La lectura más importante, a mi juicio, de las elecciones celebradas hoy en Rusia es que occidente no ha querido maquillar el habitual pucherazo protagonizado por la oligarquía del país. De esta manera manda un mensaje inequívoco a Putin y compañía: o acomodáis vuestra política exterior a nuestros intereses o dejaremos de encubrir vuestros fraudes y de lavaros la cara en todo lo demás. Esto puede ser para Rusia el comienzo del fin de una incondicional amistad con ”su socio” de occidente o el preludio de una definitiva claudicación.
Con el lenguaje grosero que usa occidente para advertir a sus “socios” y a sus estados clientes cuando se separan de lo “políticamente correcto”, la corresponsal en Moscú del diario El País, siguiendo la pauta marcada internacionalmente, se despachaba hoy domingo de la siguiente manera: “Por su desvergüenza, la jornada de las elecciones parlamentarias del 4 de diciembre, caracterizada por múltiples y zafias infracciones, no tiene parangón en la historia de la Rusia postcomunista. Nunca antes, unos comicios generales en este país se habían parecido tanto a los que se celebran en Bielorrusia, donde el autoritario Alexandr Lukashenko, para mantenerse en el poder, recurre a triquiñuelas semejantes a las que se han visto durante el día…”
Con arreglo a las primeras informaciones oficiosas (las de la agencia RIA Novosti), parece que esta vez, muy a su pesar, la oligarquía propietaria del país no va a tener más remedio que ceder la mayoría de dos tercios que hasta ahora ostentaba Rusia Unida, su organización política aparatera para las formalidades y tediosas rutinas institucionales en la Duma. Aunque con estos resultados la oligarquía no compromete su férreo control sobre el país, pues le sobran votos para seguir haciendo lo que le venga en gana, gracias a la ayuda de dos formaciones clónicas que también financia (Rusia Justa y el Partido Liberal Democrático), el escenario interno, empero, sí puede sufrir un importante vuelco, al perder la burguesía nacionalista encargada de gestionar el presupuesto la imprescindible colaboración de occidente para falsificar los resultados y arrebatarle a los comunistas el alto porcentaje de votos que recoge generalmente su formación, el Partido Comunista de la Federación Rusa, tal y como ha venido ocurriendo sistemáticamente desde la transición de la URSS al “Capitalismo Real”. El partido oficialista ha ganado las elecciones a la Cámara baja del Parlamento federal, con un 48,5% de los votos (64,3% hace cuatro años), según los sondeos a pie de urna que el Centro Nacional de Estudios de la Opinión Pública divulgó tras el cierre de los colegios electorales en Kaliningrado, la región más occidental de Rusia. A Rusia Unida le siguen otros tres partidos que ya tenían representación parlamentaria: Partido Comunista de la Federación Rusa (KPRF), 19,8%; Rusia Justa (12,8%); y Partido Liberal Democrático (LDPR), 11,42%.Muchos lectores de izquierda quieren ver en los titulares hostiles de los medios occidentales una suerte de antagonismo de clase hacia los gobernantes rusos, en base a una supuesta reorientación “progresista” de éstos respecto a las numerosas concesiones hechas hasta la fecha a occidente. En realidad sólo se trata de una advertencia.
Occidente ha colaborado desde la desaparición de la URSS (y no dejará de hacerlo) con la actual oligarquía, nacida de la expropiación de la propiedad pública, y cuyos bienes mal habidos, algunos de ellos administrados en calidad de testaferros, se han ido redistribuyendo discrecionalmente para financiar (bien es verdad que con arreglo al principio de que “el que parte y reparte se queda la mayor parte”) a una clase media ruin –como casi todas- que pueda legitimar con su complicidad, siempre a través del circo electoral, las brutales desigualdades que padece el pueblo ruso.
Lo que occidente trata de reajustar con Rusia, pues, no es su política interior, que comparte, con todos las fraudes y abyecciones incluidas, sino su política exterior, que estaba en el camino correcto cuando ha permitido a la OTAN aniquilar a Libia, pero que se ha desviado intolerablemente al insinuar su apoyo a Siria o cuando ha escenificando su desagrado por el cerco militar al que la están sometiendo.
Esta es la importancia de lo que está ocurriendo a raíz de las elecciones legislativas en Rusia, que no los resultados de la desvergonzada jornada de las elecciones parlamentarias del 4 de diciembre, “caracterizada por múltiples y zafias infracciones, que no tiene parangón en la historia de la Rusia postcomunista”, como dice la declamadora por encargo que funge desde hace unos años como corresponsal de El País en Rusia.
Descubre más desde Sociología crítica
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.









Posted on 2011/12/11
0