De Goa a Bayona la Real. Una evocación / Pedro A. García Bilbao

(Escrito en 2017). A fortareza do Monterreal, en Bayona (Pontevedra). A esta playita (y a la que hay detrás del bastión del muelle (peirao se dice en galego) me llevaba mi madre. Mi abuelo fue médico titular del pueblo en los años 60 y el concello le asignaba una casita, si bien era yo muy crío y apenas me acuerdo, no se me despista donde estaba. Bayona es uno de esos sitios a los que los vigueses vamos mucho, sin que no todos le den el valor de lo extraordinario que merece. La fortaleza es impresionante, cierra por completo la península. La Torre del Bastión del muelle es espectacular.

Aquí llegó la primera de las caravelas de Colón en su regreso del primer viaje. Estuvo en su día a cargo del castillo Don Diego Sarmiento de Acuña, conde de Gondomar, un personaje fascinante y del que me crie escuchando de sus aventuras; mi padre fue capitán de un barco llamado así, Gondomar, y compartió conmigo su devoción por aquel gallego valiente y que tan dura vida tuvo con tanto lío en las cortes de Valladolid y Londres. Gondomar fue embajador en la corte de Isabel I de Inglaterra donde llegó en 1612. Toda una historia. Hay una monografía fantástica sobre él escrita por un republicano exiliado que fue diplomático de la República, Luís Tobío. ¿qué puedo decir? Me gustaría volver, y acompañar a mis amigos a visitar todo esto tan lleno de historia, cercana o lejana, alegre y también triste, pero viendo las puestas de sol sobre el atlántico se le quitan a uno todos los males

Ahora imaginad aquí un gigantesco galeón portugués recién llegado de la India, directamente de Goa, atracado en el muelle del castillo y descargando toneladas de riquezas, especias, sedas, arte, joyas, comidas y animales exóticos, imaginad a los indues primeros llegados a Europa, ataviados con los trajes de su país mirando y siendo mirados con sorpresa por unos y otros, a los marineros formando largas coias para descargarlo todo, con ayuda de poleas y cuerdas, cantando su peán de trabajo en gallego o en portugués, marcando el ritmo del esfuerzo coronado por la alegría de haber vuelto con éxito. Y todo eso en 1600.