Este texto y los otros de la serie de «consejos» constituye una significativa muestra de lo que se esconde bajo toda la palabrería de la nueva política. Se hace difícil controlarse ante cargas de demolición tan cínicas como esta que aquí recogemos, pero es preciso hacerlo; estos son los argumentos con los que nos enfrentamos.
«Consejo Nº 8: No rechazar ni imponer un color a la bandera española
Fuente: Plaza Podemos. Aportación realizada por Debate constituyente.
En los últimos años hemos podido presenciar cómo la que fue la bandera de España durante la II República se enarbola en múltiples manifestaciones de protesta social. Sin embargo, una bandera que representaba a todos los españoles del 1931 al 1936, hoy en día se ha convertido en un símbolo político escorado ideológicamente a un sector concreto de nuestra sociedad.
La carga ideológico-política que lleva al día de hoy esa bandera la limita como aglutinador de mayorías.
A día de hoy no simboliza a la inmensa mayoría del pueblo español como en 1931, sino que tiene una representación más partidista, más ideológica.
Quienes enarbolan o defienden esa bandera como la legítima española o la presentan como la deseable para un futuro Estado republicano, suelen entrar en el espectro de las izquierdas, en general más a la izquierda del PSOE o en la izquierda extra-parlamentaria. En definitiva, la bandera tricolor al día de hoy ha dejado de ser una bandera nacional, para ser una bandera política, y hoy en día está muy lejos de ser identificada como propia para la mayoría de la población.
No pretendemos trasladar a los que nos leen la falsa impresión de que somos monárquicos.
Todo lo contrario, como defensores de una profundización democrática en todos los niveles, reclamamos firmemente un modelo de Estado republicano donde su jefe de Estado sea elegido por sufragio y donde los derechos sociales y las libertades sean una garantía consagrada. Sobra decirlo, pero tampoco queremos con este comentario quitarle peso histórico y simbólico a la bandera tricolor, ni restar trascendencia a las memorables conquistas sociales que hubo durante el período de la II República ni a las luchas antifranquistas y por la democracia que vinieron durante la guerra o la dictadura.
También la bandera roja con la hoz y el martillo tiene un gran peso histórico y simbólico en la lucha por los derechos de los trabajadores y la lucha antifascista que conllevó decenas de millones de muertos. Y comprendemos y apoyamos su uso cuando se trata de conmemoraciones y actos de recuperación de memoria histórica o reivindicación de justicia y reparación. Sin embargo entendemos que, en este momento, ni la una ni la otra (la tricolor o la roja con la hoz y el martillo) pueden servir de símbolos aglutinadores para un proyecto político de mayorías en nuestro país.
De igual manera, no nos parece conveniente que se rechace o critique de plano la oficialidad o el uso de la bandera rojigualda. Si la bandera tricolor de la II República ha condensado una fuerte carga ideológica, la bandera rojigualda la ha perdido con el paso de los años. En España la mayoría de la población identifica, con más o menos devoción, la bandera rojigualda con su país. No la identifica con el franquismo, el fascismo, las fosas comunes, la dictadura y el terror; tampoco con la monarquía.
Y en los últimos años hemos visto en las celebraciones futbolísticas como millones de jóvenes se echaban a la calle con la bandera actual a festejar los triunfos de su selección.
Dudamos mucho que esos millones que colgaban la bandera rojigualda en los balcones, se la pintaban en la cara o la agitaban en los festejos deportivos, sean neonazis, franquistas, monárquicos o derechistas militantes.
Otro ejemplo lo tenemos en el ámbito de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado (FCSE) y en las Fuerzas Armadas donde es una costumbre extendida entre sus miembros portar algún lazo en su coche, alguna pegatina o pulsera con los colores de la rojigualda en sus muñecas.
Y aunque en algunos de estos cuerpos exista el pensamiento conservador entre algunos de sus miembros, la mayoría de los que portan esta bandera no lo hace por ser borbónico o falangista convencido.
En estos colectivos (FCSE y Fuerzas Armadas), que en suma superan los 330.000 miembros, encontraremos en numerosas ocasiones este tipo de manifestaciones personales como muestra del amor a su país y también como símbolo de su profesión, como distinción gremial en la defensa y seguridad pública del país. La bandera rojigualda para estos funcionarios (muchos de los cuales comparten el proyecto democrático propuesto desde PODEMOS) es el símbolo que conecta a la vez el hecho patriótico con su dedicación profesional particular.
Son detalles a tener en cuenta si alguien pretende llegar a estos colectivos y a una buena parte de la sociedad.
Y puestos a hacer un poco de memoria, la bandera rojigualda no es la bandera exclusiva del franquismo ni siquiera de la monarquía. Ni tampoco la bandera tricolor de la II República fue la bandera del antifranquismo: durante los primeros meses de la Guerra Civil también fue la bandera de los golpistas de Franco y militares fascistas fueron enterrados con todos los honores bajo la bandera tricolor.
La bandera rojigualda, que tiene un origen militar en el siglo XVII, en concreto para uso en la Marina de guerra, se usó como bandera nacional en la Revolución española liberal de 1808, en las Cortes de Cádiz. Fueron fundamentalmente las milicias nacionales, la expresión armada y popular más progresista habida en el siglo XIX, las que extendieron el uso de la bandera rojigualda como símbolo nacional. La bandera borbónica que ondearon los carlistas, en su enfrentamiento contra el liberalismo y el constitucionalismo, era blanca con el aspa roja de Borgoña.
En 1843 Isabel II decreta la bandera rojigualda como bandera nacional frente a la bandera del absolutismo carlista que ondeó durante las tres guerras civiles de aquella centuria. Este hecho hizo identificar aún más a la bandera rojigualda con las posiciones políticas más avanzadas frente a la bandera carlista que representaba el inmovilismo y la reacción. Durante el Sexenio Revolucionario (1868-1874), en su etapa de Gobierno Provisional o en su etapa de Primera República española, se ondeó la bandera rojigualda (con distinto escudo) como bandera oficial. Es decir, la bandera bicolor fue la insignia que representó al periodo más democrático y progresista de todo el siglo diecinueve incluyendo la primera experiencia republicana de nuestra Historia. La rojigualda también ha sido bandera republicana.
Con esta breve y sintética semblanza histórica no queremos caracterizar a la bandera rojigualda como la elegida para representar un futuro proyecto nacional de progreso y democracia. Pero tampoco creemos oportuno ni correcto que se la identifique con la bandera de la reacción y los valores antidemocráticos (cosa diferente sería hablar de los escudos habidos). De hecho, en el siglo XIX los colores de esta bandera significaron precisamente lo contrario. Incluso en el siglo XX, el propio General Vicente Rojo, el que fuera Jefe del Estado Mayor del Ejército Popular de la II República, criticó el cambio de color en la bandera nacional que se realizó y defendió mantener la rojigualda.
Por lo tanto, nos parece que el rechazo o crítica actual a la bandera rojigualda por connotaciones políticas, no sólo supone un error historiográfico sino una insensatez estratégica. La guerra a banderazos (manifestación simbólica del inútil y peligroso izquierdas/derechas) no va a facilitar la constitución de una mayoría social para el cambio y creemos que PODEMOS debería desmarcarse de la identificación con una u otra bandera.
No se debe querer imponer la rojigualda ignorando los legítimos sentimientos que cargan una parte de la población hacia la bandera tricolor ni apostar ni reivindicar la tricolor como futura bandera demonizando a la rojigualda.
Cualquier ciudadano que comulgue con los principios de PODEMOS, apoye la banca pública, la renta básica, la sanidad y educación pública y de calidad, la democracia participativa y el respeto a los Derechos Humanos, y además le guste la bandera rojigualda, debe sentirse cómodo en esta organización. Habremos avanzado muchísimo cuando en los círculos, asambleas, mítines o votando a PODEMOS encontremos tanto a los que llevan un bandera, camiseta o pulserita rojigualda como las que la llevan tricolor como los que no llevan.
Porque esto es lo verdaderamente importante: aglutinar al mayor número de personas en torno a ideas y proyectos por encima de etiquetas y colores. La división izquierdas/derechas en nuestro país (con guerra y dictadura de por medio) ha cristalizado en la actualidad en un enfrentamiento lleno de estereotipos y símbolos, que sustituyen al debate tranquilo de las ideas, representándose esta puja hasta en los colores de la propia bandera nacional.
Salir de este entuerto sólo es posible reconociendo la rojigualda como la actual bandera oficial, poniendo en valor el contenido histórico y democrático que carga la bandera tricolor y planteando que sea el propio pueblo español democráticamente, en un futuro proceso constituyente, el que determine la insignia que nos represente a todos en un próximo Estado republicano. Mientras tanto, se debe continuar construyendo movimiento dejando a un lado cualquier fetichismo estéril o enfrentamiento por colores.»
José Antonio de Antonio Hernández
2015/02/24
La bandera rojigualda nos fue impuesta después de una guerra de exterminio y acompañada de represión, tortura, carcel y exilio. No se si la rojigualda fue republicana durante la primera Republica española pero las connotaciones que hoy en día tiene son definitivamente otras.
Muchos españoles dieron su vida por la bandera tricolor, que vino a representar lo que fue la Segunda República, un intento serio de modernización de nuestro país, de superación de viejos esquemas del pasado mas reaccionario y de abandono de la monarquia impuesta por las élites sobre la mayoría.
Hoy en día la bandera rojigualda representa el todo atado y bien atado que heredamos del fascismo hispánico, representa la permanencia de una monarquia auto impuesta, la pervivencia de oligarquías y clases que se apropian de los bienes públicos mediante el clientelismo, las puertas giratorias y la corrupción rampante, representa la ingerencia de la iglesia católica en las instituciones públicas, en la educación de niños y niñas, representa el negocio de unos pocos con las empresas públicas rentables hasta su privatización, representa unas fuerzas armadas y unos cuerpos de seguridad que no han dejado en ningún momento de ser fascistas. Esta bandera no nos representa, no a las generaciones que han nacido y crecido en esta falsa democracia cuya bandera no hemos elegido. Siendo simpatizante de Podemos, no puedo estar de acuerdo con este artículo, ni siquiera en términos estratégicos o de acumulación de mayorías podría uno saltarse a la torera tales principios e ideales por los que, insisto, tantos españoles dieron sus vidas. Creo que no es comparable la bandera republicana con la de la hoz y el martillo, como se hace en este artículo de manera muy interesada y superficial. La bandera republicana representaba a todos los españoles, tanto republicanos d derechas como de izquierdas o moderados y a todos los partidos políticos de la época, cosa que no puede afirmarse de la bandera comunista, cuyo contenido es mucho más partidista y sectario. En fin, no puedo estar de acuerdo con el fondo del artículo. Estimo que Podemos haría bien en recoger la tradición republicana y llevarla bien alto en sus ideales y principios. No comparto estas estrategias que por un afán de alcanzar mayorías sociales, silencien o desestimen los valores que desde siempre han representado en este país la justicia social, la igualdad, el progresos, la cultura, los derechos humanos y que siendo importante las políticas, no lo son menos los símbolos. Un saludo.
miguel cococrash
2015/02/26
En primer lugar, el texto de arriba es uno más de los que circulan por la plaza de Podemos, es decir, hay otros que no apuntan en la misma dirección. En segundo lugar, ¿se trata de ganar o de ser fieles a símbolos que nos hacen perder?…Soy republicano y la bandera no es el único significante de sus valores. En mi opinión podemos aparcar por un momento los símbolos más cargados de significación, como la bandera republicana o los puños en alto, sin dejar de ser fieles a nuestras ideas. Se trata de entender que las reglas del juego no las impone Podemos, y que si queremos jugar a la política hay que pensar en cómo se consigue el poder en la practica y dejarse un poco de estéticas, estéticas de aquellos que prefieren que Pablo Igesias salga por la tele intentando disputar la hegemonía a la derecha enfundado en la bandera republicana, o a Monedero con una camiseta con la cara de Hugo Chávez, o a Errejón levantando el puño comunista
dedona
2015/02/26
Mal te veo….. muy mal orientado….. que te osties tu es cosa tuya, pero que se ostie el que disputa el volante es peligroso. Si no lo entiendes no voy a explicártelo. Le pides a Pablo que te le explique, que ya te tiene convencido. Este texto EXPLICA la táctica seguida. Me da igual que sea de Plaza, aportación o texto oficial, ¿explica la linea seguida?
dedona
2015/02/26
https://dedona.wordpress.com/2012/04/01/sobre-la-bandera-tricolor-la-bandera-de-espana-y-su-republica-pedro-a-garcia-bilbao/
dedona
2015/02/26