A José María Pedreño [Foro por la Memoria] le vamos a estar siempre agradecidos por su valor, por su lucidez, por su entrega. Y por ayudarnos a ver la amarga realidad…
Lo que nos debe unir no son los medios, ni la hoja de ruta, sino los objetivos estratégicos
A modo de introducción, debemos contextualizar la guerra de España en el marco de la gran ofensiva que desarrollaron los grandes poderes fácticos mundiales, tanto políticos, como económicos, en el primer tercio del siglo, para derrotar los efectos positivos de la Revolución Rusa de 1917 y las consiguientes aspiraciones de los pueblos a conquistar el reconocimiento de sus derechos políticos, sociales y económicos. Comprendido esto, es fácil de entender que las instituciones, tanto las nacionales, como las internacionales, dominadas por esos mismos poderes fácticos –y/o sus herederos-, al ser parte de la represión, van a hacer todo lo posible para impedir que pongamos al descubierto, y que se reconozca como verdad oficial, que la represión contra el pueblo español formaba parte de una gran escalada involucionista, que tiene como objetivo revertir y/o paralizar, no sólo en aquellos momentos, sino también en el presente y el futuro, las conquistas de los derechos logrados o deseados por los pueblos.
Partiendo de este análisis, y de un estudio pormenorizado de la realidad y de las leyes existentes, trabajando “pegados al terreno”, es como la Federación Estatal de Foros por la Memoria ha diseñado su hoja de ruta para conquistar el gran objetivo estratégico que, como organización, se ha marcado: acabar con la impunidad del franquismo, por ser uno de los pilares fundamentales sobre los que se sustentan las relaciones de dominio actuales, actuando en sintonía con las luchas populares para defender la conquistas políticas, sociales y económicas, y ganar el reconocimiento de nuevos derechos. Sin esta aclaración y esta contextualización, cualquier análisis que se realice llevará a diagnósticos erróneos y, por tanto, a prácticas que no sólo no llevan a cubrir los objetivos, sino que, en muchos caso, provocan retrocesos.
Cuando alguien se pierde en el desierto y camina sin rumbo, normalmente suele ser víctima de espejismos y, apartándose del camino, acaba muriendo con la boca llena de arena por haberla tragado pensando que era agua. Eso es lo que ha pasado durante varios años en el movimiento memorialista -aunque podríamos hacerlo extensivo a gran parte de la izquierda-, que ha estado persiguiendo espejismos y “llenándose la boca de arena”, sin pensar que las “travesías del desierto” son largas, por lo que hay que tener claro el destino y más clara aún la ruta a seguir. Los militantes, ante cada fracaso, se cansan y se vienen abajo, terminando por marcharse a casa. Es la clara diferencia entre comprender lo que significan los objetivos estratégicos (destino) y los movimientos tácticos (ruta) frente al modo de actuación bienintencionado, pero desencaminado, anidado en la izquierda y, como parte de la misma, en el propio movimiento memorialista. Se realizan movimientos tácticos que no responden a ningún plan estratégico, sino al ansia de llegar al objetivo final cuanto antes.
Siempre hay que definir unos objetivos y unas actuaciones que nos acerquen a ellos, sin desviarse y buscar atajos. En nuestro caso, estos objetivos son: que se haga justicia a las víctimas, , combatir la impunidad, recordar la tradición de lucha del Pueblo y sus organizaciones para conquistar derechos políticos, sociales y económicos y, por último, servir de instrumento de vertebración social. La hoja de ruta debe estar compuesta por objetivos tácticos, que no son los objetivos estratégicos, ya que al final se confunden los fines con los medios y éstos deben obedecer siempre a una estrategia bien definida.
Por eso, es un error sumarse a cualquier hipotética solución sin evaluar, previamente, si obedece a los objetivos reales y cuál va a ser su incidencia a medio y largo plazo. Lo que está muy claro es que es mejor mantener el rumbo y desechar todos los atajos, por muy agradables y posibles que parezcan, porque al final siempre resultan ser “espejismos”. El que socialmente se hable de un tema, en los tiempos que corren, no significa que estemos ganando; las noticias en los medios de comunicación son algo efímero. El éxito se logra cuando se construye día a día y se avanza en el trabajo constantemente, sin perder de vista el horizonte final y sin separarse de la ruta.
El problema es que vivimos en una sociedad donde los acontecimientos se suceden a una velocidad vertiginosa, y tratar de seguirlos impide analizar las cuestiones en profundidad y ver con claridad lo que ha de hacerse, por lo que es mejor no dejarse llevar y continuar el camino por la ruta trazada, para ser nosotros y nosotras los/as que provoquemos los acontecimientos y, de esa forma, evitar que los acontecimientos nos controlen a nosotros/as. Por eso, es un gran error plantearse como norma contestaciones inmediatas a acontecimientos inmediatos, olvidando la hoja de ruta y buscando atajos que, normalmente, llevan a ninguna parte; al fracaso, a lo contrario de lo que se buscaba y al desánimo de los/as militantes y activistas. Estamos ante una carrera de fondo en la que debemos ser nosotros/as mismos/as los que marquemos el ritmo. Eso no significa que vayamos más o menos despacio, cambiando de ritmo y lanzándonos a la carrera ante cualquier atajo que se nos ofrece; lo importante es marcar un ritmo y seguirlo constantemente.
El movimiento memorialista no puede estar unido por objetivos tácticos, sino por objetivos estratégicos. La mal llamada Ley de Memoria, el procedimiento del juzgado nº 5 de la Audiencia Nacional, la ILP que nunca llegó cuajar, la querella argentina, la Comisión de la Verdad, etcétera, son cuestiones tácticas con las que podemos estar o no estar de acuerdo, por lo que no pueden ser un elemento de unión. Lo que nos debe unir no son los medios, ni la hoja de ruta, sino los objetivos estratégicos. Ahora bien, si conseguimos que todos los movimientos tácticos o actuaciones respondan a una estrategia bien definida y bien dirigida, no sólo pueden ganarse pequeñas batallas, sino la propia guerra.
Por otro lado, está la coherencia, que no es otra cosa que tener un discurso adaptado a los objetivos y una práctica en consonancia. No se puede defender la Ley de Amnistía de 1977; o una comisión parlamentaria de la verdad con los herederos del franquismo copando todas las instituciones, o una “Ley de Memoria” que, para evitar la justicia, lleva a las víctimas a la humillación del “agujero negro” de las vías administrativas, o un procedimiento que paraliza el franquismo en el año 1951 –como si después la represión no hubiera existido- y que previsiblemente iba a acabar en una sentencia contra las víctimas (¿acaso se nos ha olvidado cómo actúan las oligarquías?), o hablar de que la querella argentina no busca castigar a los culpables, al mismo tiempo que se dice luchar contra la impunidad.
Además, las prácticas, en muchos casos, de los que apoyan o se unen a cualquier nueva propuesta que aparece como la gran solución, son inexistentes o no están en consonancia con el discurso que se pretende. Ya va siendo hora de que el movimiento memorialista sepa identificar con nombres y apellidos a aquellos y aquellas que confunden la acción política con salir en los medios de comunicación y que, con tal de conseguirlo, son capaces de llevarnos a todos/as a caminos sin salida. Aquellos que han puesto delante de nuestros ojos tantos espejismos no están legitimados para seguir marcando el rumbo a nadie. En todo caso, si en el pasado obraron con voluntad de ayudar, deberían darse un baño de humildad y no seguir intentando llevar al movimiento memorialista y a sus aliados objetivos (la izquierda política, sindical y social) por caminos que sólo llevan a otro espejismo.
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Jlgccv
2013/05/26
Sin ánimo de molestar creo que hay un error, Pedro. Y ya te lo he manifestado en alguna ocasión. Hasta donde sé, la querella argentina SI busca castigar a los culpables, si no yo no estaría en ella. Y estoy. Si alguien me demostrara que estoy en un error, inmediatamente actuaría para enmendarlo. En cuanto a la Comisión de la Verdad no me la creo, a la luz de las personalidades que de repente aparecen promocionándola con gran aparato mediático, sin haber destacado nunca en la lucha por la verdad, la justicia y la reparación. En cuanto a la defensa de la Ley de Amnistía de 1977 me parece que no tiene cabida en la lucha por los derechos de los represaliados del franquismo y quien defienda eso no sé que pinta en esta lucha porque supone una contradicción monumental. Por último, hasta la gente del PSOE reconoce que la LMH fué una basura, con lo cual ya pocos defienden ese bodrio. Otra cosa es lo que hacen después en su forma de reclamar los derechos anulados de los represaliados. En resumen, yo creo que debemos sumarnos a cada movimiento que suponga un avance y una ayuda sincera en la lucha por la verdad, la justicia y la reparación y reclame el sentido político perverso de aquellas muertes y de aquella represión que violó los derechos humanos durante 40 años. Algunos intentamos tener claro tanto la táctica como la estrategia y hacemos todo lo que podemos por avanzar, a ser posible colectivamente, pese a lo complicado que resulta caminar entre la pluralidad.
JLG
dedona
2013/05/26
Ya sé que tu posición es absolutamente sincera, faltaría más. Como la del 99,99% de la gente que sigue LQA. Igual que la del 99,99 de la gente que apoyó en su día LLMH. Igualito de sincera. La cuestión es si además de la posición y la motivación de la gente el asunto tiene entidad de fondo o no. Y los abogados del Foro dicen que no. Voy a poner un artículo específico sobre esto. Danos tu opinión.
Jlgccv
2013/05/26
Yo no tengo tan claro ese 99%. Por ejemplo, yo no apoyé la LMH porque nadie que buscara verdad, justicia y reparación la podía apoyar. Basta leer la Ley para comprobarlo. La querella es otra cosa: para mí es la primera y única posibilidad de presentar ante un juez el caso familiar en la confianza de que se enjuiciará el caso y se declarará (espero) culpable al régimen que amparó aquel/aquellos asesinatos políticos, al no poder enjuiciar a quienes explícitamente dieron las órdenes directas (no creo que existan porque para ello deberían haber tenido entonces en torno a 22 años en cuyo caso hoy tendrían en torno a 95 años). Otra cosa muy distinta son los crímenes que se cometieron 35 años después. Y yo con mi causa también apoyo la de estos casos más recientes en el intento de conseguir hacer visible aquella panorámica del terror. Los responsables que entonces tuvieran alrededor de 50 años hoy tendrían unos 85. Los que tuvieran 40 hoy tendrían unos 75. Y los que en 1975 tuvieran en torno a 30 años, hoy tendrán 65. Esos pueden declarar perfectamente y, si se demuestra su culpabilidad, se les podría condenar si se aplica el derecho humanitario internacional. Bien, yo considero esto como una cuestión de responsabilidad. Puede que haya aspectos legales que no conozca (no soy experto). Pero es un paso adelante concreto, no teórico, dado con ánimo de conseguir verdad, justicia y reparación y que, de no darlo, no sé como podría mirarle a mi padre cada vez que le veo con sus 93 años a la espalda, más de 70 de ellos esperando justicia. Si no consigo justicia, por lo menos lo intento. ¿Algo reprochable en esa forma de proceder? ¿Debería haberme quedado quieto 10, 20 o 30 años más analizando como, cuando y donde poner el caso en otro tribunal?. Cuando tengas el artículo al que te refieres, espero mandar mi opinión.