«El momento político» Indalecio Prieto / Discurso en Ateneo de Madrid (1930)

Posted on 2020/10/04

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Estos son fragmentos del discurso de Indalecio Prieto «El momento político», conocido también como «Contra el rey o con el rey», dado en el Ateneo de Madrid en 1930. La claridad de su palabra y su mensaje político tuvo un gran impacto. Siendo un dirigente socialista, su intervención tendía la mano hacia una unidad de acción de todas las fuerzas republicanas, objetivo complicado con la rigidez de Largo Caballero en esos instantes; la situación estaba evolucionando mucho, el republicanismo había roto con el posibilismo de Melquiades Álvarez y se situaba claramente por la ruptura abierta con la monarquía, y de igual forma el PSOE —que había coexistido con Primo de Ribera— convergería con los republicanos de la nueva alianza republicana impulsada por Azaña; en ese proceso Indalecio Prieto jugaría un papel importante. Sus palabras de entonces resuenan hoy: España ha perdido 90 años y vuelve a hoy a vivir una tensión parecida pero faltan voces valientes como la de Prieto que se atrevan a decir lo que es preciso ante el actual «momento político». [Sociología Critica]

§ […] Es una hora de definiciones. La mía, os lo decía al comienzo de esta deshilvanada oración, no ofrece novedad. Vengo a requerir públicamente desde aquí a que se definan quienes no se hayan definido, y a que lo hagan con absoluta claridad. Que no están los tiempos para equívocos, palabras confusas y matices desviados. Nos hallamos en el momento político más crítico que ha podido vivir, en cuanto respecta a España, la presente generación.

§ Yo creo que es preciso desatar, cortar un nudo; este nudo es la Monarquía, para cortarlo vengo predicando la necesidad del agrupamiento de todos aquellos elementos que podamos coincidir en el afán concreto y circunstancial de acabar con el régimen monárquico y terminar con esta dinastía en España. (muy bien. Pero el agrupamiento no debe originar confusiones. Estos agrupamientos, a mi juicio –hablo sin más representación que exclusivamente la mía persona- , no deben dar lugar a confusiones, como dije en cortas palabras Irún en el homenaje a D. Miguel de Unamuno. Hay que estar o con el Rey o contra el Rey. El Rey debe ser el mojón que nos separe.

§ Por vistosas clámides liberales que vistan quienes le quieren servir, por muy democrático que sea el acento de la palabra de quienes deseen seguir con el Rey, esos no pueden estar con nosotros. El Rey es el mojón separador entre los partidos del régimen, cualesquiera que sean sus apellidos y sus significación, y quienes somos sus adversarios. El Rey es el hito, el Rey es la linde: con él o contra él, a un lado o a otro. Y al ir contra él, ¿por qué desdeñar el auxilio de fuerzas situadas en la misma dirección nuestra? (muy bien). Observar este fenómeno. No ha aumentado la capacidad radical en España. Se equivocan quienes lo presumen. No ha habido un desgajamiento de elementos defensivos de la Corona, un apartamiento de elementos sociales que eran adictos al monarca y que ante el ejemplo de la deslealtad constitucional le abandonan, pero a los cuales elementos nosotros no podemos infiltrar, por arte de magia, un radicalismo que está en contradicción de la esencia de los postulados políticos de toda su vida.

§ Yo no trato de batir ningún record de radicalismo con nadie. A donde llegue en su apetencia ideal quien más allá vaya, voy yo también. Pero la política es arte de realidades y en apreciar de una manera exacta la realidad española, está el éxito del esfuerzo, está el secreto de que este sentimiento antimonárquico, difuso, sin fuertes cuadros de organización, tenga en su ímpetu un cauce fertilizador, evitando que nos despedacemos todos en pugnas de radicalismo y en controversias de principios que esterilicen nuestro esfuerzo. (Voces: no, no).

§ Vamos a derribar la monarquía. Vamos a abrir el palenque a la ciudadanía española, que nunca se sintió verdaderamente liberte y que últimamente llegó al grado de mayor oprobio; y cuando hayamos derribado el régimen monárquico, cuando hayamos instaurado una Republica, que cada cual, dentro del ruedo amplísimo de la democracia, propugne por el triunfe de sus ideales con todo el ímpetu que quiera, porque en el agrupamiento de fuerzas para derribar el régimen y acabar con la dinastía de los Borbones a nadie se pide la abdicación de sus ideales. (Muy bien. Grandes aplausos).

§ A la monarquía española, a la dinastía española, ya no le quedan en el campo político más que sombras. Eso que veis erguirse como fuerzas políticas en su defensa no lo son. Es simplemente la expresión de intereses materiales que forzosamente, por ley fatal, han de estar adscritos de manera incondicional al régimen que impere en un país. Se le van sus hombres a la monarquía. Yo creo que s ele van sus mejores hombres, porque el crisol de los hombres políticos de España han sido estos seis años largos del primer periodo dictatorial”

§ Yo os digo, ciudadanos, que aquellos que pongan su esperanza en que la exigencia de estas responsabilidades [del monarca] pueda tener cauce jurídico apropiado en el Parlamento que se convoque, si lo convoca esta dinastía, están engañados por exceso de ilusión. […] Aunque vibra ahora más que nunca la conciencia del país, hay en nuestro pueblo, por un légamo de siglos de esclavitud, comarcas enteras para las cuales ha pasado insensiblemente este período dictatorial sin poderlo distinguir de otras épocas oprobiosas en que el cacique era también el instrumento de la tiranía del Poder público. […] Desterrad la ilusión de que una mayoría adversaria al régimen pueda en un debate, y tras él en una votación, derribar la monarquía. […] A una monarquía se la derriba con un movimiento revolucionario, y no con una votación en el Parlamento.

§ No os hagáis ilusiones de que unas Cortes, con el apellido que queráis ponerlas, Constituyentes u ordinarias, puedan aplicar la sanción debida a unas responsabilidades del tipo de las que estamos examinando, porque esas responsabilidades no se hacen efectivas sino por una revolución cuando quien ostenta la Corona se resiste a abdicar.

§ Existe un estorbo: el monarca; hay que invitarle a irse y habrá, pues, que decirle: “Señor, la Iglesia, por el rito con que esa colectividad acoge siempre al Poder, os recibirá sin escrúpulos bajo palio a las puertas de las catedrales, olvidando vuestro perjurio; pero el pueblo no lo olvida: tiene conciencia de su dignidad y de sus derechos. Vos constituís un estorbo y España prescinde de vos, porque quiere vivir modesta, pero libremente, uniéndose en su destino a las naciones que marchan por el camino de la civilización y que han arrinconado por inútiles, por funestos, restos de monarquías atrasadas que en su absolutismo son roñosos residuos de regímenes propios de la Edad Media.”

 

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