vinculación entre lo social y lo nacional. que no es casualidad que conforme nuestra sociedad se descompone más, saltan las costuras de la chapuza nacional que se ha hecho.
Cuando ves estas predicciones en The Lancet de que en nuestro país solo va a haber 23 millones de habitamtes para 200, el declive continuado en importancia internacional de España, el desasre de atraso y subdesarrollo a que nos avoca la estructura económica del país que nos ha impuesto el interés mezquino de nuestra oligarquía (tan «patriótica» ella, pero es que, claro, es patriótica de la rojigualda, esa bastarda enseña del Antiguo Régimen y que así refleja la incapacidad y fracasos de cara a la forja social y el progreso de la patria por parte de la gran burguesía española y de sus compromisos con los viejos poderes…)… En fin, esto es muy grave, el país se descomone y va a un ritmo acelerado y cada vez más, pese a que el adocenamiento y complacencia del pueblo (no digamos ya de sus líderes, verdaderamente criminal pues es su obligación alertar y movilizar y hacen lo contario). Hay urgencia real, y casi todo el mundo parece como dormido, otra vez en este país no vamos a estar a la altura de las circusnstancias, pero esta vez va a ser mucho más grave, porque las anteriores solo condujeron al actual desastre, pero la siguiente parada es la final.