Traducción: Consejos para reconocer a la derecha bajo cualquier máscara / Colectivo Wu Ming

Posted on 2013/03/04

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@Pepe Gama

@Pepe Gama

[Sociología crítica] ]Los del equipo Wu Ming —una interesante firma colectiva— , gente tan enterada en Italia como perdida completamente cuando analizan la realidad «indignada» en España, ofrecen aquí una interesante reflexión sobre el fascismo hoy en su variante  más postmoderna. Por cierto, la web de origen se llama GIAP.

Es traducción del artículo:
Consigli per riconoscere la destra sotto qualunque maschera

CONSEJOS PARA RECONOCER A LA DERECHA BAJO CUALQUIER MÁSCARA.

(un montaje de cosas escritas –no sólo por WM- en diferentes post y entrevistas, útil para retomar y mostrar el hilo de la cuestión. Tomadlo como nuestra contribución al final de la campaña electoral más fea y angustiosa desde 1946. Los link a las fuentes están en las almohadillas –en el enlace original-)

Las categorías de “derecha” e “izquierda”, nacidas durante la Revolución Francesa, fueron dadas por muertas ya durante el Directorio, entre 1795 y 1799. Son incontables las veces que se ha dicho que ambos conceptos estaban superados, y sin embargo, pese a estas letanías, siempre se han reafirmado como polos de los discursos y del pensamiento político. Con cuanta más intensidad se les niega y desplaza, con mayor violencia vuelven. Entre los movimientos que se han declarado “ni de izquierdas ni de derechas” no hay uno que no se haya revelado de derecha o de izquierda (más a menudo de derechas, hay que decirlo). En Italia, el penúltimo ha sido la Lega.

La división derecha-izquierda tiene bases cognitivas profundas, incluso la neurociencia se ha ocupado de ellas. En el fondo, “derecha” e “izquierda” son los nombres convencionales de dos mentalidades, dos formas diferentes de leer el conflicto social. Describiéndolos, automáticamente se dan las “coordenadas” sobre lo que debería volver a pensar la izquierda.

A groso modo, “de zquierda” es quien piensa que la sociedad está consustancialmente dividida porque en su interior juegan siempre intereses contrapuestos, producidos por contradicciones intrínsecas. Están los ricos y los pobres, los explotadores y los explotados, los hombres y las mujeres. Desde esta premisa general, que vale para toda la izquierda, derivan muchas visiones macroestratégicas, a veces muy apartadas entre ellas: socialdemócrata, comunista, anarquista, pero todas se basan en la convicción de que la sociedad está dividida en origen, es desigual y las causas de la desigualdad son profundas y, sobre todo, endógenas.

“De derechas”, sin embargo, es quien piensa que la nación estaría –y antes estaba- unida, armoniosa, acorde, y si no lo está (si “ya” no lo está) la culpa es de fuerzas externas, intrusos, enemigos que se han infiltrado y confundido en medio de nosotros y ahora tienen que volver a ser aislados y, si es posible, expulsados, así la comunidad volverá a estar unida.

Todas las derechas parten de esta premisa que puede encontrarse en cantidad de discursos y movimientos en apariencia muy diferentes, desde Breivik hasta el Tea Party, desde la Lega Nord a los Tory ingleses, desde Casapound a los “anarcocapitalistas” a Ayn Rand. Para entender si un movimiento es de derechas o de izquierdas, basta ver cómo describe la proveniencia de los enemigos. Invariablemente, los enemigos vienen “de fuera” o al menos vienen de fuera las ideas de los enemigos.

Dependiendo del momento y del período histórico, la toman con el musulmán o con el judío, con el negro o con el eslavo, con el gitano o el comunista que anima a potencias extranjeras, con los liberales de una “Costa Este” americana más mítica que real, con Obama “que en realidad ha nacido en Kenya y por tanto su presidencia es ilegal”, etc.

Entran en este esquema también la “Casta” descrita como otra cosa con respecto al pueblo que la ha votado y elegido, “Roma ladrona ”, las finanzas reducidas a las maniobras de “especuladores extranjeros”, “Europa”…

No hay duda de que en la Italia de hoy el discurso hegemónico, incluso entre personas que se piensan y declaran de izquierda, es el de derechas. Prende fácilmente porque es más simple y consolador y acompaña al impulso de pensar con las vísceras. Por esto muchas personas con posos de izquierda se precipitarán a bandadas a las urnas para votar a un movimiento que no tenemos problema en definir fundamentalmente de derechas, el grillismo. Por otra parte, la culpa de esto es de las izquierdas, que hacen de todo para resultar invotables.
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Cada ser humano dotado del uso de lenguaje se expresa a través de “frame”, encuadres de referencia, conjunto de imágenes y relaciones entre conceptos que estructuran nuestro pensamiento, algunos desde la primerísima infancia […]

En la comunicación política no hay palabra o frase que no encuadre un problema dado según la perspectiva ideológica de quien la usa.
Cada término lleva consigo un mundo. Por ejemplo, imponer el uso de “centroderecha” y “centroizquierda” en lugar de “derecha” e “izquierda” ha sido una operación de encuadre que ha tenido consecuencias devastadoras: en la derecha el eufemismo ha servido para legitimar sujetos sucios y fascistas sin ni siquiera limpiarlos; en la izquierda ha impuesto la creencia de “desplazarse al centro” sino….. “no se gana”. Sólo que, en la realidad concreta, el “centro” no existe. Quien se dice “de centro” es en realidad de derechas y hace cosas de derechas, como Casini, Monti, Montezemolo, ahora incluso el postfascista Fini… Y entonces ¿“quién” “gana”?, ¿para hacer qué? “Desplazándose al centro” no se hace otra cosa que ir a la derecha ( a la búsqueda de irreales “moderados”) y seguro que no se harán políticas de izquierda.

Otro ejemplo es el discurso sobre la “seguridad”: si, como pasa cada día, un político usa en la misma frase la palabra “seguridad” e “inmigración” está evocando en la mente del que escucha una comunidad homogénea amenazada por una diferencia proveniente del exterior, y esto es la quintaesencia del encuadre de todas las derechas, en primer lugar de la fascista.

Basta mirar contra quién se han lanzado los que se han llenado la boca y nos han llenado las cabezas de narraciones tóxicas sobre el “libre mercado”, desde la Thacher hasta Reagan y todos los republicanos USA hasta el Tea Party etc

Hoy todo iría mejo si el mercado hubiese sido dejado en su funcionamiento natural, y viviríamos en una comunidad sana, justamente basada en la competición que premia a los mejores, y una sociedad que premia a los mejores hace el bien a todos.
Antes era así, cuando existían los “pioneros”. Sin embargo, después hubo una fractura: la izquierda y las minorías. Los liberales estatalistas y los “rojos” nutridos de falsas ideas venidas de fuera han turbado este equilibrio con reivindicaciones que han turbado el funcionamiento del mercado, ayudando a los autoproclamados “débiles”, expandiendo el rol del estado en sectores de los que debería estar fuera, negociando el precio del trabajo según criterios que lesionaban los intereses de los empresarios (que son los “héroes” de la historieta).
Este es el encuadre de toda la contrarevolución capitalista iniciada a principios de los ochenta. También aquí hay una armonia turbada por fuerzas “externas”, la confirmación de que esta narración es intrínsecamente de derechas y de que una “izquierda liberal” no puede existir.

Si te das cuenta, en la propaganda de los republicanos USA, del Tea Party etc, el enemigo siempre se refiere a un “otro lugar”: New York, la costa Este, Europa, Canadá y, obviamente, los estados canalla.
Cuando, antes de la visita a China, le preguntaron a Nixon si alguna vez había estado en un país socialista, respondió: “Sí, en Massachusetts”. Para un republicano, en aquella época, New England era “otro lugar”.
No existe un enemigo “interno”, generado por las contradicciones internas del sistema. Si está en el interior es porque se ha introducido entre nosotros.

Este encuadre es activado continuamente en política exterior: estamos “nosotros” (occidente, las democracias de libre mercado) y están los enemigos de turno (“el imperio del mal”, la URSS y sus satélites, las guerrillas que agitan el patio trasero latinoamericano, el terrorismo que amenaza nuestros valores, etc) El “Choque de Civilizaciones” es la máxima expresión del encuadre de la “comunidad armoniosa que se defiende”.

Los liberales nos han enseñado a considerar el fascismo una derecha completamente diferente de la suya, incluso con trazas de izquierda en cuanto presuntamente antiliberal y estatalista.
Detrás de este punto de vista, que es muy difuso, hay una buena dosis de mistificación. Usando la lente de la “comunidad armoniosa que es molestada por el intruso” vemos cómo el fascismo siempre ha usado la versión liberal de este encuadre.

El fascismo original, el squadrismo, se justificaba a sí mismo justo como la defensa armada de la “mano invisible” y de la armonía entre clases sociales. El aceite de ricino y los asesinatos de “subversivos” restablecían la libertad de empresa, la libertad de comercio y el funcionamiento “normal” de la economía capitalista. Es famoso, por ejemplo, este póster propagandístico fascista: (primera postal del enlace original. Leyenda: “1919 Bolchevismo// 1923 Fascismo. El fascismo saca los grillos de la cabeza de los trabajadores y vuelve a poner en su sitio a los explotados. Metámonos con buen ánimo y esforzaos.”)

Al tomar el poder, Mussolini declaró: “El gobierno fascista acordará la plena libertad de la empresa privada y abandonará cualquier intervención en la economía privada”. Durante años los fascistas (subidos al poder en coalición con los liberales, no será una casualidad) condujeron una política económica liberal y sólo en una fase sucesiva empezaron a aplicar medidas keynesianas. Durante los primeros años de gobierno hubo privatizaciones (fue privatizada incluso la ceca), una política monetaria restrictiva, un aligeramiento de la carga fiscal (en particular el gravamen progresivo)

Cuando ésto ya no respondía a las necesidades económicas del gran capital industrial, en particular en torno a la crisis del 29, se pasó a una política económica diferente y se adecuó la fraseología propagandística al culto al Estado, a la lucha contra el individualismo burgués y todas las puestas en escena con las que todavía nos rompen las pelotas los neofascistas.

También los neofascistas, todavía, alguna vez se quitan la máscara y hablan como liberales. Por ejemplo, Forza Nuova en Génova tenía como primer punto de su programa político la lucha contra la Compañía Única de estibadores, que según ellos estrangula la ciudad impidiendo la libertad de empresa en el puerto. CasaPound ha tomado partido sobre el ILVA de Tarento (haciendo escribir un informe a nuestro viejo conocido, el “ingeniero” Di Stefano) tomándola con los ecologistas que, compinchados con oscuros potentados europeos, quieren ahogar la siderurgia italiana.

Al final de la feria, liberalismo y fascismo tienen el mismo héroe-símbolo: el esquirol.

El problema más grave de este país, históricamente, es la indolencia de la pequeña burguesía, que es la más vulgar de Europa y oscila perennemente entre la indiferencia ante todo y la disponibilidad a cualquier aventura totalitaria. Aventura “vicaria”, naturalmente, vivida por Duce interpuesto que vocifera. Sólo un escalofrío de vez en cuando, para interrumpir el run run, disfrutar de las endorfinas y volver al lugar que le corresponde.

Hasta que no siente el dolor, el itálico de clase media se mantiene apático. Cuando empieza a sentirlo no sabe decir lo que le ha ocurrido, blasfema incoherentemente, echa la culpa a los primeros falsos enemigos que le agitan delante (a escoger: emigrantes, gitanos, comunistas, huelguistas, judíos…) y busca un Hombre Fuerte que los combata. En Italia como en pocas otras naciones, no hay nada más fácil que empujar al empobrecido a odiar al pobre.

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La alianza histórica y, por decirlo así, “natural” debería ser entre empobrecidos y pobres, proletarizados y proletarios. Cada vez que los poderes constituidos consiguen evitar esta alianza, jugando con el hecho de que la clase media que desciende tiene todavía los valores y desvalores de antes y se cree todavía perteneciente a la clase de antes, perdemos todos. El punto es que en Italia este jueguecito después de la IGM ha llevado al fascismo, que era una falsa revolución confeccionada para uso y consumo de las clases medias, que ha tenido carta blanca de los patrones y ha producido muerte y destrucción.

Desde entonces, “falsas revoluciones para uso y consumo de las clases medias” para impedir que su proletarización tuviese un éxito no deseado, hemos visto otras, y quizá una la estamos viendo ahora.

Esta temporada estoy leyendo unos cuantos textos historiográficos que evidencian cómo la pequeña burguesía de la primera posguerra (mundial) constituyó la “base de la masa” del movimiento fascista. Hay analogías bastante preocupantes con la situación actual. Por ejemplo: Gaetano Salvemini, en el capítulo 10 de “Los orígenes del fascismo en Italia”, habla del “vivo” sentimiento de envidia y de odio por las clases trabajadoras que se fue difundiendo en la clase media entre 1919 y 1920, sentimiento que fue sabiamente alimentado y utilizado para los fines propios de las fuerzas reaccionarias.

Traigo la siguiente cita del texto de Salvemini, que él toma de un artículo del Corriere della Sera del 8 de abril de 1919:

” Hoy son muchos los ingenieros profesonales o directores de oficinas, muchísimos los profesionales, los funcionarios públicos, los altos magistrados, presidentes de tribunales y de cortes, profesores ordinarios de universidad, consejeros de estado, que no saben creer a sus ojos. Ven a jefes técnicos pedir pagas que (…) son de 1000, 1250, 1625 y 2000 liras al mes (…). ¿Qué deberíamos pedir nosotros, si piden todos esos altos magistrados, esos profesores universitarios, que han pasado estudiando los mejores años de su vida para llegar a los 35, 40 años a las 600 liras de salario al mes y los más mayores a las 1000 liras? La mortificación en las clases intelectuales es general. Los padres de familia se preguntan si no se han equivocado al hacer cursar a sus hijos planes de estudio de 12 o 14 años, después de la escuela elemental, y si no sería mejor mandarlos sin más a una oficina”

Cae por su peso que las cifras del Corriere no son para nada fiables y que (incluso en aquellos años en que los operarios intentaban, mediante huelgas, adecuar los salarios a la inflación galopante) la diferencia de rentas y en las condiciones de vida y de trabajo se mantenía de todas formas a favor de las “clases medias”. Pero lo que contaba sobre todo era la obstinada voluntad de la pequeña burguesía en creerse “superior”, en establecer una diferencia entre ella y la clase trabajadora, deprimiéndola si era necesario.

Observa Salvemini:

” En Europa la posguerra ha traído a las clases medias pobreza y sufrimiento, pero las clases medias, en cuanto desclasadas por la crisis económicas, no pretenden identificarse con el proletariado. Al principio el fascismo italiano y el nazismo alemán estuvieron esencialmente compuestos de elementos empobrecidos de las clases medias decididos a no hundirse al nivel del proletariado, y que dieron en arrancar de las manos de las clases inferiores la parte de la riqueza nacional que aquellas habían ganado”

Bien, debo decir que hoy, frecuentando Internet, veo signos crecientes de envidia y de odio clasista anti-operario incluso en ambientes “insospechables”, por ejemplo en ciertos blogs del ámbito del PD.

Hoy como entonces, la tendencia real es hacia la proletarización de la clase media, por tanto, las dinámicas materiales del modo de producción deberían, si acaso, inducir una alianza entre los explotados.

Escribía Antonio Gramsci, en “Ordine Nuovo” el 8 de mayo de 1920:

“Los industriales continuarán con los intentos de suscitar artificialmente la competencia entre los trabajadores, subdividiéndolos en categorías arbitrarias, cuando el perfeccionamiento de los automatismos ha cancelado esta competencia; continuarán con los intentos de volver ásperos a los técnicos contra los operarios y a los operarios contra los técnicos, cuando los sistemas de trabajo tienden a hermanar estos dos factores de la producción y los empujan a unirse políticamente…”

El fascismo ha nacido, existe y es continuamente reinventado y reutilizado por los patrones justo para ofrecer a las clases medias proletarizadas un “falso evento” tras otro, un blanco tras otro, una revolución ficticia tras otra. Esto no sucedería si la clase capitalista considerase a las clases medias por naturaleza conservadoras. Sabe bien que, cuando se proletarizan y empobrecen, podrían “hacer bloque” con los operarios y en general con los trabajadores subordinados. Para impedir esta alianza, es desencadenada en cada ocasión una multiforme ofensiva ideológica y propagandística: por ejemplo, se le dice al pequeño burgués que sus enemigos son los proletarios “con garantías” y los sindicatos, y al mismo tiempo, con el encuadre de la “seguridad”, se le dice que debe temer al inmigrante.

Pero esto no basta porque es un discurso sólo defensivo, se necesita también uno ofensivo , “maximalista”, pseudorevolucionario.

Hoy ese discurso es ese contra la “Ka$ta”—la casta—, y su enésimo despachador es Grillo, que es un portador –quizá ni siquiera del todo consciente- de la enésima variante de fascismo. Cuidado, cuando hablo de “fascismo” no me refiero al fascismo histórico, al que se encarnó en el régimen fascista y después en la República Social Italiana. Me refiero a aquel ur-fascismo del que hablaba Eco (quell’ur-fascismo di cui parlava Eco) y que ya ha sido recordado arriba.
(…)

Consigli per riconoscere la destra sotto qualunque maschera

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Riconoscere la destra - Attenti ai clown
[Un montaggio di cose scritte (non solo da noi WM) in diversi post e interviste, utile a riprendere e mostrare il filo della questione. Prendetelo come il nostro contributo alla fine della campagna elettorale più brutta e angosciante dal 1946 a oggi. I link alle fonti sono nei «cancelletti».]

# Le categorie di «destra» e «sinistra», nate durante la Rivoluzione francese, furono date per morte già sotto il Direttorio, nel periodo 1795-1799. Non si contano le volte in cui si è detto che i due concetti erano superati, eppure, nonostante queste litanie, si sono sempre riaffermati come polarità dei discorsi e del pensiero politico. Con maggior foga li si nega e rimuove, con maggiore violenza ritornano. Tra i movimenti che si sono dichiarati «né di destra, né di sinistra» non ce n’è uno che non si sia rivelato di destra o di sinistra (più spesso di destra, va detto). In Italia, il penultimo è stato la Lega.

La divisione destra-sinistra ha basi cognitive profonde, se ne occupano anche le neuroscienze. Al fondo, «destra» e «sinistra» sono i nomi convenzionali di due mentalità, due diversi modi di leggere il conflitto sociale. Descrivendoli, automaticamente si iniziano a dare le “coordinate” su cosa dovrebbe tornare a pensare la sinistra.

Tagliando con l’accetta, «di sinistra» è chi pensa che la società sia costitutivamente divisa, perché al suo interno giocano sempre interessi contrapposti, prodotti da contraddizioni intrinseche. Ci sono i ricchi e i poveri, gli sfruttatori e gli sfruttati, gli uomini e le donne. Da questa premessa generale, che vale per tutta la sinistra, discendono tante visioni macrostrategiche, anche molto lontane tra loro: socialdemocratica, comunista, anarchica, ma tutte si basano sulla convinzione che la società sia in partenza divisa e diseguale e che le cause della diseguaglianza siano profonde e, soprattutto, endogene.

«Di destra», invece, è chi pensa che la nazione sarebbe – e un tempo era – unita, armoniosa, concorde, e se non lo è (più) la colpa è di forze estranee, intrusi, nemici che si sono infilati e confusi in mezzo a noi e ora vanno ri-isolati e, se possibile, espulsi, così la comunità tornerà unita. Tutte le destre partono da questa premessa, che può essere ritrovata a monte di discorsi e movimenti in apparenza molto diversi, da Breivik al Tea Party, dalla Lega Nord ai Tory inglesi, da Casapound agli «anarcocapitalisti» alla Ayn Rand. Per capire se un movimento è di destra o di sinistra, basta vedere come descrive la provenienza dei nemici. Invariabilmente, i nemici vengono «da fuori», o almeno vengono da fuori le idee dei nemici.

A seconda dei momenti e delle fasi storiche, ce la si prende col musulmano o con l’ebreo, con il negro o con lo slavo, con lo zingaro o col comunista che «tifa» per potenze straniere, con i liberal di una «East Coast» americana più mitica che reale, con Obama che «in realtà è nato in Kenya e quindi la sua presidenza è illegale» etc. Rientrano in questo schema anche la «Casta» descritta come altro rispetto al popolo che l’ha votata ed eletta, «Roma ladrona», la finanza ridotta alle manovre di «speculatori stranieri», «l’Europa»…

Non c’è dubbio che nell’Italia di oggi il discorso egemone, anche tra persone che si pensano e dichiarano di sinistra, sia quello di destra. Che attecchisce facilmente, perché è più semplicistico e consolatorio, e asseconda la spinta a pensare con le viscere. Per questo molte persone con un background di sinistra si precipiteranno a frotte alle urne per votare un movimento che non abbiamo remore a definire fondamentalmente di destra, cioè il grillismo. D’altronde, la colpa di questo è delle sinistre, che fanno di tutto per risultare invotabili.

# Ogni essere umano dotato dell’uso del linguaggio si esprime attraverso «frame», cioè quadri di riferimento, insiemi di immagini e relazioni tra concetti che strutturano il nostro pensiero, alcuni sin dalla primissima infanzia […] Nella comunicazione politica non c’è parola o frase che non inquadri un dato problema secondo la prospettiva ideologica di chi la usa. Ogni vocabolo porta con sé un mondo. Per esempio, imporre l’uso di «centrodestra» e «centrosinistra» al posto di «destra» e «sinistra» è stata un’operazione di framing che ha avuto conseguenze devastanti: a destra l’eufemismo è servito a legittimare soggetti lercissimi e fascisti nemmeno ripuliti; a sinistra ha imposto la credenza nella necessità di «spostarsi al centro» altrimenti… «non si vince». Solo che, nella realtà concreta, il «centro» non esiste. Chi si dice «di centro» è in realtà di destra e fa cose di destra, vedi Casini, Monti, Montezemolo, adesso addirittura il postfascista Fini… E poi: chi «vince»? Per fare cosa? «Spostandosi al centro» non si fa altro che andare a destra (in cerca dei fantomatici «moderati”) e di certo non si faranno politiche di sinistra.
Un altro esempio è il discorso sulla «sicurezza»: se, come accade ogni giorno, un politico usa nella stessa frase le parole «sicurezza» e «immigrazione», sta evocando nella mente di chi ascolta una comunità omogenea minacciata da una differenza proveniente dall’esterno, e questo è il quintessenziale framing di tutte le destre, in primis di quella fascista.

# Basta guardare contro chi si sono scagliati quelli che si sono riempiti la bocca e ci hanno riempito le teste di narrazioni tossiche sul «libero mercato», dalla Thatcher a Reagan e tutti i repubblicani USA, fino ai Tea Party etc.

Oggi tutto andrebbe per il meglio se il mercato fosse stato lasciato al suo andamento naturale, e vivremmo in una comunità sana, giustamente basata sulla competizione che premia i migliori, e una società che premia i migliori fa il bene di tutti quanti.
Un tempo era così, quando c’erano i «pionieri», poi però c’è stata una frattura: la sinistra e le minoranze, i liberal statalisti e i «rossi» nutriti di false idee provenienti da fuori, hanno turbato quest’equilibrio con rivendicazioni che hanno turbato il funzionamento del mercato, aiutando gli autoproclamati «deboli», espandendo il ruolo dello stato in settori dai quali dovrebbe stare fuori, negoziando il costo del lavoro secondo criteri che ledevano gli interessi degli imprenditori (che sono gli «eroi» della storiella).
Questo è il frame di tutta la controrivoluzione capitalista iniziata all’inizio degli anni Ottanta. Anche qui c’è un’armonia turbata da forze «esterne», a conferma che questa narrazione è intrinsecamente di destra e una «sinistra liberista» non può esistere.
Se ci fai caso, nella propaganda dei repubblicani USA, dei Tea Party etc., il nemico è sempre riferito a un «altrove»: New York, la East Coast, l’Europa, il Canada, e ovviamente gli stati-canaglia. Quando, prima della visita in Cina, chiesero a Nixon se fosse mai stato in un paese socialista, rispose: «Sì, in Massachusetts». Per un repubblicano, all’epoca, il New England era l’altrove.
Non esiste un nemico «interno», cioè generato dalle contraddizioni interne del sistema; se è «all’interno», è perché si è insinuato tra noi.
Il frame viene attivato continuamente in politica estera: ci siamo «noi» (l’occidente, le democrazie basate sul libero mercato) e ci sono i nemici di turno («l’impero del male» dell’URSS e dei suoi satelliti, le guerriglie che agitano il «cortile di casa» latinoamericano, il terrorismo che minaccia i nostri valori etc.). Quella dello «scontro di civiltà» è la massima espressione del frame della «comunità armoniosa che si difende».

#  I liberisti ci hanno insegnato a ritenere il fascismo una destra completamente diversa dalla loro, addirittura in odore di sinistra in quanto presuntamente antiliberista e statalista.

Dietro questo punto di vista, che è molto diffuso, c’è una buona dose di mistificazione. Usando la lente della «comunità armoniosa che viene disturbata dall’intruso» vediamo come il fascismo abbia sempre usato anche la versione liberista di questo frame. Il fascismo delle origini, e cioè lo squadrismo, giustificava sé stesso proprio come difesa armata della «mano invisibile» e dell’armonia tra le classi sociali. L’olio di ricino e le uccisioni dei «sovversivi» ripristinavano la libertà d’impresa, la libertà di commercio e il funzionamento «normale» dell’economia capitalistica. Per esempio è famoso questo poster propagandistico fascista:

Il fascismo toglie i grilli dalle teste dei lavoratori e rimette gli sfruttati al loro posto. *Mettiamoci* di buona lena e *fatevi* il culo.

Alla presa del potere, Mussolini dichiarò: «Il governo fascista accorderà piena libertà all’impresa privata ed abbandonerà ogni intervento nell’economia privata». Per anni i fascisti (saliti al potere in coalizione coi liberali, non sarà un caso) condussero una politica economica liberista e solo in una fase successiva cominciarono ad applicare misure keynesiane ante litteram. Nei primi anni di governo, ci furono privatizzazioni (venne privatizzata addirittura la zecca, chissà cosa ne pensano i signoraggisti!), una politica monetaria restrittiva, un allentamento del carico fiscale (in particolare della tassazione progressiva).

Quando questo non rispondeva più alle necessità economiche del grande capitale industriale, in particolare cioè attorno alla crisi del ’29, si è passati ad una politica economica diversa, e si è adeguata la fraseologia propagandistica al culto dello Stato, alla lotta contro l’individualismo borghese e tutte quelle manfrine con cui ancora ci fracassano le palle i neofascisti. Anche i neofascisti, tuttavia, qualche volta si levano la maschera e parlano da liberisti. Per esempio, Forza Nuova a Genova aveva come primo punto del suo programma politico la lotta contro la Compagnia Unica dei camalli che secondo loro strangola la città impedendo la libertà d’impresa nel porto. CasaPound ha preso posizione sull’ILVA di Taranto (facendo scrivere un dossier alla nostra vecchia conoscenza, l’«Ing.» Di Stefano) prendendosela con gli ambientalisti che in combutta con oscuri potentati europei vogliono soffocare la siderurgia italiana.

Alla fine della fiera liberismo e fascismo hanno lo stesso eroe-simbolo: il crumiro.

# Il più grave problema di questo Paese, storicamente, è l’ignavia della piccola borghesia, che è la più becera d’Europa e oscilla perennemente tra l’indifferenza a tutto e la disponibilità a qualunque avventura autoritaria. Avventura «vicaria», naturalmente, vissuta per interposto Duce che sbraita. Giusto un brivido ogni tanto, per interrompere il tran tran, godersi l’endorfina e tornare al proprio posto.
Finché non sente il dolore, l’italico cetomediume rimane apatico. Quando inizia a sentirlo, non sa dire cosa gli sia successo, blatera incoerentemente, dà la colpa ai primi falsi nemici che gli vengono agitati davanti (a scelta: i migranti, gli zingari, i comunisti, quelli che scioperano, gli ebrei…)  e cerca un Uomo Forte che li combatta.
In Italia come in poche altre nazioni, non c’è nulla di più facile che spingere l’impoverito a odiare il povero.

# L’alleanza storica e, per così dire, «naturale» dovrebbe essere tra impoveriti e poveri, proletarizzati e proletari. Ogni volta che i poteri costituiti riescono a scongiurare quest’alleanza, giocando sul fatto che il ceto medio retrocesso ha ancora i valori e disvalori di prima e si crede ancora appartenente alla classe di prima, ci perdiamo tutti quanti. Il punto è che in Italia questo giochetto dopo la prima guerra mondiale ha portato al fascismo, che era una falsa rivoluzione confezionata a uso e consumo dei ceti medi, che ha avuto carta bianca dai padroni e ha prodotto morte e distruzione. Da allora, di «false rivoluzioni a uso e consumo dei ceti medi» per impedire che la loro proletarizzazione avesse un esito indesiderato ne abbiamo viste altre, e forse una la stiamo vedendo anche adesso.

# In questo periodo sto leggendo un po’ di testi storiografici che evidenziano come la piccola borghesia del primo dopoguerra abbia costituito la «base di massa» del movimento fascista. Ci sono delle analogie abbastanza preoccupanti con la situazione odierna. Per esempio: Gaetano Salvemini, nel capitolo 10 del suo Le origini del fascismo in Italia, parla del «vivo sentimento di invidia e di odio per le classi lavoratrici» che si andò diffondendo nel ceto medio nel periodo 1919-20; sentimento che venne sapientemente alimentato e utilizzato per i propri fini dalle forze reazionarie.

Dal testo di Salvemini riporto la seguente citazione, che Salvemini riprende da un articolo del «Corriere della Sera» dell’8 aprile 1919:

«Oggi sono molti gli ingegneri professionisti od anche dirigenti di officine, moltissimi i professionisti, i funzionari pubblici, gli alti magistrati, presidenti di tribunali e di corti, professori ordinari di università, consiglieri di stato, i quali non sanno credere ai loro occhi. Vedono dei capi tecnici chiedere paghe, le quali (…) sono di 1000, 1250, 1625 e 2000 lire il mese (…). Che cosa dovremmo chiedere noi, si domandano tutti quegli alti magistrati, quei professori universitari, i quali hanno passato nello studio i più begli anni della vita per giungere sì e no verso i 35-40 anni a 600 lire di stipendio al mese ed i più anziani alle 1000 lire? La mortificazione nei ceti intellettuali è generale. I padri di famiglia si domandano se essi non hanno torto di far seguire ai loro figli corsi di studio lunghi 12 o 14 anni, dopo le scuole elementari; e se non sarebbe meglio di mandarli senz’altro in una officina.»

Va da sé che le cifre del Corsera non sono per nulla affidabili, e che (anche in quegli anni in cui gli operai cercavano, mediante gli scioperi, di adeguare i salari all’inflazione galoppante) il divario nei redditi, nelle condizioni di vita e di lavoro, rimaneva comunque a favore dei “ceti medi”. Ma ciò che soprattutto contava era l’ostinata volontà della piccola borghesia a credersi «superiore», a stabilire una distanza fra sé e la classe operaia, deprimendo se necessario quest’ultima.

Osserva Salvemini:

«In Europa il dopoguerra ha portato alle classi medie povertà e sofferenza, ma le classi medie, per quanto declassate dalla crisi economica, non intendono identificarsi con il proletariato. All’inizio il fascismo italiano e il nazismo tedesco furono essenzialmente movimenti composti di elementi impoveriti delle classi medie, decisi a non affondare sino al livello del proletariato, e che si dettero a strappare dalle mani delle classi inferiori quella parte della ricchezza nazionale che esse avevano vinto.»

Ecco, devo dire che oggi, bazzicando in Internet, vedo segni crescenti di invidia e di odio classista anti-operaio anche in ambienti «insospettabili», ad es. in certi blog di area PD.

Oggi come allora, la tendenza reale è quella verso la proletarizzazione del ceto medio; quindi, le dinamiche materiali del modo di produzione dovrebbero semmai indurre a un’alleanza fra sfruttati.

Scriveva Antonio Gramsci, su «L’Ordine Nuovo» dell’8 maggio 1920:

«Gli industriali continueranno nei tentativi di suscitare artificialmente la concorrenza tra gli operai, suddividendoli in categorie arbitrarie, quando il perfezionamento degli automatismi ha ucciso questa concorrenza; continueranno nei tentativi di inasprire i tecnici contro gli operai e gli operai contro i tecnici, quando i sistemi di lavoro tendono ad affratellare questi due fattori della produzione, e li spingono a unirsi politicamente…»

# Il fascismo è nato, esiste ed è continuamente reinventato e riutilizzato dai padroni proprio per offrire ai ceti medi proletarizzati un «falso evento» dopo l’altro, un falso bersaglio dopo l’altro, una finta rivoluzione dopo l’altra. Questo non succederebbe se la classe capitalistica considerasse i ceti medi per natura conservatori. Sa bene che, quando si proletarizzano e si impoveriscono, potrebbero «fare blocco» con gli operai e in generale coi lavoratori subordinati. Per impedire quest’alleanza, viene ogni volta scatenata una multiforme offensiva ideologica e propagandistica: ad esempio, si dice al piccolo borghese che il suo nemico sono i proletari «garantiti» e i sindacati, e al contempo, con il frame della «sicurezza», gli si dice che deve temere l’immigrato. Ma questo non basta, perché è un discorso tutto difensivo, ce ne vuole anche uno offensivo, «massimalista», pseudo-rivoluzionario. Oggi quel discorso è quello contro la «Ka$ta», e il suo massimo spacciatore è Grillo, che è un portatore – forse nemmeno del tutto consapevole – di un’ennesima variante di fascismo. Attenzione, quando parlo di «fascismo» non mi riferisco al fascismo storico, a quello che si incarnò nel regime fascista e poi nella RSI etc. Mi riferisco a quell’ur-fascismo di cui parlava Eco e che è già stato ricordato sopra.

# Vorrei contribuire segnalando la prima questione che mi è saltata alla mente leggendo il tuo «devo dire che oggi, bazzicando in Internet, vedo segni crescenti di invidia e di odio classista anti-operaio anche in ambienti “insospettabili”, ad es. in certi blog di area PD.»: la polemica sul precariato intellettuale sollevata da Di Domenico che citava la figlia di Ichino… Io non sono per nulla dentro le dinamiche di quella polemica, sicuramente c’è qualcuno che le conosce meglio e può svelare “retroscena” o strumentalismi da me ignorati. Però ecco, quella vicenda per me è emblematica di quanto il PD sia un partito formato quasi esclusivamente da dirigenti e pensato per elettori che grossi problemi (lavorativi, economici ecc.) non ne hanno. Nelle reazioni dei commentatori e degli «intellettuali» de sinistra forte, fortissimo è stato il livore contro «l’invidia sociale» del precario (che diventa lavoratore mediocre), quasi unanime la difesa del bravo e onesto «figlio di» che ha fatto carriera solo ed esclusivamente per meriti personali.
Oggi pomeriggio Bersani sarà qui a Mirandola in una delle aziende più colpite dal terremoto (B-Braun, biomedicale), ma la maggior parte degli operai non lo voterà, come la maggior parte degli operai della Green Power di Mirano, l’azienda dove B. ha molestato un’impiegata, non se lo cagheranno di striscio e forse voteranno M5S.

# Sui ceti medi mi viene in mente quello che è successo in Argentina nel 2001. Quando i ceti popolari e quelli medi si sono uniti, il risultato è stato deflagrante: vedevi tizi in giacca e cravatta assaltare i bancomat, gli ospedali e le scuole autorganizzarsi, la logistica dei mercati di verdure prendere pieghe orizzontali e antigerarchiche… è durata per un paio di anni… quando sono andato io in Argentina, nel 2005, i ceti medi già si lamentavano dei piqueteros che tagliavano continuamente il traffico con i loro blocchi stradali… erano due mondi ormai distinti…. io non sono uno capace di grandi elaborazioni teoriche, sono un tipo che legge molto le cose a orecchio, però penso che sia importante capire il legame tra spirito conservatore e senso di insicurezza del ceto medio declassato… al tempo stesso se il grillismo può essere letto come uno stratagemma per allontanare i ceti medi dall’alleanza con i ceti popolari […] bisogna anche leggere fenomeni come il leghismo (o il vecchio squadrismo, o almeno la sua manodopera di base) come degli espedienti per deviare i ceti subalterni e esclusi dai loro interessi di classe (per ritrovarli alleati dei padroni o dei ceti medi nel cemento della patria o dell’identità territoriale di appartenenza).

# Sulla «egemonia culturale della sinistra»: in Italia non c’è mai stata. Anche prima del berlusconismo, il senso comune di massa lo hanno sempre prodotto tutt’altri agenti: la RAI democristiana, la chiesa, rotocalchi ad altissima tiratura come Oggi e Gente, la divulgazione pseudo-storica di Montanelli e Petacco… Per questi ultimi viatici è passata la strisciante riabilitazione del fascismo, come spiega molto bene Mimmo Franzinelli qui.

# Il paragone tra grillismo e fascismo è scivoloso, rischioso e difficile da maneggiare, ma inevitabile. Perché è la storia di questo paese, è la storia del difficile e controverso rapporto tra rabbia giusta e rancore distruttivo, tra rivoluzione e reazione. E’ un discorso che si può affrontare in alcuni contesti (come questo) nei quali si tende ad evitare slogan e non perdere la lucidità.
Mi limito al punto della composizione sociale. Nelle definizioni un po’ rigide ma secondo me efficaci di alcuni scienziati politici la differenza tra fascismi e populismi starebbe proprio nella discriminante della composizione di classe: il populismo organizza dall’alto masse in cerca di nuovi di diritti ed avanzamento sociale, il fascismo organizza le classi che devono difendersi dalla minaccia delle classi inferiori. Ora, a me pare che questa alternativa tra difesa e attacco, dopo venti anni di politiche liberiste, sia molto meno nitido che in passato. Ci sono senz’altro figli della classe media che godono di piccole rendite ma che sono senza diritti sul lavoro, ad esempio. O che non ne hanno mai avuto uno vero. Come li classifichiamo? Sono «in difesa» o «all’attacco»?

 # Altra domanda: questo Paese, con il ceto medio che si ritrova, la mancanza di memoria storica che si ritrova, la sinistra che ha praticamente abbandonato il campo (e in ogni caso, senza la consapevolezza che la società è divisa in classi, «sinistra» diventa parola cialtrona e greve di merda)… Questo Paese, di fronte al rischio del fascismo, ha ancora qualche antiporco?