«Las fuentes de la Saga de los Aznar» / Mario Moreno Cortina [Cuadernos de Sociología Crítica 6/25 Junio de 2025]

Posted on 2025/09/29

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Cuadernos de Sociología Crítica 6/25 Junio de 2025

Las fuentes de la Saga de los Aznar

Mario Moreno Cortina

Descubrí la auténtica personalidad que se ocultaba detrás del pseudónimo anglosajón George H. White gracias a un artículo de Enrique Martínez Peñaranda1. Yo había leído la Saga completa varias veces –en realidad lo hacía todos los veranos– y vivía con la perpetua insatisfacción de no poder saber nada más de aquel misterioso autor. Para los jóvenes que se han criado en la época de Internet resulta difícil comprender el aislamiento informativo al que estaba sometido un chico de doce años de familia obrera. Nadie en mi entorno, excepto mi padre, había oído hablar jamás de la Saga de los Aznar ni de su autor. Mis pobres intentos de indagar entre los puestos del Rastro de Cascorro sólo dieron como resultado respuestas del estilo: “hijo, eso es una cosa muy vieja, no vas a encontrar nada”. Por ello, cuando llegó a mis manos un ejemplar de segunda mano del número 61 de Nueva Dimensión, lo tomé con el mismo ánimo que supongo embargaba a Carter cuando se asomó a la tumba de Tutankamon y lo devoré de principio a final.

Entonces no era consciente, pero ese fue el inicio de una búsqueda de años, una auténtica investigación personal que, lógicamente, experimentó un auténtico acelerón con la llegada de Internet y la posibilidad de contactar con otros aficionados. Incluyendo, por cierto, al propio Martínez Peñaranda. Tras algunas pesquisas, logré contactar con Pascual Enguídanos y sostuve algunas conversaciones telefónicas con él. Mi entusiasmo veinteañero me empujó a intentar contactar con Juan Puerto e interesarme por El gran miedo y Escuadrón Delta, los dos manuscritos perdidos que continuaban la serie, con los resultados negativos que se pueden imaginar2. En 2003 me hice cargo de la Edición del Cincuentenario de la Saga para la Editorial Silente y acometí una relectura crítica de las novelas que me llevó a interesarme por diversas cuestiones externas relativas al proceso de creación de la serie.

La pregunta básica era “¿de dónde sacaba Pascual Enguídanos sus ideas? ¿cuáles eran sus fuentes?”. En realidad, eso es lo que se pregunta todo aficionado a una obra de ficción y es una pregunta que no siempre es fácil de contestar, por simple que pueda parecer. En primer lugar, la creación de una novela es un proceso complejo en el que entran en juego diversos factores y que no es susceptible una ingeniera inversa que nos permita separarlos y colocarlos sobre la mesa para estudiarlos. En segundo lugar, los autores son reacios a hablar de sus fuentes. Las leyes modernas han convertido la Propiedad Intelectual en un bien material más cuya posesión es necesario demostrar, de modo que se ha llegado a formar la idea –falsa y además nociva para la Literatura– de la creación ex nihilo y la exclusividad de las ideas. Si un autor clásico adquiría prestigio al escoger modelos respetados, un autor moderno se expone, no ya al escarnio, sino incluso a la demanda legal.

Dejamos esta cuestión aquí, sobre la que podríamos escribir un libro de considerable grosor y volvemos a Enguídanos. En el caso del escritor valenciano, junto a la reticencia del autor moderno ya mencionada, se sumaban dos factores: un carácter sumamente reservado y hasta un poco gruñón y el hecho insalvable de que hacía veinte años que había terminado la Saga de los Aznar.

Por lo tanto, salvo algunas breves notas extraídas de las pocas entrevistas que concedió a lo largo de su vida, el resto de lo que hemos inferido los aficionados no puede calificarse más que de especulación más o menos razonada y fundada.

Hablábamos antes de “breves notas” y deberíamos haber dicho “muy breves notas”. En una entrevista concedida por el autor en 1993 a Javier Redal y Andrés Rodrigo y publicada en el desaparecido fanzine Gandiva, Enguídanos reconoció su deuda con el Coronel Ignotus y el Flash Gordon de Alex Raymond.

José de Elola y Gutiérrez (1859-1933), militar nacido en Alcalá de Henares, es quizá el primer escritor español de Ciencia Ficción que puede ser considerado como tal. Bajo el seudónimo de “Coronel Ignotus” –que es el que da el nombre a los premios concedidos por la AEFCFT– publicó una serie de novelas que se inician con De los Andes al cielo y que abarcó diecisiete números3. La historia da inicio en el siglo XXII, cuando el “Instituto de Viajes Interplanetarios” premia el invento de la ingeniera aragonesa María Josefa Bureba (Mari Pepa para los amigos) y le concede fondos para construir una nave espacial y viajar al planeta Venus.

Pascual Enguídanos reconoce haber tomado los términos “orbimotor” y “autoplaneta”, profusamente usados en la Saga, de la obra de Elola. El orbimotor de Mari Pepa era una esfera de 600 metros de diámetro, igual que el autoplaneta Rayo. Seguramente no es casualidad que el primer destino interplanetario de Miguel Ángel Aznar de Soto sea precisamente Venus (en El planeta misterioso, segunda novela de la serie).

Sin embargo, en mi opinión, Pascual Enguídanos tomó más elementos de los Viajes Interplanetarios de Elola. En el siglo XXII imaginado por el alcalaíno, Estados Unidos y Gran Bretaña forman una federación nordatlántica, enfrentada a la Confederación de Pueblos Hispanoamericanos. La propia Mari Pepa tiene sus enfrentamientos en el Orbimotor y en Venus con Sara Sam Bull, una guapa comandante de las fuerzas aéreas nordatlánticas. Recuérdese que para Elola la guerra de 1898 era algo aún muy reciente.

El lector conocedor de la Saga habrá pensado inmediatamente en Ina Peattie, coronela de las Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos de Norteamérica. En La horda amarilla, los expedicionarios que habían partido hacia Venus y habían naufragado a la vuelta en el planeta errante Ragol (Cerebros electrónicos) vuelven a la Tierra para encontrarse con que se encuentran en el siglo XXV y la situación geopolítica ha cambiado considerablemente. El mapa del mundo se ha simplificado de forma drástica y está formado por un puñado de grandes potencias que se disputan el control del planeta. Dos de ellas son precisamente los Estados Unidos y la Federación Ibérica, que abarca la Península y el continente suramericano…

Según cuenta Agustín Jaureguízar, Enguídanos afirma haber conocido el mítico Flash Gordon de Alex Raymond gracias a la revista El Aventurero, editada por Hispano Americana de Ediciones, S. A.4. Como sería ocioso hacer una presentación aquí y ahora de uno de los cómics más famosos de la historia, invito al lector a que consulte el omnímodo Google, donde encontrará más información de la que yo sea capaz de proporcionarle.

Cuando el Lanza vuela de regreso a la Tierra al comienzo de Cerebros electrónicos y se topan con el planta vagabundo Ragol, Enguídanos cita la obra de Immanuel Velikovsky Mundos en colisión, publicada en 1950 –tan sólo 4 años antes de la publicación de la novela–, sin embargo la idea del planeta errante procedente del espacio exterior que irrumpe en nuestro sistema no casa tanto con las teorías de Velikovsky como con el planeta Mongo. Sería muy discutible si Miguel Ángel Aznar de Soto, fundador de la longeva dinastía que da título a la serie es un trasunto hispano de Flash. Pero donde más evidente e inapelable es el influjo de los cómics de Alex Raymond es el ciclo formado por Invasión nahumita, Mares tenebrosos, Contra el imperio de Nahum y La guerra verde. La corte nahumita, con su aire de decante orientalismo a lo Turandot, la civilización submarina oceánide… incluso la escena en que Miguel Ángel Aznar y Aznar y su amigo José Luis Balmer pelean a espada en el circo de la reina Hida está directamente sacada de las primeras aventuras de Flash Gordon en el planeta Mongo.

John Carter de Marte es el otro gran héroe del Space Opera del que Pascual Enguídanos admite haber recibido influencias, aunque en esta ocasión resultan más difíciles de rastrear. Edgar Rice Burroughs publicó Una princesa de Marte en 1912 inaugurando una serie de 11 novelas, al principio protagonizadas por un soldado virginiano llamado John Carter, y después por sus descendientes. Si bien el árbol genealógico de los Carter es muchísimo menos tupido que el de los Aznar, quizá la idea de contar una historia del futuro a través de los miembros de una familia sea netamente barsoomiana. Aunque hay un pequeño detalle que Enguídanos deslizó, quien sabe si adrede y que nos podría dar una pista. En Policía Sideral, los thorbod acceden a negociar con los terrícolas en la persona de Miguel Ángel Aznar. El líder de los hombres grises es el Gran Jed Hotep en Deimos. “Jed” es un título imaginario que recuerda mucho al “Jeddak” de la serie de Barsoom.

Sin embargo, en mi opinión, hay otro clásico de la ciencia ficción del que Enguídanos pudo haber tomado algunas ideas básicas y, hasta donde yo sé, no ha sido mencionado en ninguno de los diversos artículos que se han publicado. Se trata de Armagedon 2419 A.D., de Philip Nowlan, novela publicada en 1928 que dio origen al personaje de Buck Rogers que conoció después larga vida en los cómics. En la novela de Nowlan, Anthony Rogers duerme durante quinientos años y despierta en un planeta Tierra bien diferente del nuestro, dominado por los Han, auténtica encarnación del peligro amarillo tan presente en las mentes occidentales de la época. Los Han poseen navíos aéreos que vuelan gracias al inertrón, un metal que rechaza la fuerza gravitatoria, de la misma manera que las naves espaciales en la Saga de los Aznar utilizan la dedona. Las mochilas voladoras son también otro elemento común con la serie de Enguídanos, así como el imperio de los Han podría recordar al de Tarjas Kan en La horda amarilla.

El problema que se genera tanto con Armagedon 2419 A.D. como con los cómics de Buck Rogers es cómo pudo haberlos conocido Pascual Enguídanos. No he podido encontrar ninguna edición de la novela a la de Valdemar de 1991. Sin embargo, gracias a la inapreciable y erudita ayuda de la web Tebeosfera (www.tebeosfera.com) sabemos que los cómics fueron publicados a partir de 1942 en la revista Los álbumes preferidos Juventud, publicada por Hispano Americana de Ediciones, S.A.5, lo que significa que el autor de la Saga de los Aznar pudo tenerlos bastante recientes cuando comenzó a escribir la serie en el invierno de 1953.

Pascual Enguídanos afirmaba no conocer la ciencia ficción moderna. Reconoce haber comenzado a leer Fundación, de Isaac Asimov y haber dejado enseguida la lectura. Sin embargo, sí que leyó a H. G. Wells y Jules Verne, lo que casi era inevitable para un joven de su generación.

Wells gozó en España de gran popularidad e incluso estuvo en dos ocasiones en nuestro país para pronunciar conferencias en la famosa Residencia de Estudiantes y mantuvo una relación de amistad con el poeta Federico García Lorca. La práctica totalidad de sus obras fue traducida al castellano ya en los años 30 y 40. Incluso un título tan –injustamente, por cierto– poco conocido del autor como La dictadura de Mr. Parham, fue publicado por Aguilar en 1931.

Como ya he comentado en otro momento y lugar, cuando Enguídanos escogió su seudónimo, consciente o inconscientemente escogió uno (George H. White) que parece claramente inspirado en el nombre del maestro inglés, aunque no he encontrado prueba alguna de que esto no sea más que una casualidad. Lo que sí es cierto es que a Wells le unía algo más que la afinidad por la ciencia ficción, y era la ideología. Enguídanos afirmó en una ocasión que las de la Saga eran “novelas socialistas”. Valera es, de hecho, una utopía socialista en la que no existe la propiedad privada y el Estado provee a sus ciudadanos de todos los medios para su existencia. El socialismo de Enguídanos está teñido de cristianismo y no era demasiado ajeno a la propia concepción de H. G. Wells. Éste era uno de los fundadores de la Sociedad Fabiana y por lo tanto era ajeno al concepto de lucha de clases.

Es en la novela Robinsones cósmicos donde encontramos más claramente la influencia de Wells. Está protagonizada por Eduardo y Viola, dos jóvenes nacidos a bordo de una nave espacial que retorna a la Tierra después de una ausencia de milenios, para encontrarla devastada por una antigua guerra atómica y habitada únicamente por plantas inteligentes. Sólo al final enlaza la acción con la Saga de los Aznar –motivo por el cual incluso se ha discutido su plena pertenencia a ésta. Los protagonistas hayan in extremis una cripta entre las ruinas de la Universidad de Oglethorpe, en la que los científicos habían guardado muestras de la civilización terrestre y muestras de semillas. La escena tiene un paralelo muy importante con el capítulo El palacio de porcelana verde de La máquina del tiempo.

La cavorita –en dura competencia con el inertrón de Buck Rogers– es otro elemento wellsiano que Enguídanos pudo haber aprovechado. En Los primeros hombres en la Luna, el profesor Cavor descubre una aleación que rechaza la ley de la gravedad y que aprovecha para realizar el primer viaje a la Luna.

Leyendo con atención la Saga y teniendo un conocimiento amplio de la obra wellsiana se encuentran aquí y allá ideas que el escritor valenciano parece haber tomado claramente de su maestro. Sin embargo, como ya he me ocupado de ello en otra ocasión, les remito a la lectura de mi artículo Historia de los tiempos por venir, la influencia de H.G. Wells en la obra de Pascual Enguídanos Usach (http://silente.es/inicio/?p=51), donde encontrarán todos los detalles y una exposición más pormenorizada de la cuestión.

De Verne, Enguídanos afirma haber leído la casi totalidad de su obra, lo que no es hazaña fácil. No sólo por la increíble extensión de ésta, sino por su desigual calidad. Aunque se le cita en diversos ensayos como “uno de los padres de la Ciencia Ficción”, junto con su colega inglés, no somos pocos los que no estamos en absoluto de acuerdo. Verne muy raramente escribió auténtica Ciencia Ficción. Yo citaría Héctor Servadac –por otro lado una novela excelente–, De la Tierra a la Luna y Alrededor de la Luna y… poco más.

Sin embargo, la idea del planeta hueco de Viaje al centro de la Tierra parece haber calado de manera definitiva en Pascual Enguídanos. Tanto Redención como Solima son mundos huecos y son muchas las aventuras de los Aznar que se desarrollan en estos escenarios. Hueco es también el inmenso hiperplaneta Negro que aparece en el último ciclo de la Saga, compuesto por La civilización perdida, Horizontes sin fin y El refugio de los dioses y que contiene un sistema solar completo en su interior. Pero hueco es también el autoplaneta Valera, que es al fin y al cabo un mundo convertido en nave espacial.

Sería tentador señalar la serie de Pellucidar de Edgar Rice Burroughs, autor de quien sabemos que fue muy leído por Enguídanos. Sin embargo, no tengo conocimiento de ninguna edición de la serie anterior a la fanedición de los años 90, cuidadosamente preparada por el equipo de El Rastro Ediciones. No me cabe la menor duda de que Enguídanos tuvo contacto con los mundos huecos a través de la obra de Verne y no de la de Burroughs.

Voy a cerrar este breve repaso alejándonos de la Ciencia Ficción y la Literatura en general para ocuparnos de una de las grandes fuentes de influencia en la obra de Enguídanos en general y la Saga en particular. Se trata de la literatura seudocientífica y esotérica. Tengo la intención de ocuparme algún día de este tema más por extenso, porque se trata de un asunto demasiado completo para solventarlo en media docena de párrafos, así que por el momento lo dejaremos esbozado.

En los años que mediaron entre 1958, cuando el autor cierra el final de la primera parte de la Saga (Lucha a muerte) y 1974, cuando comienza la revisión de ésta y su continuación, toda la civilización occidental se vio sacudida por un potente resurgir del pensamiento mágico y la literatura seudocientífica. En realidad, el fenómeno no era nuevo en absoluto, pero nunca antes de ahora se había convertido en un tal fenómeno de masas. El retorno de los brujos, de Louis Pauwles y Jacques Bergier fue no sólo un increíble éxito de ventas internacional, sino un auténtico fenómeno contracultural de gran influencia, que propició colecciones de libros y una revista, Planète6. En España, Antonio Rivera dirigió la revista Horizonte entre 1968 y 1971, que publicaba diversos materiales traducidos de Planète. El enfoque del realismo mágico –término acuñado por Pauwels y Bergier para definir sus ideas– pretendía ser una aproximación al conocimiento alejada de la rigidez del pensamiento académico, pero también de los excesos de los viejos esotéricos y aún hoy muchas son las personas cultas, en principio escépticas, que opinan que El retorno de los brujos es una obra perfectamente válida7. En los artículos de Planète publicados en la española Horizonte encontramos diversos temas científicos tratados en uno todo de divulgación ligera y especulación desbordada, tales como la posible existencia de un universo compuesto por antimateria y paralelo al nuestro, el uso de la antimateria como arma bélica, o el uso de coches eléctricos activados por fichas previamente adquiridas por el usuario en el futuro cercano.

La antimateria como arma bélica aparece por vez primera en la Saga en el título El ejército fantasma, cuando los valeranos crean el mortífero torpedo antimateria para luchar contra los ulhanitas. El universo antimateria aparece poco después, en ¡Antimateria!, cuando el autoplaneta Valera emerge a él por error procedente del hiperespacio. En La otra Tierra, novela que continúa a la anterior, especula con la interesante idea de una Tierra paralela a la nuestra en ese universo especular.

En Puente de mando, describe cómo los automóviles eléctricos que los valeranos utilizan en sus desplazamientos diarios son propiedad del Estado. Los ciudadanos poseen unas fichas que deben introducir en una ranura del vehículo para que éste se ponga en marcha, de la misma manera descrita por Pauwels y Bergier.

En esos mismos años, el suizo Erich von Däniken publicaba sus primeras obras (Recuerdos del futuro es de 1968). Las teorías sobre los dioses astronautas que mantuvieron contactos con la Humanidad prehistórica tuvieron hondo calado en la cultura popular y en particular en el género de Ciencia Ficción. Aunque no fue Däniken el primero en formular esa teoría, ni muchísimo menos, su éxito le hace pasar por su inventor.

Cuando, en Universo remoto, novela con la que arranca la segunda parte de la Saga, los valeranos llegan al circumplaneta Atolón, se encuentran con los últimos representantes de la raza bartpur. Los bartpuranos son una raza muy antigua que tomaron sobre sí la misión de sembrar la vida y la inteligencia en los mundos jóvenes. Los humanos, nahumitas y saissai no son más que el resultado exitoso de aquella siembra. Constituyen en sí mismos una representación muy fiel de la teoría de los dioses astronautas de Däniken. Se podría decir incluso que el título de dos de las novelas de la segunda parte, El retorno de los dioses y El refugio de los dioses, podrían ser el de libros del suizo.

Como digo, el tema del influjo del esoterismo y la seudociencia en la Saga de los Aznar es complejo y da para mucho más. Prometo tratarlo más extensamente en un futuro artículo.

* * *

No ha sido mi propósito ser exhaustivo ni minucioso, sino proporcionar un panorama general sobre el entorno cultural de Pascual Enguídanos Usach a la hora de concebir y desarrollar su obra más famosa, la Saga de los Aznar. He dejado en el tintero algunas cosas, lo confieso, más por falta de conocimientos suficientes que de voluntad, de forma que dejo para otros explorar de qué forma pudieron haber influido en él las novelas de Bill Barnes a las que tan aficionado era Pascual. O las películas de aventuras clásicas, cuyo aroma se percibe en algunos de los mejores pasajes de la serie.

De cualquier forma, sean cuales sean las influencias de un autor o el lugar del que las toma, la forma en que las digiere y elabora es sólo suya y totalmente particular. Nadie es capaz de crear nada a partir de la nada, todos los autores crean a partir de un humus mental compuesto por su formación, sus lecturas, sus inquietudes y sus vivencias. Pero sólo unos pocos son capaces de crear algo genial a partir de ese material primigenio. Y Pascual Enguídanos pertenece sin ninguna duda a esa privilegiada élite.

Mario Moreno Cortina

IMÁGENES

001 – Nueva Dimensión número 61.

002 – De los Andes al cielo, del Coronel Ignotus.

003 – Flash Gordon

004 – Una princesa de Marte

005 – Armagedon 2419 A.D.

006 – La máquina del tiempo, de H. G. Wells

007 – Viaje al centro de la Tierra, de Jules Verne

008 – El retorno de los brujos, de Pauwels y Bergier

009 – Recuerdos del futuro, de von Däniken

1 Martínez Peñaranda, Enrique. «Hazañas de la familia Aznar. Una odisea espacial en los años cincuenta», Nueva dimensión, 61. 1974.

2 Para una narración algo más pormenorizada de mi patético gambito: Moreno Cortina, Mario. George H. White (Pascual Enguídanos Usach), el hombre que reinventó la ciencia ficción, en La ciencia ficción española, 2002.

3 Para más información sobre José de Elola y su obra, es imprescindible el artículo de Augusto Uribe: http://www.augustouribe.com/ignotus.htm

4 http://www.tebeosfera.com/documentos/textos/las_primeras_ediciones_de_flash_gordon_en_espana_1935-1971.html

5 http://www.tebeosfera.com/obras/publicaciones/maria_cortes_y_la_doctora_alden_hispano_americana_1942.html

6 Una de las novelas de la segunda parte, precisamente aquella en que hacen su aparición los bartpuranos, se titula Los nuevos brujos.

7 El autor se siente obligado a precisar que no se encuentra en absoluto entre ellos.


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