Cuadernos de Sociología Crítica 6/25 Junio 2025

Historias de los tiempos por venir. La influencia de H.G.Wells en la obra de Pascual Enguídanos
Mario Moreno Cortina
Para las personas poco familiarizadas con el mundo de la literatura y el trabajo diario de los escritores, el proceso creativo que da lugar a una novela, desde que nace como idea hasta que es entregada al editor, es un completo misterio. Los autores parecen empeñados en contribuir con su silencio a la perpetuación de esta ignorancia, y es raro encontrar a uno que conteste de forma realmente sincera cuando se le formulan preguntas como ¿de donde saca sus argumentos? o ¿cómo surgió la idea de escribir tal novela? En esta época de ingenieros y soldados, de procesos industriales y reglamentaciones, es duro responder no tengo ni la más remota idea de porque hago lo que hago. Esa debería ser la contestación si fuéramos un poco más sinceros con nosotros mismos.
Lo cierto es que en la génesis de una novela intervienen toda una serie de factores internos y externos respecto del autor que resultan demasiado numerosos y complejos para someterse al control de éste. Es más, el pobre hombre ni siquiera será consciente de la mayoría de ellos. El entorno familiar, social, cultural y político imprimen su huella en el producto final que saldrá de las manos del escritor, pero también su estado de ánimo, su salud, su trayectoria personal, la presión del editor y del público… todo ello es importante, son fuerzas poderosas que comprimen desde diversos ángulos al creador ante su máquina de escribir o su ordenador. En distintas épocas, con distintas formas de entender el Arte, la crítica ha puesto el acento en uno u otro, con particular preferencia por el entorno sociopolítico y las apetencias sexuales el inocente autor, que está demasiado muerto para defenderse. No es mi intención mostrar mi rechazo o su apoyo a ninguna escuela, sino exponer mi propia teoría al respecto.
Sin negar ni minusvalorar ninguno de esos factores externos al autor, creo que los internos son mucho más poderosos en el momento genético del proceso creativo, y entre todos ellos, el bagaje literario que posea es el más importante. No podría ser de otra forma. En todos los oficios y profesiones, aprendemos de los profesionales que llegaron antes que nosotros, para reproducir sus técnicas o para negarlas. El escritor aprende mientras lee, y no olviden que un escritor nunca lee como el común de los mortales. El escritor contempla una novela o un cuento como un arquitecto contempla la obra de otro arquitecto: él ve el proceso que hay debajo, la técnica, los trucos (disculpen la expresión). Y su mirada es despiadada.
Sin embargo, son las lecturas de niñez y de adolescencia las que de forma más poderosa influyen en un escritor, y en esto no hay diferencias. En ese periodo nuestra mente está más abierta, somos menos exigentes, y nuestra capacidad de maravillarnos y sorprendernos aun no ha sido puesta a prueba.
Para alguien que acomete la tarea de estudiar a un escritor, no es cosa fácil desentrañar tales misterios. En primer lugar porque las posibilidades son infinitas, y en segundo lugar, porque el propio autor suele no ser consciente de ello y no contamos con su ayuda. Podríamos añadir además que algunos escritores se empeñan en mantener la imposible ficción de la creación ex nihilo y reaccionan con violencia cuando se nombran sus modelos, como si se menospreciara su obra. Sean piadosos con ellos, es lo más importante de sus vidas.
El caso del valenciano Pascual Enguídanos Usach, que escribió con los seudónimos de George H. White y Van S. Smith, es un caso curioso y digno de ser contemplado con atención. La inmensa mayoría de los escritores de Ciencia Ficción se forman a través de la lectura de otras obras del género. Muchos son auténticos eruditos en la materia y cuentan con auténticas bibliotecas sobre el tema. Particularmente los escritores norteamericanos, que forman con mucho el núcleo más numeroso del género, son escritores de escuela. Es decir, que responden a un conjunto de características comunes y reconocibles. La incomparable actividad de la CF norteamericana provoca envidia en los que nos movemos en ambientes mucho más modestos, no nos atrevemos a negarlo. El autor norteamericano ha crecido en un país donde las revistas especializadas no son una excepción, la CF no es un guetto y ha tenido acceso a un volumen de títulos abrumador. En ese caldo de cultivo ideal, la CF norteamericana ha ido creando un lenguaje propio al que ya resulta muy difícil no acudir. Los campos de fuerza, las colonias perdidas, los imperios galácticos, los saltos en el hiperespacio… se trata de conceptos que ya están desarrollados y que uno sólo tiene que tomar.
Pero cuando Pascual Enguídanos comenzó a escribir CF, en 1953, su realidad era bien distinta. Él vivía en una España que aun sufría el aislamiento internacional y con las heridas de la Guerra Civil recientes. Un ambiente bien poco propicio para fantasear. Debemos añadir que Enguídanos no vivía en Barcelona ni Madrid, sino en Liria. Con un tal panorama es sencillo deducir que las lecturas de CF a las que pudo tener acceso Enguídanos debieron ser forzosamente reducidas. Gracias a esa limitación, las novelas de CF escritas por él tienen una originalidad y frescura que son difíciles de encontrar en otros autores.
Por suerte, contamos con su propio testimonio al respecto. En varias ocasiones ha manifestado que había leído poca CF. Fundamentalmente, la serie de John Carter de Marte, de Edgar Rice Burroughs, los comics de Flash Gordon y las obras de Wells y Verne.
Rastrear las influencias de estas lecturas en la obra de Enguídanos es sencillo con tal de prestar un poco de atención a los elementos adecuados. Dar cuenta de ellas puede generar un libro entero y no precisamente de poco volumen.
En esta ocasión nos vamos a detener únicamente en H. G. Wells, dejando a un lado a Verne, a Burroughs y a Raymond. Y ello por varias razones que expondré ahora.
En primer lugar, cuando Enguídanos escogió el seudónimo que le hizo famoso, George H. White, buscó un nombre que recordase al de Wells, lo que ya de por sí demuestra una preferencia o admiración especial hacia el escritor inglés.
En segundo lugar, Enguídanos definió en una ocasión su obra principal, la Saga de los Aznar, como «novelas socialistas». En la historia del futuro que nos describe Enguídanos, el socialismo ha triunfado a partir del siglo XVIV y ya no existen ni la pobreza, ni la desigualdad, ni la propiedad privada ni el dinero. El socialismo descrito por Enguídanos no es un movimiento proletario, ni el resultado de la lucha de clases, sino un socialismo cristiano de cuyos principios son garantes las elites intelectuales y militares. Ese concepto del socialismo no es ajeno en absoluto al del propio Wells. Enguídanos tuvo que darse cuenta de que tenía en su maestro también un alma gemela.
En tercer lugar, y no menos importante: las novelas de Wells dejaron una impronta reconocible y duradera en las de Enguídanos, que supera en importancia incluso a Verne. De este aspecto es del que nos vamos a ocupar a continuación.
Sobre la vida y obra de Wells ya me he ocupado en otro lugar1 ―aunque en aquella ocasión escribí con seudónimo― y no voy a repetirme. Por otro lado, Wells es de sobra conocido por el lector español, que al igual que Enguídanos, lo tuvo bien presente en su niñez y adolescencia.
Bastarán unas notas sobre la vida del autor inglés para nuestros propósitos. Nació en 1866 en el seno de una familia humilde que hizo lo posible por impulsar a su hijo por encima de su clase social, y murió en 1946 habiendo conocido el éxito y la fama. Estudió biología con el mismísimo T. H. Huxley. En 1895 comienza su carrera literaria con La máquina del tiempo, a la que seguirían: La isla del Doctor Moureau (1896), El hombre invisible (1897), La guerra de los mundos (1898), Cuando el durmiente despierte (1899) y Los primeros hombres en la Luna (1901), y El alimento de los dioses (1904), por mencionar sólo sus novelas de Ciencia Ficción más populares. A estos títulos deberíamos sumar sus novelas sociales y libros de cuentos.
Como escritor se codeó con lo mejor de la literatura inglesa de su época, manteniendo amistad con Joseph Conrad y Henry James. En dos ocasiones visitó nuestro país para dar conferencias en la Residencia de Estudiantes, y fue amigo de Federico García Lorca (¿A que eso no se lo enseñaron en la escuela, eh?).
La obra de Wells ha sido injustamente tratada por la crítica y el público. La aparente sencillez de sus novelas y la amenidad de sus argumentos le han relegado a las estanterías y las colecciones de literatura juvenil junto con Salgari y Sabatini, lo que es, cuanto menos, una aberración.
Aunque si hemos de ser prácticos, ese exilio forzoso de la obra de Wells fue lo que permitió a Enguídanos (y a otros como él) leer a un autor socialista, confeso y militante, en un periodo de la historia de España en el que por mucho menos la censura repartía tajos a diestro y siniestro.
La ambigua visión socialista de la sociedad futura queda expuesta en la novela corta Una historia de los tiempos futuros (1899) y la mencionada Cuando el durmiente despierte. Wells no considera suficiente el progreso político y material para asegurar la felicidad a la Humanidad. Y nuestro Enguídanos razona por similares derroteros, como veremos después.
Intentó figurarse la existencia individual. Le asombró el darse cuenta de cuan poco había cambiado el hombre común a pesar del visible cambio de sus condiciones. La vida y la propiedad, realmente, estaban seguros de toda violencia en casi la totalidad del mundo; las enfermedades endémicas y aun las epidemias habian desaparecido, todo el mundo tenía alimentación suficiente y ropa bastante, las calles de la ciudad estaban caldeadas y libres de lluvias y nevadas; así pues, el progreso mecánico de la organización científica y física de la sociedad quedaba cumplido. Pero la plebe, empezaba ya a perctarse, era la plebe aun, desamparada en manos de demagogos y organizadores, individualmente cobarde, individualmente movido por su apetito, colectivamente incalculable. La memoria de innumerables figuras vestidas de tela azul se presentó en su mente. Millones de seres semejantes, allá, debajo de él ―lo sabía― jamás habían movido un pie fuera de la ciudad, jamás habían visto más allá de la ininteligente y gruñona participación en los negocios del mundo, o de la ininteligible participación de sus abyectos placeres. Pensó en las esperanzas de sus contemporáneos, y por un momento el sueño de Londres, según las graciosas Noticias de ninguna parte, de Morris, y el perfecto país del hermoso Siglo de cristal, de Hudson, aparecieron a sus ojos en una atmósfera de infinita utopía… Pensó en sus propias esperanzas.
Pues en los últimos días de aquella apasionada vida que yacía ahora tan lejana de él, la concepción de una humanidad libre e igual había llegado a ser una cosa real para él. Él había esperado, como verdaderamente había esperado su siglo, dándolo osadamente por hecho, que el sacrificio de los muchos por los pocos cesaría un día, y que un día, todo hijo nacido de madre tendría una justa y asegurada probabilidad de felicidad. Y ahora, después de doscientos años, la misma esperanza, aún no realizada, clamaba apasionadamente por los ámbitos de la ciudad. Después de doscientos años, él lo veía, subsistían la pobreza y el desamparado trabajo y todos los dolores de su tiempo.
De esta forma reflexionaba el protagonista de Cuando el durmiente despierte contemplando el mundo futuro al que había ido a parar y que ponía en él sus esperanzas. Graham, El Durmiente, despierta después de doscientos años de animación suspendida y se encuentra con que es el depositario de una fortuna tan fabulosa que en la práctica le hace dueño del mundo. El consejo de administradores de esa fortuna ha regido el mundo con mano de hierro durante el sueño de Graham, convirtiéndose en el auténtico gobierno. Las masas populares aguardan el despertar de Graham con fervor mesiánico, en la esperanza de que él les conducirá a la liberación.
En Universo remoto, Enguídanos retomaba la Saga de los Aznar continuando las hazañas del planetillo Valera después de 17 años. Al comienzo de la novela, Miguel Ángel Aznar Polaris despierta después de casi doscientos setenta años de hibernación y se encuentra una sociedad bien distinta de la que dejó. La época gloriosa de los grandes superalmirantes ha quedado atrás. Valera ha dejado de ser un buque de guerra gobernado por las Ordenanzas Militares y se ha convertido en una republica democrática, pero la corrupción y la desidia alcanzan todos los estamentos de la sociedad. Un grupo político ilegal, el GAN, intenta devolver a la sociedad valerana su viejo pulso sin volver a la autarquía militar. En él están representadas las elites, que tienen en Miguel Ángel Aznar a su líder. Cuando éste vuelva a la vida los aznaristas verán el momento propicio para colocarle al frente de su movimiento.
A pesar de las grandes diferencias argumentales, el paralelismo entre Universo remoto y Cuando el durmiente despierte es tan evidente que no puede ser pasar por alto. Pero además, veamos como se expresa Miguel Ángel en la novela siguiente de la serie, Tierra de titanes:
―Sí, ¡Dios mío! Eran otros tiempos muy distintos de ahora. No diré que fueron mejores, eran sencillamente distintos.
―Eran mejores, seguro ―dijo Sara Bogani―. La gente entonces tenía otras preocupaciones, trabajaba más y era seguramente más responsable. Vivir en aquellos tiempos tenía un sentido. Se vivía luchando por conseguir algo, siempre más allá de lo que ya se había conquistado.
―Sí, eso es cierto ―admitió Miguel Ángel entornando los ojos con expresión ensoñadora―. Quizás se apreciara más la vida, por las mismas dificultades que entrañaba el poder seguir viviendo. Desde que nació en el crepúsculo de los tiempos, el hombre había tenido que luchar a brazo partido por la existencia. Eso dio un sentido a su vida, el afán de mejorarla y conservarla. Su agresividad hizo progresar al Hombre. Ahora parece que estamos perdiendo toda noción de peligro. Nos sentimos seguros en nuestro pequeño y feliz mundo, dedicados a ver la televisión, a comer y satisfacer nuestras necesidades sexuales. Somos como animales domésticos… unos cerdos bien cebados gruñendo por la más pequeña molestia que altere el tranquilo y monótono discurrir de nuestros días. ¿Adónde vamos? A ninguna parte. ¿A qué aspiramos? A vivir el mayor tiempo posible comiendo y gruñendo. Eso no es bueno, Sara. Mientras nosotros tomamos el sol, plácidamente echados sobre nuestras repletas barrigas, la vida sigue en otras partes, prosigue su proceso evolutivo, no se detiene.
No hace falta ser muy perspicaz para darse cuenta de que se trata de dos visiones paralelas de la sociedad.
Sin embargo, es La máquina del tiempo la obra de Wells que de forma más amplia influyó en Enguídanos. Como recordarán, en dicha novela, el Viajero en el Tiempo narra ante sus amigos y conocidos como fabricó una máquina que le permitía desplazarse en la dimensión del tiempo. Su invención le había permitido viajar hacia el futuro y contemplar un desolador panorama. Perdidas la civilización y la cultura, la Humanidad vive idiotizada y degradada, encarnada en los eloi, que son engordados y criados como ganado para servir de alimento a los morlocks. Éstos viven en las profundidades de la Tierra dominando a los eloi mediante el miedo, personificado en la Esfinge Blanca, un gigantesco ídolo colocado por los morlocks en la superficie.
El viaje en el tiempo es un tema que aparece en dos ocasiones en la segunda parte de la Saga de los Aznar. Primero en Viajeros en el tiempo y Vinieron del futuro, cuando Miguel Ángel Aznar Bogani y su hermano Fidel Aznar retroceden hasta la época de la Alemania nazi. Después, en El retorno de los dioses, cuando los Aznares retroceden hasta tiempos bíblicos y son testigos del impacto de un meteorito y el subsiguiente Diluvio Universal.2 Como un seudoviaje en el tiempo podría tomarse La otra Tierra, ya que aunque trata de una Tierra gemela que vive en el siglo XX, en un universo antimateria paralelo, en la práctica es una historia que se desarrolla en la América de los 70.
En los dos ciclos de los hombres de cristal3, Enguídanos nos presenta el planeta Redención. Redención es un mundo hueco mucho más grande que la Tierra. En su cara exterior se desarrolla una ecología de carbono como la nuestra, cuyo más alto exponente es una Humanidad que vive en plena Edad de Bronce. En el interior hueco, alumbrados por un sol ultravioleta, viven los Hombres de Cristal, poseedores de una tecnología superior. Éstos son antropófagos y recurren a cacerías periódicas y al temor supersticioso para llenar sus mataderos de redentores.
En El reino de las tinieblas, Fidel Aznar llega a Umbita, capital del reino de Saar. La colonia de exilados de la Tierra se ha establecido en una isla denominada Nueva España y vive ignorante del peligro que supone la Humanidad de Cristal. Un gran ídolo domina la ciudad de Umbita, representando a Tomok, una sangrienta deidad de las tinieblas que pide incesantemente nuevos sacrificios. Fidel y sus acompañantes descubrirán que el ídolo es algo más que una imagen supersticiosa. Su interior esconde sistemas de televisión y megafonía que los rudos redentores no han podido construir. Alguien ―los Hombres de Cristal, obviamente― utilizan a Tomok para hacer llegar carne fresca al interior del planeta. Al igual que los morlocks de Wells, los Hombres de Cristal usan a los hombres de la superficie como ganado, y usan un ídolo (la Esfinge Blanca o Tomok) como símbolo de su poder4.
Hay una escena de La máquina del tiempo que parece haber impresionado particularmente al joven Enguídanos. Me refiero al capítulo 11, titulado El Palacio de Porcelana Verde.
Entre la desolación del mundo del año 802.701, queda un rastro del conocimiento de los gloriosos tiempos pasados. El Palacio de Porcelana Verde es un gran museo en ruinas en cuyas variadas secciones encuentra el Viajero en el Tiempo testimonios de Paleontología, Botánica, Historia, Química e Ingeniería. Después de la desoladora sensación que le provoca la visión de la humanidad estabulada y ágrafa, aquel descubrimiento le resulta rejuvenecedor y no podrá evitar ponerse a bailar como un loco.
En Robinsones cósmicos, una novela cuya pertenencia a la Saga de los Aznar discuten algunos, los últimos supervivientes de una larga expedición sideral ―los jóvenes Eduardo Acero y Viola Housman― encuentran a su regreso a la Tierra que la civilización ya no existe. La Humanidad ha perecido en una gran guerra atómica y una monstruosa ecología mutante ha sustituido a la Naturaleza tal y como la conocemos. Tras varias tentativas por encontrar seres humanos o algún resto de la civilización, en continua lucha contra los hombres planta, Eduardo y Viola están a punto de caer en la desesperación. Un hecho fortuito les devuelve la esperanza: el hallazgo de una lámina de acero con la siguiente inscripción:
Cerca de un lugar antiguamente conocido con el nombre de Atlanta (Georgia), existía una casa de sabiduría llamada Universidad de Oglethorpe. Su situación exacta puede ser determinada por una triangulación desde la montaña Stone y la montaña Kennesaw, preparada por el Servicio Geodésico y de Cartas de los Estados Unidos, en el Siglo XX. Si los hombres de ciencia del siglo LXXX cavan en el lugar especificado, encontrarán una cripta de piedra de 6 x 3 x 3 metros guardada por una puerta de acero inoxidable. Dentro de la cripta se encontrarán documentos y objetos de gran valor, que constituyen los mejores ejemplos de la civilización y el progreso científico del mundo desde la época de la muerte de Cristo hasta la mitad del siglo XX.
La cripta de la Universidad de Oglethorpe será su única posibilidad de encontrar semillas con las que poder sembrar, ya que las plantas de la ecología postnuclear no les pueden servir de alimento.
Después de la hora final es una novela escrita por Enguídanos con el pseudónimo de Van S. Smith, mucho tiempo después de haber concluido la primera edición de la Saga de los Aznar. En esta novela, un grupo de personas se somete a un experimento de hibernación. Se produce un fallo mecánico y el grupo es despertado dos mil quinientos años después de nuestro tiempo, mucho después de lo previsto. La Tierra que encuentran al salir de la cripta no es una sociedad hipertecnificada y avanzada, sino una Humanidad embrutecida y reducida al salvajismo después de gran catástrofe. El grupo de Sigurd Flagg se encuentra en parecida situación que Eduardo y Viola: tienen que comenzar desde cero la reconstrucción de la civilización. Sin embargo, irán a dar por casualidad con un gran subterráneo bajo el antiguo solar de la Universidad de Atlanta. Allí, la Humanidad al borde del caos había guardado muestras de lo que fue la civilización terrícola hasta su final, en el 2022. En esa fecha, un planeta errante llamado Talión colisionó con el Sol, exterminando casi por completo la vida sobre la Tierra.
Ambas novelas, Robinsones cósmicos y Después de la hora final, son bien diferentes en sus desarrollos y argumentos, aunque mantienen ese final paralelo en el que un gran centro de sabiduría enlaza el pasado de la Humanidad antes del desastre con su futuro. Sin duda que Enguídanos tenía en mente el Palacio de Porcelana Verde de La máquina del tiempo, o bien ―lo más probable― estuviera dando rienda suelta a una imagen que le había impresionado de forma particular durante sus lecturas de infancia.
La Saga de los Aznar es la obra más popular de Pascual Enguídanos Usach. Como saben, narra un millón de años de Historia del Futuro a través de las hazañas de la Familia Aznar, una casta de caudillos y astronautas que rige los destinos de la Humanidad a través de guerras, destierros y conquistas. Varias son las constantes de la serie, y no haremos en este momento y lugar enumeración de ellas. Recordaremos únicamente el famoso invento de la dedona, un metal superpesado inventado por Enguídanos que tiene dos facultades principales: su extraordinaria dureza y la creación de campos antigravitatorios cuando es inducido eléctricamente. Ésta última es su propiedad más importante en la serie, puesto que permite la construcción de grandes buques espaciales capaces de despegar fácilmente sólo con aplicar electricidad a sus cascos.
En Los primeros hombres en la Luna, de Wells, Bedford y Cavor realizan un fantástico viaje al satélite natural de la Tierra, encontrando que está habitado por una raza de insectos inteligentes. El vehículo utilizado para el viaje es una esfera construida con una aleación que recibe el nombre de su inventor: cavorita. La cavorita rechaza la fuerza de gravedad de la Tierra e impulsa la esfera hacia el espacio. De esta sencilla manera, se ahorra Wells las engorrosas e inútiles explicaciones y cálculos de Verne en De la Tierra a la Luna y Alrededor de la Luna (y, por cierto, hace una novela muy superior en todos los aspectos).
Estoy convencido de que fue la cavorita la que inspiró el invento de la dedona, aunque ésta pudo haber tenido otros modelos ―sin descartar nunca que se le ocurriese a Enguídanos sin ayuda de nadie, desde luego― como el negopos de Un descubrimiento prodigioso de Jules Verne o el inertrón de Armagedon 2419 D.C. de Philip Nowlan, la novela que dio origen al comic de Buck Rogers, y que Enguídanos posiblemente conoció. Dado que, obviamente, no tenemos pruebas de nada de esto, estoy dispuesto a admitir que el negopos o el inertrón inspiraran a Enguídanos antes que la cavorita, o incluso los tres al mismo tiempo. Sin embargo, me inclino por el metal de Wells, ya que la novela de Wells es más famosa y debió ser más accesible a Enguídanos.
Y esto ha sido todo por esta vez. No he pretendido desvelar misterios donde no existen, sino arrojar algo de luz sobre el proceso de creación de una novela y la forma en que un escritor se inspira consciente e inconscientemente en modelos que quizá olvidó hace tiempo, utilizando como ejemplo a nuestro querido Pascual Enguídanos. Obrarán muy juiciosamente si se olvidan desde ya de todo lo anteriormente dicho y leen la Saga de los Aznar.
Mario Moreno Cortina
1 REDONDO, Marcos. H. G. Wells, un breve comentario, en PulpMagazine num. 2, octubre de 2000. Pags 71-74.
2 Sobre esta novela me gustaría hablar en otra ocasión largo y tendido. La influencia de las catástrofes cósmicas en la generación de mitos (desde una perspectiva pseudocientífica) es el tema central de las obras de Immanuel Velikovsky, particularmente Worlds on Collision (1950), obra que cita el propio Enguídanos en Cerebros electrónicos a propósito del planeta errante Ragol. Por otro lado, el sacerdote mestizo de bartpur y terrícola que vela por la humanidad primitiva remite a los dioses de las obras de nuestro viejo conocido Erich von Daniken. Ambos, Daniken y Velikovsky, impresionaron las imaginaciones de varias generaciones de escritores de CF, y particularmente la de Pascual Enguídanos. Como digo, algún día escribiré sobre ello.
3 El primero está compuesto por La conquista de un imperio y El reino de las tinieblas (números 7 y 8 de la segunda edición). El segundo por Redención no contesta, Mando siniestro y División X (números 12, 13 y 14).
4 No me resisto a hacer notar que la eloi que el Viajero en el Tiempo escoge como compañera se llama Weena, mientras que la redentora con la que Fidel Aznar se casará en el primer ciclo de Redención, se llama Woona. Estoy seguro de que el propio Enguídanos no es consciente de ello. Y lo cierto es que tampoco es importante.
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Posted on 2025/09/30
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