En este artículo se muestra cómo la perspectiva de una normalización de relaciones de la Unión Europea con Rusia que lleve a reanudar las relaciones comerciales y el envío de gas a Europa, levanta temor entre las elites europeas atlantistas. Es significativa la posición belicista de Polonia, partidaria incluso de demoler lo que queda del gaseoducto Nordstream no fuera a ser que Alemania tenga la tentación de normalizar las relaciones (sociología crítica)
Fuente: Slaviangrad.es
“Siempre es interesante ver qué provoca pánico moral y qué no. La posible reanudación del suministro de gas ruso a Europa una vez que termine la guerra sí lo hace. Las bandas de presa que buscan hombres ucranianos en las calles o la exigencia estadounidense de enviar jóvenes ucranianos al frente no lo hacen. Las reivindicaciones territoriales de Trump se enfrentan principalmente con disociación. Es demasiado sombrío como para siquiera pensar en ello”, escribió el jueves el periodista opositor ruso Leonid Ragozin en referencia a un artículo publicado por Financial Times sobre la posibilidad de una hipotética reanudación del comercio de gas ruso en Europa cuando termine la guerra. “Las autoridades europeas debaten si deben reanudarse las ventas de gas por gasoducto ruso a la UE como parte de un posible acuerdo para poner fin a la guerra contra Ucrania, según personas familiarizadas con las discusiones”, afirma el medio aunque aún no han comenzado siquiera las conversaciones de paz cuyo éxito no es, teniendo en cuenta los precedentes de este conflicto, una certeza. Sin embargo, los países europeos, que a juzgar por la actitud y las palabras de Donald Trump no van a tener un papel relevante en el intento de resolución del conflicto, parecen más preocupados por la posibilidad de una paz incómoda que por la continuación de la guerra.
“Sólo me queda esperar que los líderes europeos aprendan la lección de la agresión rusa contra Ucrania y que impulsen la decisión de no restablecer nunca el bombeo de gas a través de este gasoducto”, ha afirmado esta semana el presidente de Polonia, uno de los países más beligerantes y dispuestos a que Ucrania continúe muriendo -y matando- por el objetivo común de destruir a Rusia. “Creo que los gasoductos Nord Stream deben desmantelarse”, añadió Duda, que insistió en que “este gasoducto causa una amenaza muy grande a Ucrania, a Polonia, a Eslovaquia, pero también a otros países centroeuropeos”. El peligro de que existan relaciones económicas continentales provoca pánico a que esa comunicación vuelva a convertirse en un diálogo también político. El peligro de ese gasoducto era fundamentalmente el acceso de la principal potencia industrial del continente, Alemania, a una fuente de energía barata y fiable de forma directa, evitando la capacidad de países como Polonia o Ucrania de decidir cuándo un cliente debe recibir el producto que ha adquirido. El Nord Stream suponía también una amenaza para Estados Unidos, tan ansioso por ganar peso en el mercado energético europeo que Donald Trump, cuyo objetivo no difiere en absoluto del de Joe Biden o Barack Obama, ha amenazado con aranceles a los países de la Unión Europea si no aumentan las adquisiciones de gas natural licuado estadounidense.
Desde 2014, Estados Unidos ha liderado el grupo de presión del que forman parte los países bálticos, Polonia y Ucrania -y al que se han incorporado otros países desde 2022- para sustituir el gas y petróleo ruso por otras fuentes de energía ideológicamente acordes a los intereses geopolíticos de Washington. En la Europa ecologista, se ha pasado por alto que el gas licuado que ha de ser trasladado desde el otro lado del Atlántico acarrea una mayor huella de carbono que el gas más cercano, e incluso se ha evitado recordar los daños ecológicos que supuso el atentado contra el Nord Stream, ese por el que el ahora ministro de Asuntos Exteriores de Polonia dio públicamente las gracias a Estados Unidos. Hasta febrero de 2022, el Nord Stream era un riesgo para Ucrania, temerosa de perder los lucrativos ingresos que implica permitir el tránsito del gas ruso a través del territorio nacional. El peligro del que advierte Duda no solo es imaginario, sino que delata las intenciones de quien lo plantea. Ucrania ejerce ya de muro que separa Europa en términos del mercado de gas desde que decidió que no renovaría el contrato de tránsito existente entre las empresas nacionales ucraniana y rusa, por lo que el único riesgo que puede suponer un gasoducto cuya reparación sería multimillonaria es la existencia de una remota opción de reanudación de las relaciones comerciales entre Alemania y Rusia, un peligro para Ucrania solo en un juego de suma cero en el que el beneficio para un aliado suponga un perjuicio para otro. Evidentemente, la postura de Duda simplemente busca una ruptura continental completa por la que se cree una Europa occidental aislada del resto del continente y en la que países como Alemania tengan que renunciar de forma permanente y definitiva a una de las bases de la competitividad de su industria.
Tanto Alemania como Estados Unidos, el protector de Europa que anunció que no habría Nord Stream-2 si Rusia invadía Ucrania, dejaron claro que no habrá reanudación del tránsito de gas ruso a través de los gasoductos mientras dure la guerra. Aunque no con la rapidez que desearían Washington y sus principales aliados europeos (Polonia, Ucrania y los países bálticos), la UE ha dado pasos para evitar la adicción a la energía barata rusa, cuyo precio y disponibilidad era un beneficio que ahora se presenta como un grave perjuicio. El aumento de las importaciones de gas natural licuado ruso, más económico que el estadounidense, no pueden compensar la caída a cero del gas que era distribuido a través del Nord Stream y el sistema de tránsito ucraniano. La pérdida de acceso a la que era la principal fuente de energía de su industria es uno de los causantes del estancamiento de la economía alemana, algo que líderes más afines a Washington que a cualquier capital europea no perciben como un peligro.
“La reanudación del debate sobre la venta de gas ha inquietado a algunos exportadores estadounidenses de gas natural licuado que pretenden firmar acuerdos de suministro a largo plazo con empresas europeas. Según dos de ellos, temen que cualquier reanudación del tránsito ucraniano pueda restar competitividad a sus productos”, escribe Financial Times, dejando claro que el peligro que advierte Duda es simplemente la posibilidad de pérdida de los beneficios que ciertos actores esperan que les reporte la actual guerra y sus consecuencias geopolíticas. “El objetivo declarado de la UE es eliminar de su sistema energético todos los combustibles fósiles rusos para 2027. El Comisario de Energía, Dan Jørgensen, presentará en marzo un plan para alcanzar ese objetivo”, recuerda el artículo para describir un compromiso cuya única lógica es política y que implicaría sustituir la energía más accesible y económica por energías renovables, pero también por hidrocarburos importados desde lugares más alejados, entre los que destaca el aliado estadounidense. Toda guerra tiene causas y consecuencias económicas y en esta no hay necesidad de ocultar los objetivos. La fuga de 465.000 toneladas de metano a causa de la explosión del Nord Stream es el símbolo perfecto para reflejar la actual realidad europea. Alemania, que ha optado por el silencio ante la imposibilidad de culpar del atentado a un enemigo, no ha logrado siquiera que Polonia cumpla con la orden de detención de un sospechoso de haber participado en los hechos. Quizá Polonia considere que permitir la huida de un sospechoso en un acto de terrorismo internacional sea una forma de reducir el riesgo para Alemania, uno de los países que, según Financial Times, se plantea la reanudación del comercio con Rusia.
En la lista de esos países destacan Eslovaquia y Hungría, como era de esperar teniendo en cuenta que son los más perjudicados por el corte de gas ruso a través de Ucrania decidido por el Gobierno de Zelensky. “Hay presión de algunos de los grandes Estados miembros en cuanto a los precios de la energía y esta es una de las vías para lograr que bajen”, afirma un oficial europeo citado por el medio, que añade que “tres de los funcionarios que han sido informados de las conversaciones insisten en que la idea ha sido defendida por algunos oficiales alemanes y húngaros, con apoyo de otras capitales que lo ven como una forma de reducir los costes energéticos europeos”.
La reanudación del comercio de gas ruso en la UE es inviable en estos momentos y posiblemente lo sea durante un tiempo indeterminado una vez terminado el conflicto. Sin embargo, es significativo que la cuestión haya aparecido ya y sea percibida como un riesgo. Es posible que Alemania no quiera hipotecar para siempre la viabilidad de su industria a la voluntad de Estados Unidos de suministrar energía, que siempre va a ser más cara que la rusa, entre otras cosas porque Washington no va a favorecer que la industria alemana, potencial rival, aumente su productividad. Polonia y otros países europeos están ahí para impedir ese peligro.
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Posted on 2025/02/20
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