Lo que nos espera. Posiblemente:
«En la estela de la disgragación de la URSS, una profunda crisis política, económica y social embiste a Rusia. Bajo la presidencia de Boris Yeltsin, sucesor de Gorvachov, se inicia a principios de los noventa un redical programa de liberalización de precios y de devaluación del rublo que provoca el colapso económico, con una inflación que en 1992 llega al 2250%. En esas circunstancias se ejecuta la privatización de las propiedades estatales y del comercio exterior. Ésto provoca un rápido enriquecimiento de élites muy restringidas, formadas por oligarcas y potentes mafias, y el empobrecimiento de la gran mayoría de la población tras el insostenible coste de la vida, el paro que se extiende y la falta de pago de salarios y pensiones.
La economía rusa se ve cada vez más dominada por los grandes bancos occidentales, a los que se da en garantía paquetes de acciones de empresas públicas rusas a precios por los suelos, a cambio de préstamos que todos saben que nunca serán restituídos»
Manlio Dinucci, «La guerra. Está en juego nuestra vida»
No será complicado inferir de aquí que el proceso que Europa tiene por delante consiste en ésto. En principio fue la legalización de la importación de agroalimentarios argentinos y canadienses, contra toda lógica de las normas de sanidad alimentaria.
Ahora que Europa NO TIENE, sin Rusia, energía barata, que el euro se devalúa y que la inflación es galopante (porque producir a mayor coste sin repercutir no es posible), la producción europea tiene dos opciones, cerrar o deslocalizar. En ambas, la población se encontrará con sus ahorros consumidos por la inflación, salarios insuficientes y falta de productos de primera necesidad que con euros ya no se pueden comprar. Será el momento en que los grandes fondos pasen revista y compren por dos monedas instalaciones que tienen valor, pero que no pueden funcionar en estas circunstancias; tierras que no se pueden poner en producción y patentes que no se pueden desarrollar.
No somos un pastel como Rusia, pero somos mucho menos peligrosos. Si no se nos consiente el vínculo económico, figurémonos tener ejército propio. Ni se considera. Con todo, aquí se puede, y se hará, legalizar el fracking, llenar de pesticidas las llanuras, llevarse la industria pesada de saldo a USA… Todo mientras los europeos ven bajar su esperanza de vida un par de décadas. Yo no sé quién se inventó la excepcionalidad europea, pero se equivocaba. Mientras, bien haríamos en ponerle un tapón en la boca al Sr. Borrell.
Posted on 2022/10/11
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