Nuestro ideal republicano y Alberto Jiménez Fraud / Pedro A. García Bilbao

Posted on 2021/03/05

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Alberto Jiménez Fraud, secretario que fue de Residencia de Estudiantes -ligada a la Institución Libre de Enseñanza-   rememoró en 1960 en el cincuenta aniversario de su fundación, lo que había sido su meta como educadores y ciudadanos.  Para aquellos republicanos de la ILE la educación era  el instrumento para lograr la paz, el ejercicio de la libertad y el avance social que transformaría España y sería amparado por la República, el escudo imprescindible de la libertad. Sobre la base de algunas de sus ideas, me he tomado la libertad de expresar lo que algunos sentimos como parte de nuestro ideal republicano.

La República para nosotros es el ideal de un Estado tolerante y respetuoso con las diferencias individuales, la libertad de las opiniones y la independencia de los ciudadanos, a la par que garantía de los derechos sociales y civiles sin los que no habría libertad para nadie.

Es por ello para nosotros la República, garantía de la libertad de conciencia y de respeto a la dignidad humana, un Estado no opresivo, y dispuesto siempre a aumentar en lo posible el grato disfrute de la libertad. Ideal bellísimo, pero frágil que a quienes lo defienden les exige las condiciones de independencia, generosidad, amplia inteligencia, austera conducta y esforzada vigilancia que han de reunir quienes se entreguen a su servicio, acechados siempre por los que ven en la justicia social, amenaza a sus privilegios y abusos o expuestos a los errores fatales de los que llevados por un afán de justicia crean indebidamente que esta es incompatible con la libertad.

Nos es necesario restituir a la palabra liberal que define nuestra emoción íntima, su sentido originario, como sinónimo de tolerancia y libertad de conciencia a la que como republicanos democrático-radicales añadimos la fraternidad como obligación moral que ha de traducirse tanto en lo individual como en lo colectivo, en el compromiso de asegurar para todos una vida digna y la defensa del bien público. Tal emoción liberal a la que no renunciamos nos lleva a ver con precaución el obstinarse en la búsqueda de principios absolutos, cuya falta de confines se presta a la vaguedad de las aspiraciones y a la imprecisión de las acciones. Los valores de libertad, justicia, igualdad y fraternidad procuramos concretarlos en la ley y la conducta pública de forma que aseguren a todos disponer de la base material para la libertad y la vida digna, haciendo posible satisfacer las necesidades básicas humanas de libertad y de razón, las cuales sólo deben disfrutarse dentro de los límites muy exactos supuestos por la ley. Es por eso que definimos la República como la fraternidad organizada y defendida por la ley, tan firme como respetuosa con la dignidad de todos sin admitir privilegios ni discriminaciones.

La democracia tiene en la República fraterna su ideal, pues la armonía entre derechos sociales, que por su definición y necesidad de su concepto son de alcance colectivo y disfrute individual, con los derechos políticos y civiles es fundamental. Sin tal armonía se derrumba la ilusión de la libertad pues donde impere el individualismo o el colectivismo ciego y la fuerza, donde no haya sentido de comunidad ni de responsabilidad de todos y cada uno ante el bien público, y donde la libertad de conciencia no incluya en su matriz el respeto a los demás, el poder del estado no será sino algo opresivo e injusto siempre no importa su color. La construcción y pervivencia de la República, así entendida, con el pueblo en su corazón, necesita de la instrucción pública y de la educación, sin ellas no puede haber conciencia ilustrada. Los seres humanos no tenemos tanto naturaleza como historia, y la historia, nuestro devenir como pueblo, necesita de ciudadanos formados, educados para la libertad y no para la sumisión o mantenidos en la ignorancia.

La aplicación de estos principios republicanos a la realidad española fue en el pasado revolucionaria. Hoy también lo es.


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